Presentación Memorias de un combatiente Un horizonte de lucha (Autor Luis Vega)

Presentación
Luis Vega González (2023). Memorias de un combatiente . Un horizonte de lucha. Gráfika Nahuel. Chile.
Concepción 06 de noviembre de 2023.

Manuel Fernández Gaete
Historiador
Director-CITEL Chile

Quisiera agradecer a quienes nos acompañan el día de hoy en esta actividad que en nuestra ciudad viene a poner en circulación, de forma oficial, porque ya circula en forma oficiosa desde el mes de septiembre, el trabajo de Luis Vega.

Agradezco a los compañeros de CITEL que me encomendaran la tarea de comentar, desde mi oficio de historiador el trabajo de Luis Vega. Tal y como se ha señalado en la presentación, CITEL es un centro de ideas políticas, de rescate de memorias, de resguardo de la solidaridad, una tarea que hemos venido desarrollando en Santiago, Concepción, Temuco, de manera virtual por la crisis sanitaria y hoy presencialmente con actividades como encuentros para analizar coyunturas políticas, para conmemorar fechas emblemáticas, acontecimientos históricos y la vida y memoria de militantes y combatientes antidictatoriales y anticapitalistas.

También al Comunal Andalién del Colegio de Profesores de Chile, quienes nos han arrendado el local por una módica suma que permite llevar adelante este encuentro.

Esta presentación, está dedicada a Mauricio Hernández Norambuena, “Ramiro”, militante comunista, combatiente del FPMR, combatiente internacionalista latinoamericanista y prisionero político en Brasil y en las cárceles del capitalismo neoliberal chileno postdictatorial.

Hoy nos reúne el trabajo de Luis Vega, quisiera referirme a tres cuestiones que motivaron mi reflexión al leer el texto.

  1. El texto de Luis Vega es una autobiografía, un género bastante particular pues nos remite a la escritura de la vida, grafiar la bios es escribir la vida. Para este ejercicio Luis Vega no recurre a la pluma de un profesional de la escritura, tampoco cuenta con los recursos de una casa editorial que ponga a su disposición periodistas, archiveros e investigadores, acomete personalmente al trabajo de rememoración, un trabajo doloroso a veces y luminoso en otras, para dar cuenta de su trayectoria, de los caminos, de los sujetos, de los contextos, de las experiencias que durante esta bios ha acumulado y que, desde su mirada, merecen ser compartidos con todos nosotros. Es el sentido auto-biográfico de esta obra el que construye su carácter y valor.

El resultado es un texto fascinante por varios motivos que trataré de referir. En sus datos generales Luis Vega se define como un combatiente, un camino, una senda de vida que en su autodefinición, nos remite a dos cuestiones: la primera es que perteneció a un ejército, cuestión que ya resultaría polémica, pero no tanto, esto lo explicaremos más adelante. La segunda de ellas remite a que un combatiente es alguien que combate, que lucha y eso se aproxima mucho mejor al relato de vida de Luis Vega, una vida de lucha, una vida de combate permanente. Pero si no es en el ejército ¿Dónde combate el autor, contra quién, para qué es esta lucha?

Una primera cuestión que llama la atención en esta línea es que Luis Vega, es primero un niño, un niño pobre, un niño pobre en la ciudad de Santiago, él se homologa al “Luchín”, de Víctor Jara, pero no lo es: Luis Vega, a poco andar de su temprana vida, de su radiante vida infantil, deja de ser frágil y debe asumir los derroteros más oscuros de la vida, la soledad, la indefensión, el abandono, la violencia. El relato del autor de su experiencia como “niño huacho”, de aquellos que deambulan por la ciudad, que son invisibles, que pareciera son oscuros pues nadie los ve y a nadie les importa, son una parte primigenia de su identidad, son una parte axial de su condición de luchador, desde temprano, combatiendo el frío, el hambre, que son las peores formas de violencia que existen cuando afectan al que no comprende el porqué de esa vida que le toca vivir. Esta identidad originaria no es electa por Luis Vega, no es opcional para él. La violencia es su realidad, sobrevive en la soledad del huacherío o se entrega al neopren, la delincuencia infantil, etc. ¿Qué tipo de opción es esa, qué tipo de alternativa es esta para un niño o niña, qué alternativa de vida es esta para miles de niños pobres que viven en la calle o bajo los puentes de nuestras ciudades? Sobrevivir obligado a resignificar el ambiente el entorno, las relaciones, porque el problema principal es el hambre, el frío, la seguridad, la solidaridad, el trabajo, el pan: NO ELEGIR, como en la sociedad de consumidores y consumidoras. Quizá por esto no encontraremos en el libro de Luis Vega ninguna declaración políticamente correcta, ninguna alusión al mainstream sociopolítico y sociocultural actual, ninguna relación a una performance o una epifanía identitaria, alterna, contracultural. No encontraremos en el texto, discursos cargados de citas filosóficas o sociológicas o doctrinarias, tampoco serán citados la Mistral o Huidobro, no habrá referencias a Los Prisioneros o Los Tres, porque en la vida temprana de Luis Vega no hay tiempo o concesión a ello, la lucha por la vida es más urgente. Acá radica una segunda cuestión, Luis nos introduce a su vida de lucha, a su vida de combatiente, desde su más prístina infancia, desde sus tempranos años de vida, en Barrancas, cuando debió incorporarse al trabajo, a diferentes oficios (carretonero, ayudando a las vecinas con las bolsas, vendedor de empanadas, entre otros), en su juventud de obrero de la construcción y estudiante de un liceo nocturno, en su trayectoria militante, en su vida combatiente. Entonces es, con justicia, una vida que se inicia en la lucha por sobrevivir y que continúa esa ruta, no desiste, no claudica, no se acomoda, no transa, sin tregua. Lo anterior podemos observarlo si ustedes fijan su mirada en la portada del texto, esta imagen es una composición, un collage, un entramado compuesto de imágenes, recuerdos, retazos de vida, que no es sólo la vida de lucha de Luis, ya que es una superposición de experiencias, propias y compartidas. No es la imagen de un combatiente, es la silueta en la caben muchas vidas combativas. Estas son las experiencias que Luis Vega quiere compartirnos y esta es una característica fundamental del relato que nos entrega: es un texto que el re-construye, desde su memoria, desde sus recuerdos, desde sus experiencias, una vida de lucha, pero es también un texto nuestro, de muchas experiencias de lucha, es un texto de todos y todas nosotros.

  1. La cuestión de la vida de Luis Vega es una entrada relevante al texto, pero no es la única. Decíamos que la silueta de la portada introduce otra dimensión, la del combatiente. ¿A cuál ejército pertenece Luis Vega? Con convicción digo que al de la clase trabajadora. ¿Y dónde, cuándo, cómo surge ese ejército? Esa respuesta sería que surge en la memoria de su militancia política. Y esto es relevante porque esa memoria es también una historia de luchas más larga, de muchos y muchas. Es relevante porque el texto se entronca con otros textos y pienso que forma parte de una comunidad, así como la observa Raymond Williams, algo que nos une, algo que nos es común, sentimientos, relaciones, algo que es más cercano e inmediato que sociedad (y por lo tanto alejada de las ideas de estado, nación, etc.).

Y al menos en mi opinión, el texto forma parte de varias comunidades, de las cuales sólo quiero referir tres:

  1. La primera es la comunidad o la tradición de escritores autobiográficos que han disputado el sentido y el carácter de las “escrituras del yo”. Una forma narrativa bastante difundida entre las élites políticas y culturales, desde siempre, incluso ahora podría referir que hace poco he leído que Irina Karamanos ya tiene un contrato editorial (claramente una editorial global y multimillonaria) para escribir un libro que relate “su lucha” como no-primera-dama. El relato de Luis Vega es distinto, puesto que da cuenta de la emergencia de un mundo popular ilustrado y políticamente activo, cuando no rebelde y revolucionario, encontrando en este modelo de escritura un puente hacia una comunidad más amplia que se hermana en estos principios. ¿Con qué otros textos se hermana la autobiografía de Luis Vega? Podríamos decir que textos de estatura mundial como la novela de Nikolai Ostrovski “Así se templó el acero. La creación de un héroe” (1934); los relatos revolucionarios escritos por las tradiciones de lucha del Tercer Mundo, como aquellos de Mao Tse Tung, “Sobre las guerrillas”, “La guerra prolongada”; de Ho Chi Minh, “Diario de la Cárcel” o “Abajo el Colonialismo”, del General Vo Nguyen Giap “El hombre y el arma” o en América Latina, aquellos escritos por Ernesto “Che” Guevara “Los diarios de motocicleta”, ”Diario en Bolivia” o “La guerra de Guerrillas”, de Omar Cabezas “La montaña es algo más que una inmensa estepa verde”; de Mauricio Rosenkoff y Eleuterio Fernández Huidobro “Memorias de Calabozo”; Carlos Marighella, “Minimanual del Guerrillero Urbano”; pero también en Chile con los libros de Guillermo “Ronco” Rodríguez “Aceldama. Hacia el final de la partida”, “De la brigada secundaria al cordón cerrillos”, de Ricardo Palma Salamanca, “Una larga cola de acero”, “El gran rescate”;  de José Miguel Carrera “Misión Internacionalista”, “Somos tranquilos pero nunca tanto”, de Manuel Cortés “Yo Patán”, de Mauricio Hernández Norambuena (Ramiro) “Un paso al frente: habla el comandante Ramiro”. El libro de Luis Vega es una “escritura del yo” políticamente activa, rebelde, subversiva y por ello una escritura que no sólo es contrahegemónica.
  2. La segunda tradición, porque el texto de Luis Vega es también su memoria militante, aquella del joven que ingresa a la Jota, aquel militante que forma parte de los llamados “Frente Cero”, que es destacado para participar en la primera misión de formación militar especializada cuando el Partido Comunista de Chile desarrolla su política militar, que llenó el “vacío histórico”. Esta, que no es una historia “rosa”, no está llena de colores o tonos cálidos, es una historia de claroscuros. Hay un pasaje que me parece sintomático de lo que voy a señalar, se encuentra en el capítulo “La Isla” (43-50). Y es que la historia de la izquierda revolucionaria chilena no sólo es la historia “del partido”, en una de sus etapas o en una de sus lecturas de esa etapa, tampoco es la historia de sus decisiones políticas, o no sólo es eso. La historia de la izquierda revolucionaria chilena es la historia de estos hombres y mujeres que hicieron carne esas políticas, que estuvieron, en su condición de militantes, de combatientes, de luchadores, poniendo el cuerpo a las políticas partidarias, sin concesiones, sin titubeos, sin arrepentimiento, sin negociaciones, sin víctimas, como señala Luis, sino llena de convicciones militantes. Es, sin duda, una historia de dolor, de calabozos, de torturas, de muerte, de desapariciones, pero es también una historia lumínica, de solidaridad, de compañerismo, de hermandad, de comunidad. Es una memoria militante llena de “experiencias” que es, como diría el historiador P Thompson, en su libro Miseria de la Teoría, una las experiencias son “huella que deja el ser social en la consciencia social”. Ese trabajo de construcción, en la lucha directa, abierta a veces y subterránea en otras, pero siempre frontal contra la dominación, el enemigo y la ideología de la clase dominante, es la representación última de la lucha de la izquierda revolucionaria chilena, contra la tiranía, la opresión y contra el capitalismo.

Resulta ser, entonces, el texto de Luis Vega, una lucha, un combate y una batalla por la recuperación de una memoria de lucha social, política, clasista, sin concesión, por ello no es una escritura del yo elitista, dirigencial, tampoco es sacrificial o heroica, mucho menos una que intente negociar un acuerdo respecto a un pasado de consenso.

  1. Esto nos permite instalar una tercera tradición. A partir de su lucha por el rescate de una memoria militante, popular y de lucha revolucionaria. No es una memoria emblemática, o aquella que en ciertos eventos históricos se convierten en símbolos o emblemas de un pasado colectivo. Según el historiador Steve Stern (2000), en su texto “De la memoria suelta a la memoria emblemática. Hacia el recordar y el olvidar como proceso histórico. Chile 1973-1998” estos eventos emblemáticos son seleccionados y recordados de manera selectiva por las comunidades y grupos sociales, y se convierten en una especie de «moneda de cambio» simbólica para la construcción de identidades colectivas y la negociación de relaciones de poder. Es más bien, refiriendo al rescate realizado por Luis Vega, una “memoria subterránea” de la militancia de izquierda, esto es una memoria que permite identificar la forma en que los traumas colectivos, como la violencia política o los genocidios, pueden ser reprimidos o silenciados por los gobiernos o las sociedades, o por los colectivos políticos, pero aun así pueden tener un impacto profundo en la vida de las comunidades afectadas. La recuperación de la memoria subterránea puede ser un proceso doloroso pero necesario para la sanación personal y colectiva. En su libro «Escribir la historia, escribir el trauma» (2001), el historiador Dominick LaCapra explora el cómo los eventos traumáticos del pasado pueden ser negados en la memoria colectiva y cómo estos traumas pueden manifestarse de manera indirecta o subterránea en la cultura y la sociedad. LaCapra sostiene que la memoria subterránea se manifiesta a través de síntomas culturales y sociales, como repeticiones simbólicas, fantasías distorsionadas y procesos de negación colectiva. Estos síntomas pueden ser una forma de lidiar con el pasado traumático sin enfrentarlo directamente. LaCapra argumenta que es importante reconocer y abordar esta memoria subterránea para comprender plenamente el impacto del trauma en la sociedad y promover procesos de reconstrucción y reconciliación. Sin la recuperación de estas memorias enterradas por la sociedad chilena, por las directivas partidarias, por la comunidad política toda, será difícil reconstruir nuestra comunidad, pero más aún será difícil re-conciliar nuestro pasado con nuestro presente.

¿De qué manera podemos entroncar esta historia de lucha con el “paraíso del consumo” en que se transformó la sociedad chilena de los noventa y dos mil? ¿Cómo conectamos esta historia de resistencia con la historia de la transición pactada y negociada? ¿Podemos establecer un puente entre estas memorias combativas y los movimientos telúricos que provocó en la sociedad neoliberal el ciclo disruptivo de octubre 18 y 19 de 2019?

Por todo esto recuperar la historia de Luis Vega, esta escritura del yo de una militancia popular es más poderosa y por ello urgente que ir contra la pura hegemonía cultural, la escritura de Luis Vega nos puede permitir responder estas preguntas acuciantes, de proyección, de futuro. Es por ello que la escritura del libro de Luis Vega es también una escritura revolucionaria.

  1. La lucha, que no es otra cosa que emplear la fuerza u otros medios en un enfrentamiento, pero también trabajar con mucho esfuerzo en la tarea de vencer obstáculos y alcanzar un fin, asumida como forma de vida, como principio de vida no es una decisión baladí, no es banal. No es una cuestión sólo de sensaciones o posiciones, no una cuestión de gusto, de estados de ánimo. La lucha, reconstruida en el texto de Luis Vega, “Memorias de un combatiente. Horizontes de lucha”, es una convicción, es una certeza y una proyección. Aquello está presente en el libro. Podemos ver que en cada página hay una convicción, un convencimiento, una certeza: la de la vida, la de la solidaridad, la de la lucha. Ver Capítulo “Misión internacionalista” (86-95)

Por ello el libro Luis Vega es un texto histórico, porque nos refiere a una historia de lucha, de rebeldía, de convicción y fuerza militante, de disposición combativa que se ha desenvuelto al alero de grandes procesos, de un ciclo histórico complejo como el de la Guerra Fría Interamericana, de la lucha contra una de las más cruentas dictaduras de Seguridad Nacional, en contra de la consolidación del régimen neoliberal postdictatorial. Entregadas en capítulos cortos, acelerados, dinámicos, que vuelan como balas, el texto se desenvuelve a ráfagas, como la vida. No es la historia oficial, no es la historiografía apoltronada en el poder que lee la historia desde los documentos y las decisiones propias de la dirigencia partidista o de la militancia de élite. Es un texto que corre a contracorriente, subterráneo, porque releva aquella experiencia de lucha que se quiere dejar atrás, que se prefiere ocultar, que resulta incómoda, que es difícil explicar, que obedece a otra época y por ello innecesaria de referir o de reconocer en estos tiempos.

Por ello valoramos el ejercicio escritura vital de Luis Vega, porque al igual que los textos de Recabarren, de Laferte, al igual que la convicción militante de Reinoso, de la estatura de Gladys Marín, nos obliga a reivindicar y revalidar la potencia de nuestra experiencia y la de nuestra clase, la clase trabajadora. Es un texto sin concesiones porque no pretende negociar con la historia oficial, ni con la de la “transición” o pacto postdictatorial, ni con la conveniente historia oficial de ningún cartel partidario, no quiere sentarse en los curules para alcanzar verdades oficiales, así como tampoco transigir con las élites políticas una interpretación de pacto.

Porque es una historia de lucha, es una historia larga y es de muchos y muchas. La historia de Luis Vega, la historia de su militancia, la historia de sus luchas, de su experiencia como combatiente y militante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, es una historia para hoy y para el futuro, es una historia cargada de sentido político, por ello ético y cultural para las luchas del futuro.

Desde nuestra lectura, estas luchas del futuro de cierta forma están graficadas en el libro, la reivindicación de la autonomía de los pueblos, de sus propios itinerarios revolucionarios, de sus anclajes político-culturales, los cuales no son acomodaciones de la teoría o un “revisión” de los postulados de la lucha de clases, es que claramente la reivindicación de la lucha del pueblo cubano, del pueblo venezolano, del pueblo boliviano, de sus revoluciones, de sus proyectos políticos no es una impostura juvenil, tampoco un posicionamiento performático, en la vida y militancia de Luis Vega. Estas nuevas tradiciones de lucha forman parte, se constituyen, son una más de las expresiones históricas de la lucha por la superación de la explotación de una clase sobre otra, son un eslabón más en la cadena de la lucha de clases. Ver capítulo “Caminando junto a los pueblos” (214-2-18)

Estamos frente a un texto literario de gran valía, por lo que he intentado comentarles, y junto con ello es un texto valiente porque se instala para conmemorar los 50º años desde el cruento Golpe Militar en Chile, para conmemorar el 40º aniversario del inicio del accionar del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el 35º aniversario del Inicio de la Guerra Patriótica Nacional y la próxima conmemoración de la caída en combate de los comandantes y combatientes Raúl Pellegrin F., “José Miguel”, y Cecilia Magni C., Tamara; para no olvidar hay que tener valentía. Recordando al escritor Roberto Bolaño “la literatura debe ser valiente, sino no sirve de nada”.

¿Que nos adeuda el texto?, quizá mucho. Principalmente a su propio autor, pero aquello que falta podrá ser entregado en un segundo volumen que esperamos Luis Vega ya esté preparando. Por ahora les invito a leer el texto, a buscar en él algunas conexiones con sus propias experiencias y mirar, junto al autor el horizonte de luchas POR-VENIR, que hoy arrecia a nuestros pueblos.

Libertad a los Presos Políticos…

¡¡¡Libertad para Ramiro!!!

Muchas Gracias.

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