En el 40 aniversario del FPMR. Antecedentes para una historia * Parte 2

Luis Rojas Núñez

4. El FPMR en el año decisivo.

     ¿Quiénes eran estos hombres y mujeres del FPMR?  Una agrupación de familiares de asesinados, (incluye a los desaparecidos), del FPMR a manos de la dictadura, al momento de redactar estas páginas dan cuenta de más de 70 jefes y combatientes en tal condición. Es una cifra relativamente alta para el total de miembros de esta organización. Dato nunca revelado con total exactitud. El más confiable es el encontrado en un informe de la Comisión Militar de 1986 en La Habana que señala un total de 960 miembros. Para el jefe de la Infraestructura de Raúl Pellegrin en ese mismo año, cree que el dato está un tanto “inflado”. La probabilidad de ser cierto está en que el Frente, para esa fecha, tenía un núcleo duro de jefes y combatientes en grupos operativos en casi todas las ciudades con cierta importancia del país. Si a eso se le suma los miembros de un amplio abanico, nunca estables, de estructuras de apoyo no combativo, la cifra final pudiera ser hasta mayor. La cantidad de acciones y múltiples sabotajes a veces en cantidades sorprendentes en esos años urgentes responde a que en los llamados a protesta actuaba también el TMM que obedecía a la misma jefatura del Frente, (la Comisión Militar) y además a otras organizaciones combativas como el MIR, que se sumaba en esos precisos momentos.

     La inmensa mayoría de estos hombres y mujeres eran jóvenes o relativamente jóvenes de sectores populares, casi todos ellos eran trabajadores o estudiantes. También en mucha menor cuantía se llegó a contar con campesinos de poblados rurales, otros provenían de sectores medios, eran estudiantes hijos de profesionales. En contados casos el Frente contó con miembros salidos de sectores acomodados o altos. La mayor cantidad de personas que conformaban ese amplio abanico de apoyo a la organización podían tener mayor edad. Estaban en la logística, infraestructura de casas, documentación, buzones, comunicaciones, mecánicos, talleres armamento y transporte, exploración, médicos, bases en el exterior, etc. En muchos de estos casos la mayor edad era una necesidad o ventaja operativa. En las unidades combativas predominaban los hombres, aunque excepcionalmente hubo mujeres en los grupos operativos. Estas eran mayoría en las estructuras de apoyo. En un momento Tamara, Cecilia Magni, la única mujer parte de la Jefatura en la etapa del Frente conducida por Pellegrin, llegó a tener una eficiente red de enlaces integrada sólo por mujeres. En un inicio, las jefaturas y los combatientes ─y para no ser absoluto porque siempre existen excepciones─, casi todos provenían de la Juventud o del Partido Comunista. En la medida del paso del tiempo poco a poco, pero principalmente después de 1987, el origen se hace difuso y en general provienen de los sectores populares y de diversas organizaciones de la izquierda partidaria.

      En términos más generales, la principal amalgama de origen que unificaba a todos los rodriguistas independiente militancia partidista, era su vínculo personal y o familiar, en el barrio, con sus congéneres, en sus escuelas, en fin, con el pueblo que durante décadas había luchado por lograr el Gobierno Popular de Salvador Allende. Los más jóvenes ni lo vivieron, pero nacieron con sus oídos y la piel pegada a las historias alegres del protagonismo popular de los mil días con Allende, tal cual como desde niños forjaron un profundo desprecio y encono hacia los verdugos que desaparecieron, encarcelaron, torturaron, relegaron, exiliaron, o mataron a conocidos, parientes y amigos…, o simplemente a gente de pueblo…, siempre en total impunidad, en la indefensión más humillante. No había en estos hombres y mujeres del Frente, con las consabidas excepciones sobre todo en los más adultos, versados en ideologías o teorías del marxismo ni del leninismo. Las motivaciones del por qué exponer la vida y someterse a la probabilidad constante de sufrir horribles tormentos a que serían sometidos en caso de detención, tenía que ver con una natural reacción a tanta injusticia moral y material acumulada por demasiado tiempo, era principalmente una reacción de dignidad ante la impunidad de una violencia avasalladora en todo orden de cosas, principalmente cuando, tal cual tropas de ocupación allanaban las poblaciones populares. No podían pretender los culpables que nada ocurriría, alguien debía intentar rescatar el decoro de cada cual, de los suyos, o el de muchos chilenos.

     Desde inicios del año 1985, un reducidísimo grupo de exploradores del FPMR, tomaban datos públicos en general y sin saberlo, le seguían los pasos a Pinochet. Según testimonio del jefe de la infraestructura de Raúl Pellegrin, uno de sus hombres más confiables, acopiaban información a ciegas. El cinco de diciembre de 1984, el jefe de la Logística exterior recibe la misión de la Comisión Militar de buscar armas fuera del país para el proyecto de Sublevación recién acordado. Como coletilla le dijeron: también son necesarias para una misión combativa de carácter especial. Enfrascado en sus tareas de las armas de “Carrizal”, proceso que duró más de un año y medio, este Jefe logístico sólo uniría ambos acontecimientos después del siete de septiembre de 1986 cuando se realizó el atentado al Dictador. Gladys Marín en diversas ocasiones (En Testimonios, La Vida es Hoy, de la propia Gladys, y en su entrevista para el libro de Francisco Herreros Del Gobierno del Pueblo…del 2003) asume la responsabilidad y entrega los fundamentos políticos del “tiranicidio”. El tirano era un real y duro obstáculo para lograr un cambio significativo en el sistema político del país. Sebastián, Guillermo Teillier, jefe de la Comisión Militar, lo reconoce sin ambigüedades en su intervención en el XV Congreso del PC en mayo del 89. Corvalán en sus memorias (Pág. 295) aunque distorsiona y relativiza hechos determinantes, queda implícita la responsabilidad política del PC en el atentado al dictador. Aunque este se podía realizar en cualquier momento posterior al cumplimiento de todas las exigencias de carácter técnico y operativo, estaba íntimamente vinculado a la Sublevación Nacional (Ver entrevista de Guillermo Teillier en Francisco Herreros. Ibid.), podía ser su detonante. Nació con ella.

     Raúl Pellegrin dentro de sus múltiples tareas como jefe del Frente, le otorgó un lugar principal a la misión de ajusticiar al tirano. Su jefe de infraestructura recuerda la prioridad que tenía en la atención a Miguel, más conocido entre sus pares como “Tarzán”, el cazador del dictador. En el libro de Tita Friedman, (Mi hijo Raúl Pellegrin LOM 2008) nos relata con detalle las acciones fallidas previas a la emboscada del siete de septiembre de 1986 y su inolvidable interacción con el jefe del Frente en cada paso que daba tras el tirano.  En el invierno de 1985 Miguel estudia y con un reducido grupo de apoyo prepara una emboscada con autos cargados de explosivos en el bandejón central de Américo Vespucio. Cuando ya todo estaba listo, un sorpresivo movimiento de maquinarias ingenieras de viales, cambió repentinamente toda la “situación operativa”. Era una remodelación, ampliación de la avenida en el mismo sector de la emboscada, allí mismo murió el primer intento. El treinta de octubre de este 1985, posterior a un nuevo seguimiento e investigación, Miguel prepara otra emboscada con explosivos direccionales situados en la berma del Callejón Lo Ovalle, vía alternativa del dictador cuando se dirigía a la inauguración de la FISA. La Dirección del PC no autorizó la emboscada en la vía principal la Av. Los Cerrillos por su gran afluencia de tráfico vehicular. No fueron atendidas las explicaciones de Miguel con relación a las grandes distancias y tiempos que deja la comitiva antes y después del paso de la caravana, esto daba garantía y seguridad al cumplimiento de la misión sin daño a personas inocentes. Como si la casualidad y la previsión estuvieran coludidas con la dirección del PC, una de las cargas explotó intempestivamente mucho tiempo antes de la hora supuesta para el paso de la caravana. Miguel ubicado muy cerca de las cargas, y sin haber accionado el interruptor en su mano, saltó del espanto ante el ensordecedor estruendo. Así, todo sucio y lleno de barro se subiría en una “micro” desapareciendo del lugar previo al arribo de la policía. La explosión hirió a una automovilista que transitaba en ese instante por el lugar. El estallido anticipado del explosivo lo produjo la espoleta de inicio con un mecanismo eléctrico idéntico a la carga que mató a la joven combatiente en la Municipalidad de Lo Prado. El último intento fallido fue mucho más frustrante que todo los anteriores. Un escogido grupo trabajó intensamente y por largo tiempo en un túnel por debajo de la carretera que une Santiago con el Cajón del Maipo, en el lugar conocido por Las Vizcachas. Una falsa amasandería que funcionaba con regularidad daba la cobertura necesaria para los trabajos ingenieros. Un túnel paralelo y por debajo de la carretera con suficiente explosivo estallaría al paso del auto blindado del dictador. La operación fue suspendida poco tiempo antes de que todo estuviera listo para su ejecución. Miguel, asegura que no se realizó por la caída de los explosivos en Carrizal. Según su testimonio, el propio Raúl Pellegrin se lo planteó. Por otro lado, el máximo líder de la Comisión Militar, Sebastian, en su entrevista afirma que él la suspendió en visita al lugar acompañado del jefe del Frente, por las probables consecuencias a personas inocentes. A la hora del paso de la caravana, había mucho movimiento de gente en el lugar -señaló-. En más de una oportunidad he insistido en este caso, y ambos protagonistas mantienen sus dichos. El último dato sobre esto, lo entrega Pedro, el responsable de las armas desembarcadas cerca de Carrizal. Dice textual: Las armas y demás medios para el atentado se entregaron a la logística del FPMR mucho antes de la caída de Carrizal, las primeras armas y explosivos desembarcaron a fines de mayo, y una semana después ya estaban distribuidas en los almacenes.

     Del atentado al dictador en la Cuesta Achupallas el siete de septiembre de 1986 se ha publicado bastante. No obstante, siempre es sobrecogedor recordar la última alocución de Ignacio Valenzuela Levi que les da a sus combatientes antes de ir a una operación, donde seguir vivos después de esta, se reducía al tiempo de un suspiro…, y como si los números existieran para calcular las posibilidades entre la vida y la muerte, les precisó que tenían un 10% de probabilidad de seguir respirando en este mundo una vez concluida la magna misión de eliminar a un dictador asesino. El dramatismo de ese momento, para muchos de ellos no pasa de ser algo que expresan otros. Si estábamos allí, había que hacerlo, dicen con modestia algunos de sus protagonistas. ¿Cuántos rodriguistas en las más diversas misiones, o el sólo hecho de andar clandestino por las calles de una ciudad controlada por sus enemigos no vivieron a diario este desafío? Por allí andan los orígenes de esa “mística” que tanto impactó en sectores populares que los conocieron. El dictador sale con vida de la emboscada y otra vez no hay una investigación acuciosa para estudiar sus probables causas operativas y técnicas, ni tampoco para evaluar sus consecuencias políticas inmediatas y al mediano plazo. No hemos encontrado algún documento de la organización donde se haga una evaluación operativa y política del tiranicidio.

     El año 1986 fue el de mayor actividad operativa del FPMR, y fue además cuando recibió, hasta ese momento, los golpes más sensibles de los aparatos represivos. Otra vez, grandes apagones nacionales, doce torres derribaron para el emblemático paro-protesta del dos y tres de julio de ese año. Se toman dos radios y difundieron proclamas, realizaron dos secuestros de tipo propagandísticos a un cabo de carabinero y a un coronel del ejército, con resultados positivos. Varios cuarteles, dos patrullas y un bus de carabineros atacados con saldo de numerosos policías heridos. Por primera vez el Frente realiza un hostigamiento con granadas y disparos de fusil a la casa de Manuel Contreras, y a un cuartel de la CNI. Un grupo reducido ajusticia a un colaborador de la dictadura que en días previos había disparado con escopeta a pobladores en protesta en el sector sur de Santiago. Un equipo del trabajo propagandístico interfiere, con alcance limitado, la señal de la Televisión Nacional y lanza una proclama. Los sabotajes menores en ese año son incontables. La mayor operación del año y de toda la breve historia del Frente, es el atentado al dictador. La mega internación de armas por Carrizal -no es realzada por el Frente- es obra de la Logística Central, otra de las estructuras militares, en este caso no combativa, también subordinada a la Comisión Militar. (Detalles en “Carrizal las armas del PC” Un recodo en el camino. LOM)

     Todo ese accionar, si bien era de preocupación para la dictadura, principalmente para sus aparatos represivos, incluso aumentando en número y cantidad, no ponían en riesgo la estabilidad del régimen. El problema de fondo radicaba en que estas acciones estaban íntimamente relacionadas con el estado de ánimo de amplios sectores populares, sobre todo por estar coludidas con las protestas nacionales. Eso era el caos, la ingobernabilidad de dos o tres días en las principales ciudades del país, que obligaban al dictador a un enorme y sostenido despliegue de sus tropas, provocando un estado de conmoción y rechazo de grandes mayorías que hacían caso omiso a las campañas contra los supuestos terroristas del Frente. Terror tenía la gente en los barrios populares a las patrullas de CNI que se aventuraban a pasar disparando por las poblaciones en noches de protesta.  El dictador y su equipo de asesores ya conocían los acercamientos de toda la oposición desde inicios del año 86. El 14 y 15 de abril los estudiantes universitarios donde el PC es mayoría en la CONFECH, se toman recintos y realizan su propia protesta nacional. Son reprimidos por igual, y como consecuencia los represores darían una respuesta similar y a nivel nacional. Desde marzo y utilizando organizaciones sociales la oposición convoca a una Asamblea de la Civilidad. Este sería el instrumento público para llamar a rupturistas y negociadores a las protestas de ese año. Allí estaban los comunistas y demás agrupaciones de la izquierda pretendiendo que estas protestas se prolongaran hasta llegar a la sublevación, mientras la burguesía tradicional pretendía utilizarlas de forma pacífica en interés de negociar su “Acuerdo Nacional”. Desde ese momento ya hay voces que exigen aislar a los comunistas que vienen de socialistas renovados y desde los propios EE. UU. El Dictador toma medidas previas y arremete desde fines de mayo y durante 10 días, lanza la mayor operación contra insurgente realizada en dictadura hacia las poblaciones populares de Santiago y Valparaíso. Miles de pobladores son controlados y revisados sus hogares. Lejos de amedrentar, serían un potencial caldo de cultivo para los llamados a protestar o a paros en los próximos meses. Convocada por la Asamblea de la Civilidad para el dos y tres de julio, fue la mayor protesta entre todas. Para muchos en el PC, fueron los prolegómenos de una sublevación. Los enfrentamientos fueron generalizados a lo largo y ancho del país donde la dirección principal siempre fue Valparaíso, Concepción y principalmente la capital. Todos se asustaron por la fuerza popular y los sostenidos enfrentamientos nocturnos en medio del ya esperado “apagón” nacional. La represión otra vez causa, según informaciones de prensa, 10 muertes y centenares de heridos, y como era hábito, nunca fueron investigadas. El impacto mayor lo provocó una patrulla del ejército al quemar vivos a una pareja de jóvenes.  El hecho quedaría junto al crimen de los degollados, dentro del período de las protestas nacionales, como la máxima expresión de la barbarie a que podían acudir estos “servidores de la patria”.

     Un informe con decenas de páginas acerca de los resultados de esta protesta o paro nacional, elaboradas por el PC, da cuenta detallada por cada territorio regional del partido de todo lo obrado en la jornada, incluyendo no sólo el accionar combativo, sino todas y cada una de las acciones de protesta, barricadas, o simplemente la paralización de sus centros de trabajo. Fue todo un éxito, aunque lejos aún de la Sublevación planificada, y como una absurda paradoja, ─solo se puede decir una vez pasado los años─, es el comienzo del fin de este método popular de enfrentamiento a la dictadura.

Si bien hubo otras, la protesta-paro del dos y tres de julio nunca fue superada. El susto político de la burguesía otra vez compele: entre el 17 y el 20 del mismo mes de julio el PDC rechaza toda alianza con el PC y se retira de un comité clandestino de coordinación creado para las protestas, denominado Comité Político Privado. Pocos días antes, el 14 de julio, el representante del Secretario de Estado de EE. UU. pide a la DC no legitimar al PC. Desde allí en adelante, todos los demás partidos menores seguirían al mandamás.

La caída de las armas en el norte el 6 de agosto, dado a la luz pública el 11 del mismo mes, sumado al fallido atentado al dictador el siete de septiembre, fueron los mejores y más oportunos argumentos para final y definitivamente alejarse de un partido comunista con tal capacidad combativa y que continuaba, en ese minuto, promoviendo la Sublevación Nacional, una salida rupturista a la dictadura. El impacto no fue únicamente para una burguesía temerosa de este PC con tal capacidad político-militar, también llegó a los propios dirigentes de la Comisión Política alejados de la conducción y participación directa de la Sublevación. Al finalizar septiembre, dice Corvalán en sus memorias, se percatan que la situación había cambiado, los habían aislado y en lo adelante sería evidente la baja en las movilizaciones por venir.

     Desde el mismo Golpe de Estado del 73, el PC nunca había logrado atraer al partido Democratacristiano a conformar algún tipo de coalición en contra de la dictadura. Porque nunca tuvo la fuerza necesaria para imponerse, ni por otro lado, tampoco había renegado de sus posiciones políticas para ser aceptado por la DC. Fue en ese preciso instante de 1986, cuando se logra la Asamblea de la Civilidad y del Comité Político Privado, resultado de la fuerza y capacidad movilizadora de este PC, que consiguen finalmente sus propósitos de unidad con la DC. Aunque frágil, era una inédita forma de lograrla; no fue resultado de un llamado implorante, es la única vez que esta relación unitaria se fundamenta en la capacidad política y militar del PC. Sentaron a la DC a su lado sin renunciar a ningún componente de su política de Rebelión ni de Sublevación Nacional.

Pasado septiembre, resultado de grandes presiones, la burguesía temerosa de tal cuadro, se pronuncia por un abandono total de estos espacios. Allí mismo el PC comienza un lento, complejo, contradictorio y dilatado proceso, ─Paso táctico le llamarían, imposible de revisar en estas páginas dedicadas al FPMR─ con un paulatino abandono, como a regañadientes, de las esencias de esta rebelión de los comunistas, hasta una vez llegado el año 90 y sin la presencia del tirano, dar certificado de fe y poder volver a su centenaria manera no armada, no violenta de hacer política. A partir de ese mismo crucial momento de fines de 1986, el sector más revolucionario que ha tenido este partido en su historia, o la idea revolucionaria de la Sublevación, comenzó a perder posiciones y capacidad de influir en los acontecimientos. Estos comunistas estaban dispersos y cruzaban de manera horizontal a todas las orgánicas del partido, fueron quienes apoyaron decididamente a la Sublevación en cada protesta, que lejos excedía a los miembros de sus estructuras militares. Nunca tuvieron coherencia orgánica, ni siquiera sabían que existían, eran portadores comunes de un espíritu nuevo, habían dejado de ser mártires.

Rápidamente la tradición en el PC recupera posiciones y enfila sus críticas y culpas a los “responsables” de la situación: La Comisión Militar, la cara más visible y donde estaba la conducción real del tema militar. Y si hiláramos más fino al revisar las medidas orgánicas y disciplinarias tomadas por la dirección partidaria en ese último tercio de 1986, apuntaban claramente a los oficiales. (Ver las 20 medidas decididas para estos en noviembre de 1986. Ibid. En “De la Rebelión Popular”) Un hijo putativo creado por Fidel que la tradición recabarrenista nunca quiso tutelar. Ya tenían a los culpables, por tanto, nunca revisaron el por qué el año 1986 no fue decisivo ni se cumplió con el objetivo de sacar al dictador. Pasado el año 87, no quedaba ningún miembro original de la Comisión Militar. No fue aquí donde se hizo resistencia, al menos de manera pública, a la voluntad del partido de ir desmantelando poco a poco todo lo construido en este terreno político-militar. Es un tema aún por investigar.

5. El FPMR autónomo.

     Raúl Pellegrin Friedman, en una mañana a fines de mayo de 1987, miraba a Luis Corvalán con sus ojos azules muy abiertos, cuando este le dijo con suavidad, pero no con menos firmeza, que la Dirección del Frente debía ser remplazada, y sus integrantes serían enviados a otras responsabilidades o a cursos de preparación de cuadros en el exterior. No era la primera de las reuniones con la dirección, pero si fue la única con Luis Corvalán. Raúl no se sorprendió, las contradicciones y diferencias de la dirección del PC con su trabajo militar en general, venían desde mayo del año anterior. En ese entonces había iniciado un proceso de intervención, como un control y llamado a la disciplina partidaria a los principales mandos militares. El argumento central que explicaba tal proceder, según el PC, estaba determinado por desviaciones ideológicas, un alejamiento o deformaciones de la política del partido existentes en estos militares. Se argumentaba el desconocimiento de la historia y la política del partido. En noviembre del 86, dentro de un grupo de medidas con el trabajo militar en general, arremeten contra el TMM, procuran cambios de cargos y envío de otros oficiales a estudiar al exterior, y su jefe nacional, Salvador, es removido de su responsabilidad, se trataba del segundo de la Comisión Militar. Es este quien nos relata el episodio. Raúl le pidió a Corvalán si era posible establecer un diálogo político antes de tomar medidas orgánicas. Corvalán premunido de toda la autoridad que le daba el cargo le contestó: Yo no vine a discutir de política con usted, entregue el cargo y después se podrá discutir lo que quiera…; Y si no es textual, pueden haberse dicho las cosas de otra manera, señala Salvador, es la esencia del breve dialogo que da inicio al proceso en que el FPMR dejaba de subordinarse al PC. Pellegrin se resiste a entregar su cargo y la organización. Salió como desencajado, abatido, comentaría Salvador al verlo después del encuentro. Era el final de casi un año de discusiones y propuestas para solucionar el conflicto. Tenía cierta confianza que a ese nivel se podría encontrar alguna solución política, afirma Salvador.

En octubre, pero del año 2018, en entrevista realizada a Guillermo Teillier, jefe de la Comisión Militar, consultado sobre este tema, refiere -en términos generales- todo lo contrario, a los acontecimientos vividos y relatados por Salvador, según Teillier, habría sido Raúl Pellegrin quién se habría negado a la discusión política. Independiente a este detalle contradictorio, el desenlace casi inmediato de los acontecimientos, demostrarían la voluntad política del PCCh de eliminar no solo al FPMR, sino todas las estructuras afines a su Política Militar. Finalmente, al colectivo que se resiste a los cambios exigidos por la Dirección del PC, alguien acertadamente le llamaría Frente “autónomo” y así quedaría para la historia. El PC en muy poco tiempo reorganiza un numeroso grupo de jóvenes oficiales y combatientes que se mantienen leales a este partido, más unos cuantos de la vieja guardia, e intenta mantener el Frente tal cual si no hubiese ocurrido nada extraordinario. Quedaría como “Frente partido”, el nombre no era nuevo, así había sido siempre. A poco andar, y en sintonía con los reacomodos políticos del PC, dejaba el beligerante nombre de “Frente”, para asumir la más laxa denominación de “Movimiento”. Finalmente, años más tarde, esta organización también saldría de su redil.

     La esencia de todas las medidas orgánicas tomadas con el trabajo militar -no únicamente con el Frente- en general respondía a cambios en la dirección del PC acorde con su visión de cómo solucionar la situación de aislamiento de fines del 86 y que se profundizaría en lo adelante. La respuesta a tal situación fue una readecuación política que le llamaron “Paso Táctico”. En el transcurso de un poco más de dos años, de forma lenta pero inexorable, se transformó en estratégico, era el fin de la Sublevación Nacional y de la Rebelión con todas sus formas de lucha. En el Pleno del PC de 1987 ya se habla de “Levantamiento Democrático”. En un documento de Raúl Pellegrin de junio del mismo año 87, denuncia las diferentes medidas y acciones tomadas por la Dirección del PC con relación a disminuir, cambiar funciones, restarle protagonismo al trabajo militar, al Frente en particular. Lo más grave, advierte Pellegrin, de un paulatino abandono de la política definida en el Pleno de 1985 de la Sublevación Nacional. Mientras el PC en su propio documento de julio de 1987 da respuesta y refuta enérgicamente todo lo expuesto por este grupo fraccional; y retruca con descargos y acusaciones a los fraccionalistas por sus falsedades sin sustento.

Premunidos con la ventaja de contar con el tiempo transcurrido, una fugaz mirada a este ya largo período post dictatorial, donde se mantienen las esencias del sistema económico y social creado en dictadura, la inserción plena del PC en este, independiente a su validez política, estemos o no de acuerdo con ello, son la mejor respuesta a los descargos hechos por esa Dirección del PC en julio de 1987.

     Y en honor a la realidad, este Frente autónomo, en términos numéricos fue una fracción. Eran comunistas la inmensa mayoría de estos frentistas que se fueron tras la autonomía liderada por Raúl Pellegrin. El documento recién mencionado del PC de julio-87, tiene la virtud de ser el único en toda esta historia, donde este partido reconoce la plena y absoluta paternidad sobre el FPMR. El PC lo creó, la Comisión Militar y Raúl lo formaron como jamás sus progenitores lo imaginaron. De los miembros de la jefatura del Frente con sus estructuras subordinadas, únicamente se quedó en el partido el Político Daniel Huerta, con algunos de los integrantes de su equipo. Todos los miembros de la jefatura nacional del Frente, así como sus mandos intermedios y la gran mayoría de los jefes de grupo y combatientes, hasta ese 1987, eran miembros plenos del Partido o de su Juventud. SE trató de una verdadera fracción, pero del Partido Comunista. Si bien es cierto a este “autónomo” se le sumaron una notoria cantidad de miembros de otras estructuras militares, del TMM, de la Logística, de las Milicias, y militantes comunes, fue una fracción minoritaria del Partido Comunista.

El “autónomo” fue la expresión orgánica por la izquierda de una crisis política del PC mucho más abarcadora que la reduccionista explicación de que se trataba de “una fracción del FPMR”. La crisis es por temas políticos globales del Partido Comunista, no por diferencias de implementación entre rodriguistas. Una buena parte de la infraestructura del Frente formada por viejos comunistas, no se sumaron a esta “fracción” discrepante por la izquierda. Como organización clandestina, alejado del paraguas protector y de los sectores sociales donde este partido siempre ha tenido arraigo, el Frente autónomo tendría que recorrer un largo camino para llegar a tener un precario vínculo directo con algunas organizaciones de masas. En ese mismo minuto, una fuerte fracción de la vieja guardia comunista se iba por la derecha intentando apurar al PC en la inserción a la solución negociada. Era una crisis al interior del PC que perduraría con múltiples aristas, cuestiones de la historia fresca de este partido, que terminaría después de su XV Congreso en 1989. Independiente a personas y figuras, si era acertado o no, había ganado la tradición. A poco andar, el Partido entraba en el Parlamento post-dictadura, allí estaba como pez en el agua con un diputado más, comparando con la cantidad de parlamentarios que tuvo Luis Emilio Recabarren en 1915. Para algunos comunistas de camiseta pegada a la piel, el resultado de todo este momento de crisis es toda una virtud, no únicamente por haber sobrevivido a la dictadura, lo es sobre todo por seguir siendo Partido Comunista posterior a la desaparición del campo socialista, cuando decenas de paridos homónimos en el mundo, cambiarían no sólo de nombre.

     EL FPMR autónomo asume su independencia duramente golpeada por la represión. En 1986 habían caído un puesto médico (1-VII) y una clínica preparada hasta para intervenciones quirúrgicas menores (17-XII). A consecuencia de esto, en el primer caso, Carabineros de Chile asesina salvajemente en el lugar a dos mujeres y un joven, todos familiares entre sí y parte de esta estructura de aseguramiento médico. No eran de grupos operativos ni conocían el manejo de las armas. Es lo más probable que la razón de tal proceder de la policía haya sido como respuesta y venganza por los carabineros victimas de emboscadas y ataques a sus cuarteles. La prensa del régimen repetía la mentira: “se suicidaron”. En la clínica allanada por la CNI casi a fin de año, detienen a todos los miembros de este equipo. Como consecuencia arrestan, no todos al mismo tiempo, a los tres doctores y una enfermera que tenía la clínica. Uno de los médicos es formado en el país, y los otros dos, donde hay una doctora, son los únicos que participaron en la lucha clandestina de forma permanente, de entre casi doscientos médicos que se habían preparado en Cuba desde 1972.  La consecuencia mayor y más potencialmente peligrosa de la caída de la clínica es la detención del segundo jefe del FPMR y el jefe de Valparaíso. Ha pasado a ser una leyenda la conducta de estos hombres ante la tortura. De no haber sido así, el impacto al interior de la organización hubiese sido devastador. Otra vez solo existen conjeturas sobre las causas de todas estas caídas.

     Los golpes de mayor magnitud en 1986 fueron posteriores al desembarco de toneladas de armamento en Carrizal y al atentado al dictador.  Si bien es cierto Carrizal es responsabilidad de la Logística Central, estructura subordinada a la Comisión Militar, el impacto fue de tal magnitud, que sus consecuencias operativas y políticas envolverían al FPMR.  Para la dirección del PC, todo era “lo militar”. Para la opinión pública y todos los actores políticos de ese decisivo año 1986, ambas operaciones eran del FPMR, el propio Corvalán en sus memorias, (Pág. 299), oculta la verdad, no sabemos si por ignorancia del quehacer de sus estructuras militares, o se debió a una consciente manipulación política. Lo cierto es que todos esos actores tanto de la dictadura como los “no violentistas” de cualquier color, saltaron espantados ante la capacidad del PC. Y como es ya conocido, se profundiza el aislamiento del partido y sería el mejor argumento para acelerar la desmovilización popular y la no violencia, por la cual democratacristianos y socialistas renovados se la jugaban desde fines de 1984 y con mayor fuerza desde la protesta del primero y dos de julio de 1986. Toda la infraestructura del TMM y del FPMR se puso en tensión para resguardar quizás a más de un centenar de perseguidos como coletazo de la magna operación de Carrizal. Las violaciones a la compartimentación necesariamente repercutirían en el FPMR. (Detalles en: Carrizal, las armas del PC, un recodo en el camino.  LOM 2018

     En una comunicación salida de la cárcel que llega a manos del Jefe del Frente, posterior a la detención de un grupo de cinco combatientes del atentado al dictador, se asegura que la caída en manos de la Brigada Investigadora de Asaltos (BIA) de este grupo, nada tuvo que ver con supuestos fragmentos de huella digital de Sacha, Juan Moreno Ávila, protagonista del atentado, encontradas en una botella o tarro en la casa de acuartelamiento utilizada previo a la emboscada.  Según la BIA, con esa reconstrucción dactilar identificaron a Juan Moreno, luego detenido y torturado de tal manera que entregaría en pocas horas el lugar donde el resto del grupo realizaba ejercicios matinales. La verdadera historia según esta nota entregada por un preso común quién compartió el encierro con los del atentado, es mucho más pedestre que los supuestos logros de la criminalística de la policía civil. Surge de un malhechor común, cercano a Sacha de un barrio popular de la zona norte de Santiago. El delincuente, por otros entuertos nada que ver con nuestra historia, había sido amenazado de muerte por un policía de esta brigada. Ante tal amenaza, este delincuente supuestamente negocia su vida por la entrega de uno de los miembros del FPMR participantes del atentado. Con el dato seguro, la BIA rápidamente llega donde Sacha, y con mayor rapidez y bajo tormentos, logra dar con los cuatro combatientes restantes del grupo.

     A partir de la investigación asociada al atentado, y en este caso es mérito de estos investigadores, por cierto, siempre usando la tortura, logran llegar a la estructura de distribución de la logística del FPMR. (Detalles en de La Rebelión Popular…)  Es el equipo que guarda y distribuye las armas y explosivos más inmediatos al accionar. Son el vínculo entre los almacenes y los grupos operativos. El jefe es Vasili Carrillo y es detenido y torturado. No obstante, la BIA no pudo seguir el hilo hasta la logística ni hacia la jefatura de la organización. Vasili corta el hilo conductor.  Por otra parte, uno de los cinco del atentado, es Víctor Días. Estos dos nombres, Vasili y Víctor, serían vivamente publicitados por la prensa del régimen, eran hijos de connotados dirigentes comunistas asesinados por la dictadura.  En ese momento y por este hecho, Raúl Pellegrin fue vivamente criticado por la dirección del PC. Habían ordenado que pasada la operación todos los vinculados a esta salieran del país, de ninguna manera la operación podía ser vinculada con el partido. La inmensa mayoría de los jefes y combatientes salieron. Víctor fue seleccionado para formar un grupo destinado a operaciones especiales y se quedó, no tenía ninguna disposición para irse del país. Había ingresado a Chile por sus propios medios. Vasili simplemente se negó de manera tajante. Era uno de los oficiales del partido y había entrado a Chile a mediados del 85 en contra de la voluntad de esa dirección. Para lograrlo había amenazado en ese entonces con renunciar al partido y entrar con sus propios recursos. En la entrevista hecha para el libro de la Rebelión Popular, confiesa que le habría manifestado al jefe del Frente, que el propio Secretario General tendría que venir a convencerlo de abandonar la lucha. Corvalán en sus memorias recuerda el hecho y acusa la indisciplina cometida alegando que era necesario mantener al enemigo en las penumbras con relación a la autoría del atentado.(Pág. 298) A lo que Vasili responde en su entrevista: Son los costos que esta pelea tiene,  no podía ser una formula ni una constante tener que salir corriendo al exilio al primer contratiempo que se presentara en esta lucha…, y por el contrario, el partido debía reconocer el tiranicidio, era moralmente justo y políticamente necesario.

     Justo en medio de esta crisis del Partido con su estructura militar, cuando prácticamente ya es un hecho consumado la separación del FPMR autónomo, la CNI ejecuta la operación de exterminio mayor que había realizado contra esta organización. Es operación Albania o Corpus Cristi: Doce rodriguistas, entre jefes y combatientes, hombres y mujeres, fueron asesinados en distintos escenarios por la CNI entre los días 15 y 16 de junio de 1987. Los detalles operativos de la masacre han sido relatados en múltiples artículos y textos, incluyendo el libro de La Rebelión Popular. Se ha especulado acerca de las razones de la dictadura que expliquen la matanza. Es lo más probable, y de acuerdo con las declaraciones en el juicio de algunos de los militares participantes, todo indica que la causa de la operación de exterminio ex profeso fue la venganza por el atentado al dictador. A esas alturas ya estaban claros que los militantes comunistas asesinados inmediatamente posterior a la emboscada no tuvieron nada que ver con la misma. El proceder con Ignacio Valenzuela Levi, responsable directo de la ejecución del “tiranicidio”, con 16 disparos en todo el cuerpo, siete en los ojos y el rostro, son indicativos de un particular ensañamiento; sabían que se trataba del jefe de la emboscada al dictador. Los militares operativos, incluyendo los jefes directos de la masacre, en sus declaraciones acusaron a otros agentes de la CNI ya fallecidos de ser los autores directos de la matanza. El director de la institución Hugo Salas Wenzel, salió directamente incriminado de dar la orden de la feroz carnicería. Este general se subordinaba exclusivamente al dictador. Condenado a cadena perpetua murió sin revelar la orden dada por su jefe inmediato.

     En un documento de junio de 1987, elaborado por Raúl Pellegrin pocos días después de Corpus Cristi, se refiere al estado actual de la organización y a las perspectivas inmediatas. Era imposible que se desconociera la magnitud del golpe recibido, en la introducción señala: Transcurridos seis meses del año 1987, nos disponemos ahora para evaluar este período, complejo sin lugar a duda, y mirar hacia adelante. Antes que todo, debemos decir que lo hacemos cuando aún estamos conmocionados por la caída de doce valiosos hermanos. Ello implica una doble responsabilidad ante las etapas que vienen, una por el dolor y la rabia que esto significa, y también por el hecho de que no todos cayeron combatiendo ni en acciones combativas. Ya dijimos que nuestro dolor es inmenso, por cuanto conocimos de cerca a estos hermanos, varios de los cuales eran ya un ejemplo de valor y entrega para quienes convivían con ellos; pero, para los Rodriguistas, el dolor y la rabia no se transforman en llanto, sino en más fuerza y empuje para salir adelante. El dolor no nos detiene a llorar, pero golpes como estos deben hacernos detener y ver cómo avanzar mejor.

6. Del Rediseño a la Guerra Patriótica Nacional.

     Una mirada desde hoy al contenido de los nuevos proyectos del Frente, se puede hacer con la consabida ventaja del tiempo transcurrido, con la seguridad de tener la información de lo que realmente sucedió, e intentar acercarse, introducirse en ese estado de la situación para comprender el cómo y por qué de esos planes y proyectos. Pensemos en estos hombres presionados por el imperio de las apreciaciones políticas desmovilizadoras; consideremos el impacto en esta nueva Dirección aún metida de lleno en la situación del año 1986 y en los próximos dos años anteriores al plebiscito. Con una innegable defensa de la lucha armada como parte indispensable, no la única, forma de lucha política; impactados por  una avalancha de retrocesos en el combate contra la dictadura, con la clara renuncia de la oposición burguesa que finalmente terminaría negociando y aceptando tal cual el cronograma del dictador, a lo cual se sumaba un paulatino y solapado abandono de la Sublevación por el PC, todo esto y por su propio espíritu revolucionario, metidos aún en una orgánica que se alimentaba de milicias y combatientes populares, llegan a la convicción que la contienda continuaba por otros medios pero con el mismo fin. Un espíritu de entrega sin límites por sus convicciones, donde el sacrificio y la probabilidad de dar la vida por ello es un costo no deseado pero posible, los lleva a elaborar un proyecto que hoy se nos muestra como irrealizable. Plagada está la historia de asaltos a lo imposible, lleno de proyectos derrotados está la lucha de los pueblos, cuestión que no invalida la justeza o necesidad de estos. Miremos y examinemos con decoro las ideas de aquellos que entregaron su vida por esas convicciones, sin pedir nada a cambio.

     El último semestre de ese 1987, posterior a la crisis y a Corpus Cristi, surge un pequeño núcleo de dirección encabezado por Raúl Pellegrin para reorganizar y reorientar a un Frente independiente. Su principal partenaire, es Salvador.  Aquí poco a poco, y enfrentados a la nueva realidad, comienzan a surgir las bases de un proyecto político propio. Según refiere Salvador como segundo jefe, en este momento es que aparece la figura de Raúl como un creador, un dirigente de nuevo tipo que madura otras formas de hacer política. El Frente autónomo nace defendiendo la Política de Sublevación del PC. Raúl como jefe del Frente en tiempos de subordinación al partido, sólo debía cumplir tareas o misiones concretas a partir de una línea política ya trazada; ahora sin la tutela partidaria, en un proceso que duró menos de un año, en dos o tres momentos, elabora el nuevo proyecto. Salvador, asegura que lo acompañó en toda esa labor creativa, discutían casi a diario, muchas veces puso reparos a las nuevas directrices, para finalmente, pese a diferencias, terminó apoyando e impulsando plenamente toda la nueva política diseñada por Raúl Pellegrin. Con un enorme espíritu este daría forma al nuevo proyecto, donde estaba incluida la creación de vínculos con diversas organizaciones de masas populares. Tarea, que independiente a los esfuerzos realizados con la creación de órganos públicos, con algunos sindicatos y centros estudiantiles y juveniles, nunca llegarían a consolidarse en el poco tiempo que le quedaba al Frente como organización activa y con cierta relevancia en la política nacional. Desde la misma separación y posterior a Corpus Cristi, el Frente busca una acción que lo sitúe nuevamente en el centro de la lucha contra la dictadura. Una acción de propaganda armada con el menor costo y la mayor repercusión posible; había que demostrar que el Frente estaba en plena capacidad de continuar la lucha contra la dictadura. La acción fue la operación “Príncipe”, el secuestro del coronel Carlos Carreño el primero de septiembre y liberado de manera espectacular en Brasil el dos de diciembre del mismo año 1987. La forma y desarrollo de la operación, las consecuencias propagandísticas, el resultado de las negociaciones para su liberación donde está incluida la repartición de miles de dólares en alimentos a poblaciones populares, con gran resonancia mediática, son muestra del cumplimiento exitoso de la misión. Estas movilizaciones populares de fines de 1987, Raúl las tomaría como un claro índice de que la lucha de masa aún estaba potencialmente activa.

     A fines de septiembre de ese año este núcleo reducido, y en rigor ahora sí es una Dirección Nacional, hace una evaluación y reitera que la Sublevación Nacional es el “único camino”, una “estrategia justa”.  Pero a partir de la definición de “vacío de vanguardia” en que habría quedado el pueblo por el abandono del PCCh, la nueva DN se plantea que “aspira a construir una fuerza político militar de vanguardia” Por primera vez aparece este concepto de “organización político militar”. Es el momento inicial donde el FPMR supera el calificativo público de “brazo armado del pueblo” y el de “fuerza militar propia” del PCCh. Esta enorme y compleja tarea que se propone lo obliga a transformar concepciones, estructuras y funcionamiento. Por primera vez aparece el concepto de “rediseñarnos como organización” que en el último trimestre de ese año se transformaría en todo un proceso de cambios al interior del FPMR. Era el Rediseño Político Interno. Dejar de ser un aparato militar, para transformarse en una organización político-militar.

     Al finalizar 1987 y en los meses del verano de 1988 la DN, Raúl en particular, realiza un profundo proceso de búsqueda y discusión para poder construir y desarrollar “el instrumento político militar de la revolución”. Había que dejar de ser “una fuerza moral, un símbolo, una fuerza en potencia” para transformarse en un “instrumento orgánico” una “fuerza real y capaz de...”. Dos procesos casi prácticamente simultáneos condujeron estos cambios. El “Rediseño Político Interno” que apuntaba esencialmente a superar deformaciones y lastres que impedían “la construcción de una fuerza político militar de vanguardia” y el llamado “viraje táctico” que culminaría en abril de 1988 en una reunión de Dirección Nacional ampliada que llevó el nombre de “José Valenzuela Levi”. Allí está el primer cuestionamiento escrito y oficial a los contenidos de la política de Sublevación Nacional del PCCh y por primera vez aparece el concepto de “guerra”.

     Para la DN esa reunión constituía —según palabras de su introducción— la “culminación de un proceso de reflexión comenzado a fines de 1987”. Era según definición el momento “del gran salto”. La esencia del nuevo enfoque nace de una particular apreciación de la realidad que vivía en Chile. Estamos en abril de 1988 y de acuerdo con toda la experiencia combativa acumulada en los últimos años se considera que “en el país se ha generado un estado potencial de lucha, una situación revolucionaria en maduración”. Se evoca la última de las más grandes y significativas protestas del 2 y 3 de julio del 86 y ante la evidente desmovilización reinante —recordemos que nunca más se repitió algo parecido— se afirma que la capacidad de movilización y lucha del pueblo está “latente”, también se denomina como “bloqueada”. Según esta apreciación la pérdida del protagonismo popular en combates callejeros se debía principalmente a un problema de conducción. Para destrabar esta situación se concluye que “el pueblo exige una mayor presencia y calidad militar de su vanguardia (s)”.

     La DN —según el documento de esta reunión— está plenamente convencida de la “prolongación de la dictadura” independiente a los resultados del plebiscito convocado para octubre de ese año 1988. El referéndum como parte del cronograma de la dictadura es visto como un trámite más en la voluntad continuista del régimen. El turbio panorama de la oposición lo describe como “la inserción en el sistema de los partidos de la burguesía y su coincidencia con las fórmulas del capitalismo dependiente” De la izquierda señala “la falta de confianza en el pueblo y en sus fuerzas”, y concluye que existe un “bloqueo de la combatividad de las masas por ausencia de una alternativa clara y viable de lucha”. Al imperialismo norteamericano lo sitúa en una posición de claro apoyo al dictador.  Con todos estos argumentos la DN del FPMR se siente con todo el derecho y está convencida que es un deber llenar ese vacío orgánico que aprecia y se llama claramente a revisar las concepciones de Sublevación Nacional que hasta ese entonces se mantenía incólume.

     Este trascendental cambio de concepción se fundamenta en una apreciación diametralmente distinta que se hace ahora acerca de las probables conductas del régimen y de sus Fuerzas Armadas.  Se tiene el firme convencimiento de que la dictadura buscaría cualquier fórmula para perpetuarse en el poder. De acuerdo con la experiencia en América Latina y a los años vividos en dictadura, cree que lo más probable es que ante un pueblo sublevado las FFAA ofrezcan “una resistencia encarnizada incluso con la intervención imperialista cuando esta resistencia pueda ser sobrepasada”. Se apuesta a la variante más compleja y no a la variante más fácil de un posible “desmoronamiento político moral de las FFAA” que suponía la política de Sublevación Nacional que “subestimaba” la respuesta del Estado y del imperialismo.

No se logra ver detrás de las declaraciones venidas del norte, el franco apoyo a la solución negociada y la preservación del modelo por encima de la continuidad del dictador.  Es necesario situarse en medio de tales hechos, intentando comprender sus contenidos, sabiendo que nuestro objetivo no sólo es descubrir la historia, sino también comprender a esos hombres en su más profunda motivación, su sentir nacido de frescos combates, conociendo de antemano, que pasarían más de treinta años para que ocurriera otras fugas sublevación en el país.

  Era evidente que, si se estimaba una “resistencia encarnizada” de las FFAA ante un supuesto escenario de un pueblo desbordado combatiendo al régimen, la política heredada del PC era insuficiente. Por tanto, el cambio debía ser sustancial y categórico: “Esto implica concebir una estrategia político-militar con más perspectiva, más objetividad, sin “plazismos”, que apunte a la creación de la correlación de fuerzas político militar para la derrota del Régimen y en la perspectiva de la revolución. Y esto nos lleva a concebir la Sublevación Popular como un proceso amplio cuya culminación sea la ofensiva del pueblo alzado en ciudades, pueblos y áreas de todo el país, con una poderosa fuerza militar, paramilitar y de masas. Pero que prevea la guerra de todo el pueblo y en todo el territorio nacional, como el elemento de gestación de esta correlación de fuerzas necesarias para vencer. (El subrayado es del original) (abril 1988)

     Veamos dos conceptos de esta Guerra Patriótica:

     1- “Hemos definido a la GPN como un proceso global, integral de lucha que combina lo militar, lo político, la movilización social, toda expresión de lucha y en el que tienen lugar todos los patriotas, y que se propone la derrota del enemigo mediante la combinación de golpes en todos estos frentes siendo el accionar militar el factor principal para ganar la guerra, pues será decisiva en el desgaste físico y moral del enemigo

     2- “Hemos definido igualmente a la GPN como un proceso no breve en el que irán transitando por distintas etapas ascendentes, a lo largo de las cuales iremos construyendo el Ejército del Pueblo y las fuerzas necesarias para la derrota del régimen y sus FFAA. La GPN alcanzará la derrota del régimen en una sucesión de batallas en que cada una será superior a la anterior, culminando con la ofensiva generalizada de todos los frentes, en ciudades, pueblos y campos de todo el país, y con un poderoso ejército del pueblo”.

     Exactamente el 20 de julio de ese año de 1988 la DN tiene un encuentro donde analizaría el estado de la organización en su preparación para “la irrupción”. Allí quedan claro varios aspectos del contenido de la GPN. Al revisar hoy ese estado de fuerzas y medios de la organización, y cotejarlos con los enormes retos que se autoimponen, sólo se puede entender por la enorme voluntad política y confianza que tenía Raúl Pellegrin en la posibilidad cierta de llegar a tal tipo de enfrentamiento, en un plazo no breve, como afirma uno de sus fundamentos.

Raúl Pellegrin pasó tres años en una escuela de cadetes en Cuba. El aprendizaje de la historia y los valores que sustentan a la Revolución Cubana, son base principal en la formación de los oficiales. Lo más probable es que el jefe del Frente tuviera como ejemplo lo sucedido con el incipiente Ejército Rebelde comandado por Fidel cuando fueron prácticamente destrozados por los militares del Dictador Batista, pocos días después del desembarco del yate Granma, venido de México con 82 inexpertos guerrilleros en diciembre de 1956. Fidel y Raúl Castro sobreviven y logran reorganizarse. Al reunirse en lo más intrincado de la Sierra Maestra, contaban con 13 combatientes y siete fusiles. Raúl Castro ha relatado esta anécdota infinidad de veces. Fidel contabiliza hombres y fusiles…, había sido un desastre. No obstante, una voluntad demostrada durante toda su vida lo compele a exclamar: Ahora sí ganamos la guerra….

     En julio de 1988 ya se tenía previsto “irrumpir” con acciones simultáneas para presentar a la guerra como un camino irreversible a partir del convencimiento de la continuidad del dictador en el poder. La decisión inmediata es: Una vez consumado el fraude post plebiscito, se deben tomar cinco o más sectores poblacionales emblemáticos de la capital, donde el Frente tenía experiencia y las condiciones preparadas, otros sectores se podían sumar en las otras ciudades principales del país. Todo en medio de una efervescencia popular por la supuesta indignación generalizada ante el fraude anunciado. Al unísono, la misión se completaba con la toma y control de cinco poblados rurales. “Neutralizar al enemigo, destrucción de sus instalaciones, recuperación de medios y realizar propaganda y agitación en la población”. La guerra debía darse en lo adelante en todo el país, hay clara referencia a las unidades guerrilleras y a la construcción de un ejército popular imposible de hacerlo en la ciudad. Era parte crucial del éxito de la estrategia la participación de “todos los patriotas”.

     Se concibe la ofensiva planificada (la irrupción) solo como el inicio de la guerra, exigiendo más adelante continuidad para el futuro. Esto era sólo un campanazo de aviso, una suerte de comenzamos, pero sin una continuidad inmediata. Ninguna de las acciones de irrupción rurales se hizo pensando en quedarse, instalarse en las zonas aledañas a los lugares de las acciones. Y en la ciudad se apostaba a un apoyo masivo de los barrios populares. Las instrucciones sobre una lucha guerrillera son para después, cuando estuvieran las condiciones en los territorios rurales donde las fuerzas del frente desarrollaban incipientes trabajos de basificación. Se plantean con detalles un sinnúmero de disposiciones organizativas y de instrucción para todo el resto de las estructuras tanto políticas como de aseguramiento. Se evalúan con rigor el esfuerzo de cuadros y combatientes a desplegar por todo el país para cumplir con el plan de la irrupción, en una suerte de combinación de ideas políticas estratégicas con precisas instrucciones táctico-organizativas para las acciones que vendrán. Es necesario decirlo, en tantas entrevistas realizadas desde el año 2010 para el libro de la Rebelión Popular, aparecieron determinados jefes intermedios, incluyendo algunos que estaban encarcelados, que nunca estuvieron de acuerdo con este diseño de la GPN.

     Como es de sobra conocido, en el Plebiscito ganó la opción por el NO. Sus resultados, y sobre todo, la neutralización de las esperadas maniobras de fraude o desconocimiento del dictador acerca de los resultados, desconcertaron a la DN del FPMR. En los territorios urbanos las tomas planificadas de las poblaciones se transformarían en felices marchas de milicianos junto a pobladores que jubilosos saludaban el triunfo del no. No obstante, a este radical cambio de la situación, la DN mantiene la decisión de irrumpir con las acciones rurales redireccionando en corto tiempo los objetivos iniciales. De impedir la continuidad de la dictadura, ahora el frente demostraría que no estaba dispuesto a permitir la “perpetuación del sistema”. Ahora es “atravesarse” en la continuidad del sistema político, social y económico construido en dictadura

     El 21 de octubre de 1988 se realizan cuatro operaciones rurales. La quinta en las cercanías de Ovalle nunca se haría.  En dos poblados en el norte chico, no hubo resistencia alguna ni resonancia propagandística. No tenían policías. En los otros dos lugares se cumplió la misión de propaganda armada. En el sur, en la localidad de Pichipillahuen, bastó con las advertencias para que la policía no resistiera. Le quemaron el cuartel, sin enfrentamientos y sin costos inmediatos para los combatientes. Los megalómanos partes operativos salidos días más tarde, distorsionaban el enorme esfuerzo y voluntad que tuvieron que desplegar los combatientes y jefes para poder cumplir con tales objetivos. La mayor parte de los protagonistas venían de la ciudad y eran prácticamente nulas las posibilidades de dar “continuidad a las acciones. Las bases en el campo aún eran incipientes y pocas. Nadie se podría sumar al “ejército patriótico” porque sus noveles soldados en pocos días volverían a desaparecer en las calles de la ciudad. El cuarto asalto es a Los Queñes, un pobladito cordillerano de la zona central, donde participa y muere el jefe del FPMR.

     Al asesinato de Raúl Pellegrin aún lo nublan incertidumbres. Caminaron tres noches continuas después de la quema del cuartel y la neutralización de dos o tres puntos principales del poblado al anochecer del 21 de octubre. De improviso aparece un policía disparando en medio de la escena. Una ráfaga incontrolada lanzada por un combatiente como respuesta, da muerte al uniformado. Desde ese minuto surgen más preguntas que respuestas. En la Región de la Araucanía la acción fue casi idéntica. La diferencia: Allí no murió nadie, ni en ella participaba el jefe del FPMR. En ninguna de las otras se produjo tal despliegue de fuerzas. En Los Queñes es posible la existencia de un probable traidor. Al salir del poblado se dividen en dos grupos, la represión sólo va tras el conducido por el jefe del FPMR que se dirige al norte por la precordillera. Un pequeño destacamento va al sur, nunca lo buscaron. Antes de llegar al lugar de la desmovilización, otra vez el grupo se divide. Uno lo dirige el potencial traidor; todos caerían en manos de la policía en la mañana del 26 de octubre, siendo salvajemente torturados; milagrosamente se escapa el signado como traidor. En la tortura algunos revelaron o confirmaron que allí andaba el jefe. El grupo de Raúl se dirige más al norte, sin que nadie ajeno a sus propios acompañantes supiera su destino.

     La represión concentra todas sus tropas hacia la extensa área donde está Raúl junto a Tamara y cuatro combatientes que esperan para desmovilizarse. Hasta este momento no se ha podido esclarecer las causas que obligan al jefe del FPMR a permanecer en este lugar mucho más tiempo del razonable, conociendo por el radio de escucha que posee, que son intensamente buscados. El lugar de espera es un campamento de verano en el sector La Rufina, al este de San Fernando, allanado por el GOPE en la mañana del 28 de octubre. En la cabaña está uno de los combatientes, los otros tres permanecen en un cerro cercano. El jefe escucha por el radio la inminente llegada del GOPE de carabineros. Toma un bolso con documentos, dinero y armas cortas y huye con Tamara. El que se queda en la cabaña por estar vinculado legalmente a ella, los ve correr por un sendero en dirección sur hacia donde estaba el campamento con los otros tres combatientes. Media hora más tarde, o quizás apenas diez minutos después de la fuga por el sendero, todos los policías del GOPE y de otras designaciones, en tropel se lanzan en su búsqueda. El sendero va en dirección contraria al Rio Tinguiririca. Nunca más fueron vistos por nadie. Los tres combatientes en un cerro cercano a no más de 500 metros no escucharon absolutamente nada y saldrían del área poco tiempo después. El 30 de octubre Raúl y Tamara aparecerán “ahogados” al intentar cruzar el río, dice la policía en la primera oportunidad que tiene. Todas las laceraciones de sus cuerpos fueron causadas supuestamente al ser arrastrados varios km. río abajo. De manera asombrosa sus ropas estaban impecables en oposición a sus cuerpos destrozados por la tortura. Esa es la conclusión categórica de médicos forenses independientes de la fiscalía militar.

     Hay diversas hipótesis de tipo técnicas y no pocas teorías de lo humano y divino del por qué Raúl prácticamente “esperó” en un mismo lugar a las fuerzas represivas. De la misma manera se especula como estas mismas probables razones habrían influido en su caída al momento de enfrentarse a las fuerzas del GOPE. El pacto de silencio de los asesinos durante estos 30 años ha impedido conocer parte o toda la verdad de lo acaecido. La “justicia” ha reconocido que a Raúl y Tamara les provocaron la muerte…, fueron asesinados…, pero no tiene culpables.

     La muerte con su implacable futuro obliga a descubrir su sentido. Mientras mayor sea el tiempo en que nos alejemos del 30 de octubre de 1988, en que Raúl aparece salvajemente torturado en el Rio Tinguiririca, al cumplir exactamente treinta años, mayor certeza tienen sus predicciones. No hay dictador ni un legislativo de uniforme, no obstante, permanece en esencia su sistema erigido sobre las bases políticas, económicas, sociales y culturales diseñadas por los ideólogos de la dictadura. La riqueza se concentra de manera escandalosa, mientras los protagonistas de la negociación se ufanan de su triunfo, y administran y recogen fracciones del “chorreo” prometido. A la vera y como parte intrínseca del sistema, idiotizan a un pueblo con su cultura miserable basada en la banalidad y el consumo. La dictadura y el neoliberalismo fueron un medio, otra manera, otra genial fórmula de la gran burguesía para defender y mantener sus privilegios ancestrales.

     Después de la muerte de Raúl, o después de la pérdida de orientación y asidero político del proyecto del Frente, la organización entró en una espiral de crisis e involución de la cual no saldría jamás. Pronto aparecieron múltiples y arrogantes fracciones ante la evidente derrota política. Muchos combatientes y jefes fundadores, en desacuerdo con todo lo acaecido se fueron a sobrevivir, a crear o construir sus vidas en campos lejanos de la política activa; otros a sobrevivir dispersos en los resquicios que permite esta sociedad. Los menos continuaron bregando en espacios periféricos intentando mantener su dignidad de luchadores populares. Para unos pocos el impacto de la derrota fue tal, que renegaron de lo obrado, no sólo del Frente, de su vida política toda. Hoy abrazan jubilosos la exitosa modalidad –del chorreo– de un capitalismo de última generación.  En contados casos algunos siguieron siendo los pistoleros que nunca dejaron de ser. Las acciones posteriores a la desaparición física de Raúl Pellegrin, lejos de resituar al Frente en el escenario político, lo dejan en un espacio marginal, perseguido y reducido a la nada misma con relación a sus años de certeza política. Solo cuatro años más tarde, en agosto de 1992, Salvador, el nuevo jefe de una DN que nunca llegaría a cumplir tal rol, intentando superar un estado de crisis casi terminal señala: Los hechos hoy nos evidencian que, a pesar de partir de un diagnóstico acertado de continuidad del sistema, llegamos a conclusiones erróneas, pues nos negábamos aceptar de que de una u otra forma esto iba a repercutir y alterar la situación política y social de Chile. De cómo se iba a afectar al “estado potencial de lucha”. Es más, en el fondo hicimos política como si nada hubiera cambiado, no nos convenía que cambiara, ello nos llevó a ver una realidad que no era, a sobredimensionar y prolongar en el tiempo una maduración de condiciones objetivas en franca decadencia y a punto de extinguirse”. … Los resultados de estas acciones hablan por sí solos, pagamos un alto costo en lo humano, político y militar”. (Informe Político de Salvador dado en Las Habana en agosto de 1992) Aún está por escribirse la historia del FPMR posterior a la muerte de Raúl Pellegrin.

     A los que investigan la historia, cualquiera sea la época y el tema, no se les permite la especulación, la suposición. Pero a la luz del momento actual, donde la derecha pinochetista y la gran burguesía aún es poder, con la participación en los comicios de la mitad del padrón electoral, con un pueblo que se revela indignado, pero sin proyecto concreto, sin liderazgo, con múltiples orgánicas carentes de conducción estable y unida…, ¿qué hubiese pasado si el PC no se inserta como acompañante indeseado del sistema político imperante, si simplemente cumple con el paso táctico dando un paso atrás esperando nuevos reacomodos en la situación política? ¿Qué habría pasado si Raúl Pellegrin sobrevive a su desespero por evitar la perpetuación de un sistema?

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Documentos:

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Informe al Pleno del Comité Central de enero de 1985, realizado en Buenos Aires en diciembre de 1984. De allí emerge el Proyecto de Sublevación Nacional.

Informe al Pleno del Comité Central del Partido Comunista de   agosto 1977. El informe está integro en un libro de Ediciones Colo Colo 1978, sin más información. Aparecerá una copia del original enviado a La Habana en 1978

Cuentas Políticas del PC a sus militantes de diciembre 1985 y de febrero de 1986.

Informe al Pleno del CC del PC de 1987.

Informe del PC a sus militantes sobre la crisis con el FPMR julio de 1987.

Informe elaborado por Raúl Pellegrin. Evaluación del estado del FPMR de junio de 1987.

Informe fines de 1987, de Raúl Pellegrin, El Rediseño Político Interno.

Informe Central Reunión “José Valenzuela Levi”. Documento elaborado por Raúl Pellegrin. Abril de 1988.

Informe evaluación estado del FPMR de Raúl Pellegrin del 20 de julio de 1988.

Informe Político de “Salvador” en La Habana en agosto de 1992

*Documento aparecido en el libro: “Manuel Rodríguez en tres tiempos”

Compilador: Sergio Rodríguez Gelfenstein. Edit. América en Movimiento. Valparaíso.

Septiembre 2020.

 

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