En el 40 aniversario del FPMR. Antecedentes para una historia * Parte 1

Luis Rojas Núñez

1. Introducción.

           El Frente Patriótico Manuel Rodríguez es de esos protagonistas que dejaron huella en la historia nacional. Es resultado de un parto con fórceps del Partido Comunista de Chile posterior a un prolongado período de gestación. Y su alumbramiento no fue en un solo día, ni nació completamente hecho, se fue armando de a poco. No existen antecesores similares en la historia de este partido, no obstante, al indagar, sí aparecen algunas estructuras militares como precedentes tanto en Chile como en el exterior. El 14 de diciembre de 1983, fecha de conmemoración de su fundación, es un arreglo convencional entre sus creadores cuando la organización ya había dado sus primeros pasos. Lo inscribieron fuera de tiempo en el registro de la historia, al no encontrar, o no tener fecha precisa de su nacimiento.

     La adopción del nombre: “Frente Patriótico Manuel Rodríguez”, aunque como proceso es menos escabroso, también fue una creación en dos o tres saltos del tiempo, tal denominación quiso recuperar en la memoria del pueblo y sobre todo de las nuevas generaciones el esfuerzo imperecedero de El Guerrillero y su indudable aporte a la lucha por la independencia, estableciendo un paralelo con las circunstancias de enfrentamiento a la dictadura. En Manuel Rodríguez se concentraba lo que se pretendía construir: una organización con una fuerte inserción en las entrañas del pueblo, que debía nutrirse de sus mejores hijos y aprendiera a actuar con la audacia del Guerrillero, insuflarles su inteligencia a las acciones por librar y el sentido nacional y patriótico de su lucha. Sin embargo, las únicas afirmaciones diáfanas e indiscutidas al nacer es que la nueva organización es parte del proyecto político del PC, donde aparece en términos generales y vagos, ─junto a otras estructuras militares─ subordinado a su Comisión Militar. Entonces no cabe duda, si se quiere entender cada una de las afirmaciones anteriores sobre esta organización, se debe acudir primero ─al menos de manera sucinta─ a sus progenitores: al Partido Comunista y su proyecto o línea política, la conocida, entre sus militantes y los estudiosos del tema como “Política de Rebelión Popular de Masas”, públicamente enunciada por Luis Corvalán entre los meses de septiembre y noviembre de 1980, siete años después del golpe cívico-militar de 1973.

     La violencia en el país desde hace más de doscientos años nunca ha tenido un origen difuso que sustente el manido recurso de su rechazo “venga de donde venga”. Siempre ha tenido el mismo arranque, viene del poder establecido por las diversas facciones de la gran burguesía que, a lo largo de toda la historia de Chile, sin titubear ha utilizado una y otra vez a sus Fuerzas Armadas cuando han sentido amenazado su estatus y sus privilegios. En sólo una oportunidad, y durante un escasísimo tiempo histórico, han tenido respuesta organizada y sostenida desde y en los sectores populares. Únicamente una dictadura en extremo tan violenta e inmoral como la chilena, provocaría el surgimiento de organizaciones como el FPMR, que, junto a otras, intentó dignificar a los avasallados de siempre.

2. Orígenes.

     El vínculo de Oscar Riquelme con el tema militar viene desde los inicios de la década de los 60. Quizás su acercamiento al empleo de la fuerza y la violencia en la política fue gatillado por los horribles tormentos sufridos por este comunista en tiempos del dictador Gabriel Gonzales Videla, quién además de destrozarle la columna, lo relegó a Máfil, en ese entonces un recóndito pueblito valdiviano. Desde antes del triunfo popular de 1970, es lo más probable que fuera el primer jefe de la Comisión Militar del Partido  Comunista atendiendo todo lo concerniente a este asunto. Otros viejos dirigentes ligados al tema se entremezclan en las responsabilidades vinculadas a las estructuras y funciones militares. (Ver Manuel Salazar.  Punto Final Nro. 885) Son tiempos de la Unidad Popular donde la principal tarea, además de las de inteligencia, eran de tipo autodefensivo, uso de armas cortas para el resguardo de locales y la protección de dirigentes, custodias de marchas y de las brigadas de propaganda. Son los numerosos militantes de la Jota y del Partido que formarían los Equipos de Seguridad, muchos de ellos adiestrados en estos menesteres en Cuba y la ex URSS, antes y durante el Gobierno de Salvador Allende.  Sí…, son grupos autodefensivos, no tropas estructuradas a modo de un ejército para “asaltar cuarteles y degollar oficiales”, como aparecerá en el burdo Plan Z creado para justificar las atrocidades del Golpe de 1973.

El PCCh llegó a tener en tiempos de la Unidad Popular aproximadamente tres mil militantes adiestrados militarmente, (Corvalán en el Informe al Pleno del CC de 1977), incluyendo a su Juventud; Eran muchos más de los que llegó a tener el FPMR en sus mejores momentos. La diferencia esencial no pasa por ningún factor de carácter subjetivo ni numérico, es fundamentalmente política que define su diseño estructural y sus misiones. La vía pacífica, o no armada asumida por el PCCh, su línea política para la conquista de un gobierno popular arranca desde los mismos cimientos de la vida de este partido. (Ver Recabarren: “El Socialismo, qué es y cómo se hará. Nov 1912) En ese Pleno de 1977 primero post Golpe, donde se reconoce un “vacío histórico” en el terreno militar, se asume que no se estaba preparado para defender al Gobierno Popular. En general se admiten errores e incapacidades de implementación, y no de las falencias del propio proyecto político, que tarde o temprano sería derrotado. Su defensa se apoyó hasta el triunfo electoral de Salvador Allende en una apreciación insustentable en sus esencias: la lealtad política del principal instrumento del poder establecido, un sofisma: el constitucionalismo de sus propios verdugos. (Corvalán. Camino de Victoria, Pág. 425)

     Oscar Riquelme -nacido en enero del 1919- encabeza los incipientes atisbos militares un par de años antes de aparecer la flamante política de la Rebelión Popular de Masas lanzada por Luis Corvalán en 1980. Está allí en momentos de las tímidas acciones audaces del “Frente Cero”, o Fuerza Central del PC en 1981, que tiene el valor de romper con la barrera de los miedos. Son los del primer apagón nacional derrumbando torres un día de noviembre de 1980. Apenas llega 1981 y estos pioneros, en el verano de ese año, emplean explosivos en sabotajes menores y les empañan la fiesta a los partidarios del régimen en el Festival de Viña del Mar. En ese minuto ya se llaman Comando Manuel Rodríguez y salen hacia Cuba los primeros combatientes a prepararse en cursos cortos de seis meses. ¿El mérito? Dan el puntapié inicial alumbrando el camino de lo posible. (Datos en De la Rebelión Popular a la Sublevación Imaginada. LOM 2011)

     Después del Pleno del “vacío histórico” de 1977 del PC, debieron transcurrir tres años más para que se abandonara el tradicional diseño político del “Frente Antifascista” (1973-1980) lanzado posterior al golpe de estado, que nunca sería escuchado por el principal partido llamado a formar parte de ese “frente”: La Democracia Cristiana. Diversos sectores y grupos del PC aportan a la construcción de lo nuevo, sorteando la enconada resistencia de la tradición “recabarrenista”. (Ver este proceso en Rolando Álvarez. Arriba los pobres del mundo. LOM 2011) El “cambio” no alcanzó para plantearse una “insurrección popular”, se logró admitir el derecho del pueblo a la “Rebelión”, donde caben todas las formas de lucha en contra de la dictadura, siempre bajo el imperativo ineludible de la lucha de masas; y lo relativo a la violencia…, podía llegar a ser aguda. El cómo, cuándo, con qué, de qué manera hacer la Rebelión…, era una tarea que el pueblo debía descubrir. (Ibíd. Boletín exterior del PCCh. Nº 43 y Nº 45). Andrés” más conocido por “El Hermanito”, uno de los oficiales del partido del selecto grupo de investigadores y elaboradores del tema, señala: Teníamos una muy indefinida línea política. En 1980 contábamos con los aspectos teóricos de la Rebelión Popular, no así en sus contenidos teóricos y político militares. En ese minuto se carecía totalmente de una política militar del Partido para esa misma “Rebelión”.  Esta se iría descubriendo y construyendo en los enfrentamientos populares en los años por venir hasta decantar en diciembre de 1984 en el Proyecto de la Sublevación Nacional. (Ver contenido y protagonistas del plan proyecto de la Sublevación Nacional. Ibid. De la Rebelión Popular…)

     Precisamente en un día impreciso del invierno de 1983 Oscar Riquelme, con la chapa de “Viejo Pablo”, le entrega a Raúl Alejandro Pellegrin las estructuras militares creadas hasta ese minuto. A través de este singular comunista podemos asistir a las distintas maneras en que este partido enfrentó el tema militar.  Oscar Riquelme es parte de la resistencia pasiva y de sobrevivencia en la persecución de González Videla. En esos tiempos andaba enfierrado, ─cuentan sus hijos─, en momentos de la singular vía no armada, aunque con determinada violencia, durante ese largo camino hacia la conquista del Gobierno Popular en 1970. Raúl Pellegrin lo relevó de sus funciones en 1983, cuando de verdad ─aunque la política del PC no lo señalaba de forma clara y definida─ comenzaba el pleno empleo de las armas, independiente a que estas formas armadas de lucha no fueran la línea principal del partido. Únicamente se trataba de un apoyo a la lucha de masas, el componente armado no era  ni nunca fue una dirección principal. Esa sola definición determina prioridades y nivel de dirección futura.

     ¿Cuál era la misión política y o militar del FPMR? ¿Cuántos grupos operativos recibió Raúl Pellegrin de Oscar Riquelme? ¿Cómo se fue armando la estructura? ¿Había un plan, plazos de un diseño de cuantía y tipos de grupos? ¿Qué medios…, y para qué? El Frente nace como una organización independiente, sin vínculo público con partido político alguno. Esa fue la decisión latamente discutida por la Comisión Política del PC en fecha imprecisa de 1982, cuando finalmente se aprueba el diseño básico de la estructura militar de este partido, donde está la Comisión Militar dirigida por Sebastián. (Guillermo Teillier, entrevistado en 2010) A esta Comisión se subordina el Frente Patriótico, el Trabajo Militar de Masas, (TMM) y el Trabajo hacia el Ejército (THE), posteriormente se suma la Logística Central, y otras pequeñas estructuras de aseguramiento no combativo. A poco andar, por las especificidades del THE, este saldría de la Comisión Militar. Desde la misma concepción de este diseño, el TMM debía ser la orgánica de mayor importancia, asegura Sebastián. Eran las estructuras “civiles” del partido que a todo lo largo y ancho del país, donde hubiese un solo comunista, debían darle contenido a esto de la “Rebelión” bajo una concepción de “autodefensa de masas” donde incluía todo tipo de acciones de carácter miliciano con el empleo de armas caseras. Su esencia era lograr la masividad en este tipo de enfrentamiento a través de la participación popular. En concordancia a esta definición política previa, el TMM era la estructura principal del aparato militar del PC. Por tal razón, afirma Sebastián, se designó a Salvador, el jefe de todos los oficiales del Partido en el exterior desde sus orígenes en 1975, como encargado del TMM y el segundo al mando de esta comisión. Raúl Pellegrin, sería el tercer hombre, en ese minuto designado jefe de un aún desconocido aparato con fuerzas incipientes y escasas: Comando Manuel Rodríguez. ¿Por qué Raúl Alejandro fue el jefe designado entre tantos viejos oficiales que le llevaban la delantera en años de preparación en Cuba y en experiencia combativa en Nicaragua? ¿Por qué precisamente él, cuando en Chile existían numerosos viejos cuadros preparados militarmente, con casi tres años de experiencia combativa en clandestinidad, casi todos ex miembros de los equipos de seguridad del Gobierno Popular? Una investigación en curso para una biografía del personaje intentará dar respuesta a este y otros enigmas que rodean la vida y muerte de Raúl Pellegrin (1958-1988), quien jamás exigiría a sus compañeros y subordinados, que lo llamaran “comandante”.

Salvador, el segundo jefe de la Comisión Militar, entrevistado en múltiples ocasiones, sitúa al Viejo Pablo también alrededor de la formación del TMM, estructura que nacía adosada a todo el partido y que se va organizando en la segunda mitad de 1984 y principalmente en 1985. Tarea más compleja pues eran pequeñas unidades de combate de cada organización regional o local del partido a través de todo el país. Había que romper la inercia, el miedo y la tradición, cambiar la mentalidad, dar a conocer estas nuevas formas de lucha a todas las estructuras del PCCh. Este desconocido trabajo fue mucho más arduo, lento y diverso en sus alcances y resultados. Aunque tenían un mando centralizado, dependían principalmente de cada uno de los Secretarios Regionales y o Locales del partido. Nunca por tanto tuvo una cohesión orgánica ni el sentido de pertenencia que alcanzaría el FPMR gracias a su relativa independencia y autonomía. No obstante, la única manera de entender los cientos de actos combativos, principalmente sabotajes menores a lo largo de todo el país en cada jornada de protesta desde 1984, aumentando gradualmente hasta 1987, es por la existencia de estas pequeñas unidades regionales y locales del PC.  Hasta hoy desconocemos si el PC haya realizado alguna investigación o evaluación oficial sobre el TMM, como también carecemos de una mirada político-histórica de este partido sobre estos años duros de la Rebelión Popular.

     El discurso político inicial del jefe del FPMR es resultado de la existencia de una dictadura en extremo violenta que justificaba una respuesta en ese terreno ante una inerme e indefensa población. La impunidad y una prepotencia avasallante de las fuerzas represivas del régimen ante un pueblo desarmado, eran sobradas razones para responder en el mismo terreno. No era la violencia en sí mismo, ni responde al etéreo recurso del venga de donde venga, esta violencia era respuesta organizada de lo que Raúl Alejandro Pellegrin llamó el brazo armado del pueblo, y apuntaba en una sola dirección: La dictadura de Pinochet, y principalmente su aparato represivo.  Así aparece en la primera conferencia de prensa en 1984, dada por Raúl Pellegrin con el nombre de comandante José Miguel, líder de la Dirección Nacional de la nueva organización. Allí plantea que su misión principal es la lucha contra la dictadura, y los objetivos más generales y a posteriores son de tal amplitud que no se adhieren a ningún proyecto político, ni expresa pertenencia a ninguna orgánica que no sea el pueblo mismo. “Somos hombres y mujeres del pueblo que hemos dicho basta a esta dictadura”, e insiste reiteradamente que la organización está formada por personas comunes del pueblo chileno. Todos pueden pertenecer a la nueva organización, la única exigencia es ser patriota y cada uno tiene un lugar en este combate contra la dictadura al estimular cualquier forma de rechazo y lucha.  No hay límites ni cortapisas, llama a todos a ser parte de la unidad del pueblo en contra de la dictadura, esta sería su divisa y base principal del discurso público.

     En realidad, no hubo sino hasta fines de 1987 una incipiente Dirección Nacional del FPMR. Raúl Pellegrin ingresó al país junto a otros cuatro oficiales en mayo de 1983. Tres de ellos fueron enviados a las estructuras preexistentes, quedando Pedro más conocido como “Caballito”, como jefe de la logística ya creada, en ese minuto subordinada a un conocido dirigente comunista. Raúl y Caballito conforman la incipiente y magra jefatura hasta la incorporación de Daniel Huerta, quizás a fines de 1983 o comienzo de 1984. Con cursos en Cuba, Daniel un dirigente de la Jota de nivel medio, ingresa al Frente a solicitud de Raúl para la elaboración de una revista de la organización; a muy poco andar, Daniel Huerta se incorpora plenamente a esta “jefatura”, en general participa de todas sus decisiones, pero concentra su trabajo en los asuntos de propaganda, su contenido y su fundamentación política. Era una jefatura militar reducida a tres o cuatro hombres, que poco a poco se fue ampliando hasta reunir esporádicamente los diversos jefes intermedios de la organización. Marcelo, es el primer oficial en acompañar plenamente a Raúl Pellegrin en la naciente jefatura. Era uno de los más destacados oficiales del PC, de inmediato ocupa la responsabilidad como jefe operativo o segundo jefe del Frente desde mediados del año 1984 hasta fines del año 1986 cuando cae en manos de la CNI. Marcelo en su entrevista (noviembre 2017), asegura que tanto lo de “Dirección Nacional” como lo de “comandante José Miguel”, era un asunto estrictamente comunicacional. Había una jefatura formada por ellos dos, ─según Marcelo─, quienes trabajaban juntos casi todos los días: “Nunca lo percibí como jefe, éramos una dupla de mando de la organización, que algunas oportunidades se nos sumaba el político Daniel Huerta y “Caballito” que era el jefe de la logística”. En la medida del crecimiento del Frente, esa jefatura iría aumentando en número con cada jefe de estructuras principales que se reunirían con cierta frecuencia, nunca bajo un plan de encuentros regulares. Por otro lado, afirma Marcelo, lo de comandante se circunscribía estrictamente a esas conferencias de prensa. Sobre el mismo tema Salvador señala que la verdadera dirección política del FPMR estaba en la Comisión Militar, es allí donde se discutía el sentido político del accionar del FPMR, es allí donde se aprobaba cada campaña de acciones del Frente, así como aquellas acciones combativas que fueran relevantes y que tuvieran un impacto político nacional.

     Nace el Frente como organización independiente sin serlo. Su autonomía e independencia estaba bajo la dirección política y militar de la Comisión homónima. El discurso de la organización por su amplitud y con un clarísimo y bien definido objetivo, la dictadura, no contenía ninguna contradicción con la Política de Rebelión del PCCh. Raúl Pellegrin proponía una campaña combativa ─a la cual siempre le daban un nombre─ que podía durar uno o varios meses donde la mayor parte eran acciones de propaganda armada y sabotajes a diversos objetivos políticos, económicos o militares. Es la Comisión Militar la que revisa y aprueba. La Dirección Política del PCCh estaba lejos del Frente, no lo controlaba ni lo dirigía. Tal esquema obedecía estrictamente al di seño general de la línea política de los comunistas. Lo militar era un asunto secundario, los principales dirigentes de este partido, su Secretario General, no se inmiscuían directamente con el FPMR ni con el TMM, por tanto, no se vinculaban con sus jefes. La propia concepción determinó que estos dirigentes de la máxima dirección del PC, no se prepararan concienzudamente en este terreno como para conducir de forma directa a estas estructuras. La dirección, el control, y la conducción se la transfirieron a una Comisión subordinada. Mientras sus acciones estuvieron dentro de lo “aceptable” para esa dirección, todo marchó sobre ruedas. En la misma medida que se agudizó la lucha y las acciones y sus consecuencias fueron de gran impacto político, llevarían a provocar en la dirección del partido una profunda crisis con lo militar hacia fines de 1986. Esta realidad política y estructural determinaría que, en tiempos de crisis, las contradicciones principales de la máxima dirección del PC, fueron ─primero─ con la Comisión Militar.

     Si Raúl Pellegrin, si la Comisión Militar hubiesen mantenido la misma estructura del Comando Manuel Rodríguez con similar cantidad de grupos operativos entregados a mediados del 83 por Oscar Riquelme, si se hubiesen realizado únicamente las acciones audaces y muchas bombas de ruido durante los años urgentes de 1984 a 1986, es lo más probable que jamás hubiesen aparecido las contradicciones.  La Comisión Política nunca exigió un rápido crecimiento, un salto en capacidad, una obligación o urgencia en la dinámica combativa, o la preocupación por dotar de mejores armas o explosivos a su fuerza militar propia en todos los años de esta breve historia de 1983 a 1987. Eso fue siempre ─lo asegura Salvador─ una tarea principalmente de Raúl Pellegrin y de la Comisión Militar. Aquí nace, se aprueba, controla y dirige el Tiranicidio y Carrizal. La Dirección del PCCh, estaba siempre informada y daba el visto bueno para este tipo de operaciones. Nunca hemos podido saber cuántos o si todos los miembros de esa dirección compartían las informaciones más sensibles, pero Salvador afirma que siempre estuvieron al tanto de manera general, de todas las operaciones y campañas de las estructuras del trabajo militar.

3. Los años urgentes.

     La repentina irrupción del FPMR en el escenario político nacional a todo lo largo del año 1984, en opinión de Raúl Pellegrin, fue de una “sorpresa estratégica”, principalmente para la dictadura, sus partidarios y aparatos represivos. El apagón del 14 de diciembre del año anterior, tomado como fecha fundacional, fue apenas un campanazo de aviso. El nuevo año comenzaba con la segunda campaña nombrada: Por la Patria, basta ya de Pinochet, de marzo a diciembre de 1984. En ese verano posterior a seis meses de trabajo de la nueva jefatura del Frente, esta realiza una reorganización con traslados y reubicación de sus miembros. Raúl trajo a la capital los mejores combatientes y jefes que se habían destacado en Concepción y Valparaíso. Poco tiempo después crea y organiza el Destacamento Especial, destinado para la realización de las operaciones más complejas. Fernando Larenas fue designado como su primer jefe. El Frente, en coordinación con la Comisión Militar, hace un gran esfuerzo por su crecimiento incorporando numerosos militantes de la Jota enviados según un plan acordado con la Comisión de Organización del PC. Mientras por otra parte mandaba a cursos cortos en Cuba a otro tanto de jóvenes con cierta experiencia y relativamente probados. No obstante, este supuesto orden de ingreso al Frente no siempre se cumplió tal cual; el impacto público de las acciones, el franco estado de agudización de la lucha contra la dictadura y las crecientes necesidades autoimpuestas por la organización, provocarían un torrente indetenible de ingreso de jóvenes comunistas, llevados o estimulados por sus compañeros que los antecedían. “Por la ventana”, le llamaron a este método de incorporarse al Frente, posiblemente fue uno de los primeros conflictos con la Dirección del PCCh. Por otro lado, el poco rigor en la selección era un potencial peligro para la nueva organización. Con el paso del tiempo y con el contacto de miembros del Frente con las milicias y jóvenes en las jornadas de protestas en barrios populares, provocarían la incorporación de militantes de otros partidos de izquierda o mayormente miembros de organizaciones sociales de los barrios. Independiente a la forma de crecer, el año 1984 el Frente adquiere tal capacidad que le permite la realización de acciones espectaculares nunca vistas en Chile, todo en un ambiente de abierta confrontación popular contra la dictadura.

     Ese 1984 el Frente apagó la luz a nivel nacional en cinco oportunidades oscureciendo una parte significativa del país, sin desconocer los múltiples apagones de carácter local o incluso regional. Los apagones generales se realizaron en dos ocasiones por fechas emblemáticas, y en las otras tres oportunidades coinciden con las protestas populares convocadas por un amplio arco opositor desde el Comando Nacional de Trabajadores. Las convocatorias para protestar en todo el país iniciadas en mayo del año anterior inicialmente tuvieron un alto grado de espontaneidad en la movilización popular, no obstante, tanto las organizaciones sociales, comunales, del barrio y las fuerzas políticas organizadas, irían jugando un destacado papel en su preparación, organización y realización de cada una de estas protestas. El Trabajo Militar de Masas jugaría un apreciable papel en esta preparación previa y en el enfrentamiento con las fuerzas represivas. (Ver detalles del TMM. Ibid. De la Rebelión Popular…) Otras organizaciones y partidos de la izquierda tradicional, incluso el MIR, se preparaban en poblaciones donde tenían gran incidencia. Cientos de sabotajes menores podían realizarse en esas jornadas, la mayor parte de ellos eran de estas fuerzas que actuaban en todo el territorio nacional. Los grupos especializados del FPMR con un alto riesgo ante “combate avisado”, exploraban, planificaban, vigilaban y realizaban finalmente las voladuras de torres con los subsiguientes apagones nacionales. Una protesta sin apagón no era tal. Los que afirman que el pueblo era pura espontaneidad, que sólo hacía falta la campana de aviso para que saliera a la calle a pelear con las fuerzas represivas, (Luis Vitale) nunca estuvieron en una población popular en los días previos a una noche de protesta, y quizás creyeron que el masivo y espontaneo caceroleo desde los balcones de edificios en los sectores medios y medio altos, se trataba del evento principal de la protesta.

     En esas mismas jornadas o simplemente como parte de las campañas contra la dictadura, el FPMR emprendía acciones de mayor envergadura. Ese año de 1984 se volaron dos puentes en carreteras principales, el metro, previo aviso, sufrió múltiples interrupciones con el subsiguiente caos en el transporte en la capital. Por primera vez se realizaron hostigamientos a cuarteles de carabineros, nunca ataques con permanencia en el lugar, la norma eran acciones de gran sorpresa y rapidez, ráfagas cortas desde vehículos en movimiento o lanzamiento de explosivos al interior de los cuarteles. (4-XI, en La Cisterna, con resultado de dos policías muertos y el 6-XII, a la Tenencia en Sta.  Adriana. Callejón Lo Ovalle) En Concepción (2-VII) un flamante cuartel de Carabineros a punto de ser inaugurado fue destruido con cargas explosivas sin otro tipo de consecuencias. Cinco carabineros resultaron muertos por sabotajes con explosivos a buses de esa institución, uno en Santiago (30-III) y otro en Valparaíso (2-X), este último el de mayor cantidad de víctimas. Este atentado nunca fue reivindicado por la organización. Varias vías férreas fueron saboteadas y al sur de Santiago se tomó y controló un tren de pasajeros. Todas acciones de propaganda armada. Por primera vez un grupo del Frente realiza un hostigamiento al cuartel de la CNI de Borgoño (19-VII), y otro al Batallón de Inteligencia del Ejército. (29-VI) En este último y como resultado de imprevistos, inexperiencia e incapacidades de la organización en el desarrollo y aseguramiento de esta operación, propician las acciones de la CNI. El jefe del grupo y un ayudista del MIR mueren acribillados en una rotonda de la capital. Es la primera vez que los órganos represivos tienen orden de aniquilar a los combatientes. En esa misma jornada la CNI saca de su casa a un matrimonio colaborador y encargado de un buzón de logística. La pareja fue acribillada en el Callejón Lo Ovalle. (5-VII). Tal vez las acciones de propaganda armada de mayor éxito fueron la toma de un par de agencias de prensa y principalmente la de Radio Minería. (5 y 7 del VI). Gran repercusión, rapidez, sorpresa, cumplimiento de los objetivos, todo con pocos recursos y sin ninguna víctima. Igual o mayor éxito tendría el secuestro de un periodista del diario de gobierno La Nación casi al finalizar 1984. Después de estar retenido cuatro días, fue liberado para la navidad de ese año, una vez que se consideró cumplido los objetivos propagandísticos. Un espectacular sabotaje con un “autobomba” explotado en la madrugada del 26 de octubre, justo frente al edificio Diego Portales en ese momento sede del “parlamento” uniformado, posiblemente fue el de mayor impacto para militares y civiles del dictador.

     El asalto simultáneo a tres armerías en Santiago el 23 de agosto de ese crucial año de 1984, traería como consecuencia la muerte de dos combatientes del FPMR en un desigual enfrentamiento con miembro de la CNI. Tres grupos realizan la operación en tres armerías de la capital ubicadas dos muy cercanas entre sí, y una tercera distante de las anteriores. En dos de ellas todo resultó según lo planificado. Fue la primera operación, ─y es posible que sea la única acción realizada por el FPMR─ con el propósito específico de recuperar armamento. Desde ese mismo tiempo ya la Logística del propio Frente, heredada del partido, realizaba viajes a países limítrofes en busca de armas y municiones. En una de estas acciones de las armerías, realizada en Arturo Prat cerca de la Alameda, es interceptado el vehículo, un taxi que traslada a los combatientes ya en retirada y lejos del lugar de los hechos. Al instante de ser avistados cerca del Parque O’Higgins, el vehículo del Frente sale veloz buscando la protección de las poblaciones populares. Al momento comienza una persecución y enfrentamiento de tipo cinematográfico en la carretera hacia el sur de la capital. En instantes numerosos automóviles de la CNI persiguen al que transporta a los 5 combatientes protagonistas del asalto. Estos van armados, uno porta un fusil AK recuperado de los tiempos de la Unidad Popular. Los del Frente responden el fuego y lanzan algunas granadas, una de ellas inutiliza uno de los autos de la CNI. Según su propio informe, dos de ellos resultan heridos, uno de gravedad. Los agentes disparan desesperados y sin medir las consecuencias, como resultado de esto, matan a un chofer que se moviliza en la misma dirección de la persecución. Las balas entran por el portamaletas del conductor que viaja ajeno a todo. Más tarde culparían a los combatientes de tal asesinato. Una vez prácticamente destrozado el taxi y herido el chofer del Frente, se dirigen a una población cercana en el paradero seis de Ochagavía. Allí en un estrecho pasaje y sin poder avanzar, descienden del auto que ya tiene todas sus ruedas destruidas por los impactos.  Dos combatientes se baten con numerosos agentes de la CNI que en la medida del aviso se incrementan a una cifra desconocida. Los otros tres, incluido el chofer herido, logran salir del “cierre” que en poco tiempo caería sobre el escenario del enfrentamiento. Los dos miembros del FPMR que resisten, mueren en combate. Tienen 35 y 45 años respectivamente. El herido de 40 años, pocos días más tarde sería detenido en un hospital. Los dos restantes nunca serían ubicados.

     En este 1984, y principalmente con este tipo de acciones, poco a poco el FPMR va mostrando una conducta de gran valor, una valentía poco conocida por los represores asalariados, acostumbrados a torturar a mujeres y hombres atados a un camastro insalubre. Aunque no siempre ocurrirías así, los militantes del Frente comenzaron a enfrentarse demostrando una mística distinta, basada en la justicia de la lucha emprendida, y sobre todo en oposición a la impunidad y cobardía con que habían actuado los represores contra miles de chilenos inermes asesinados y o desaparecidos desde 1973. La mística rodriguista logra crear un sentido de identidad que permite a muchos combatientes asumir tareas y misiones nunca realizadas en la historia de las luchas populares. No obstante, y al pasar el tiempo, cuando esta mística se queda únicamente en el puro valor subjetivo, en lealtades carentes de un respaldo político, de un cimiento de ideas revolucionarias profundas, esta mística no fue capaz de ser amalgama para la unidad necesaria de los revolucionarios rodriguistas en momentos de crisis. El señalar las edades de los primeros rodriguistas caídos en enfrentamientos, da cuenta que desde el interior del Partido Comunista vienen los gérmenes de este destacado valor del rodriguismo. Según el testimonio de uno de los sobrevivientes de este grupo, (El Chino, “Alex” en ese entonces), todos ellos habían pertenecido a los equipos de seguridad del Partido o de su Juventud en los años del Gobierno Popular.

     El año decisivo de 1986, ─como lo caratuló ­ el PC─, comienza a gestarse por todas las partes en conflicto, precisamente en este convulso 1984. Uno de los protagonistas es una mayoría de los chilenos, que desde sus distintas posturas y visiones rechazan al dictador y su gobierno. Entre todos ellos destacan los pobladores de las grandes ciudades del país donde se dan verdaderas batallas campales con las fuerzas represivas. Estas son incapaces de neutralizarlo todo ante tamaña extensión y masividad. Los violentos y vejatorios allanamientos a los barrios populares utilizando a las Fuerzas Armadas, antes y o después de las protestas, atemorizan a unos cuantos, pero enervan a las mayorías, principalmente a jóvenes y trabajadores, “obreros con o sin trabajo”, como lo calificara el jefe del FPMR.  Es el mejor escenario para las acciones armadas y violentas de esta organización, hay plena sintonía entre lucha de masas con las incipientes formas armadas; existe sinergia entre ambas formas, no contradicción. Verdaderos cinturones de fuego rodean a la capital, con excepción del sector alto de la ciudad. La dictadura teme a estas movilizaciones masivas incontroladas, agravadas por cientos de sabotajes a lo largo del país con explosivos contra los más diversos objetivos asociados a la dictadura. De sostenerse estas protestas mayor tiempo, y si se era testigo desde mismo epicentro de ellas, no era una exageración voluntarista atisbar que se podía llegar a un paro nacional indefinido, o francamente a una Rebelión Popular. El paro voluntario u obligado de la locomoción colectiva jugaba un papel trascendental. Este escenario es el verdadero peligro para la estabilidad del régimen. Para neutralizar tal situación, el dictador utiliza toda una batería de recursos políticos y militares. Tiende la trampa de nombrar a un ministro del interior civil, un viejo político de la oligarquía tradicional, que intenta negociar sin permitir el cuestionamiento al dictador y su constitución. Mientras tanto detiene y relega a políticos opositores de los partidos del centro, de la izquierda tradicional y de los movimientos sociales. Este amplio y diverso arco opositor logra conformar un Comité Nacional y convoca a otra protesta para 4 y 5 de septiembre de ese año. El asesinato de un reconocido cura popular, de numerosos pobladores en estas noches de protesta, los enfrentamientos similares en casi todo el país, el pueblo sublevado por dos días y el reconocido papel del PC en su capacidad de movilización, donde está el Frente con las acciones ya relatadas, hacen saltar las campanas de alarma en todos los protagonistas del conflicto. El PC y sus partidos aliados reunidos en el Movimiento Democrático Popular, donde se incluye al FPMR, están en el ojo del huracán. En el mismo sitio y en permanente disputa está la burguesía tradicional liderada por el Partido Demócrata Cristiano. (PDC)

     Es el preciso momento donde emergen a la superficie los profundos intereses de clase, de la mano con los de carácter político-partidarios. Cada grupo o sector con sus esquemas ideológicos tradicionales se desnudan ante la incertidumbre, ante los temores que provoca esta encrucijada política y social. El primero de marzo de ese 84 el Embajador de Norteamérica visita Moneda y presiona por una salida “democrática”, y pone fin a la diplomacia silenciosa de los EEUU. Una editorial del El Mercurio convoca a “negociar” aceptando los plazos de Pinochet. El 27 de julio en el Hotel Tupahue Patricio Aylwin, después de una retórica antológica, reconoce la Constitución del 80, acepta al Dictador y propone el camino de la negociación con la Dictadura. El PC y la izquierda en el MDP se mantienen inalterables en su triada de exigencias: Asamblea Constituyente, fuera el Dictador y desconocimiento de su constitución.

En septiembre el Departamento de Estado de los EE. UU. exige un retorno a la Democracia. La permanencia y rigidez de Pinochet presagiaba una salida similar a la ocurrida en Nicaragua, donde la tozudez y ambición del dictador centroamericano, fue el mejor argumento para unir a una mayoría de los nicaragüenses en y por una Insurrección Popular. El 11 de agosto, con un amplio apoyo de los llamados partidos de centro, la Alianza Democrática, donde se suman diversos sectores socialistas renegados de su historia, presentan las Bases del Acuerdo Nacional. La génesis política de la solución negociada a la existencia de la dictadura, conducida principalmente por el PDC. Y la movilización popular, las grandes jornadas de protesta, verdadero combustible y sostén de la Rebelión de PC y de las acciones del FPMR, le eran totalmente ajenas e innecesarias. En lo adelante y según conveniencia del proyecto negociador, serían utilizadas en interés de sus propios objetivos, únicamente para presionar a un obcecado dictador.

El inicio de la voluntad política para desmovilizar al pueblo, la maquinaria propagandística y psicológica para convencernos del agotamiento de la lucha popular, es y comienza en el último tercio de 1984, no es en 1986 ni posterior a Carrizal y al Tiranicidio.

     El Comando Nacional de Trabajadores convoca a protestar el 30 de octubre de ese año, el cuadro de las dos noches de esta convocatoria general es idéntico a todos los anteriores, la diferencia fue su extensión en todo el país, la crudeza de los enfrentamientos populares, y la conquista, al menos por dos días con sus respectivas noches, de verdaderos “territorios liberados” en algunas emblemáticas poblaciones populares. Los sabotajes a lo largo del país son incontables. Desde el aire helicópteros aprecian el caos. Los represores disparan enardecidos hacia las barricadas; según cifra oficial, nueve víctimas se suman a las incontables provocadas en estas jornadas durante todo el tiempo de su realización hasta 1987. El Dictador responde con “toque de queda” nocturno, allanamientos masivos a los barrios más combativos, relegaciones a dirigentes públicos, censura de prensa y renuncia del ministro civil que nunca negoció. El 6 de noviembre declara el Estado de Sitio cercenando finalmente las pocas garantías y derechos aún existentes. Para muchos políticamente pusilánimes, este es el comienzo del fin de la movilización popular; A los primeros embates de peligro, y ante un previsible retroceso de algunos sectores, no valoran ─o nunca las consideraron─ las capacidades del pueblo organizado y tiran la toalla. El dictador dice que hace un juego de piernas y sale golpeando. Para el sector más revolucionario que tuvo el PC en esos años, el enfrentamiento político y militar contra la dictadura, recién estaba comenzando en su expresión más aguda.

     En diciembre de 1984, ese sector revolucionario que emerge dentro del PC, ─según nuestra opinión─, hasta donde conocemos, nunca homogéneo ni mucho menos cohesionado como tendencia, impulsan, elaboran y presentan el Proyecto de Sublevación Nacional en un Pleno del Comité Central realizado en Buenos Aires. (Documento inédito) Es la materialización concreta de la indefinida Rebelión de 1980, es el cómo y de qué manera se puede lograr terminar con la dictadura. En términos simples y esquemáticos, es el resultado de la experiencia acumulada, es lograr la concentración y realización en las principales ciudades del país y en un preciso momento, de todo lo obrado en esas protestas populares…, pero de manera sostenida y de superior calidad tanto en la lucha política pública nacional e internacional, en la participación de las masas populares, como en el plano militar. Tener en cuenta que no se dice “derrotar” a la dictadura, porque nunca la Rebelión de los 80 se lo planteó. Con este proyecto de Sublevación se apostaba en el mejor de los casos a “neutralizar” a las FFAA, por la imposibilidad de su empleo ante la extensión nacional de una protesta popular sostenida, con la aspiración de llegar a contar con parte de ellas. Para muchos de los especialistas militares, esta era la tesis más débil del probable curso de los acontecimientos. Pero sin lugar a duda, es el proyecto popular más avanzado que ha tenido el PC en su historia, donde confluyen todas las formas de lucha incluyendo la armada que poco a poco comienza a jugar un papel protagónico.

Precisamente en estos años urgentes de 1984 a 1986, es cuando este partido logra su mayor capacidad de conducción político-militar que  ha tenido en toda su historia desde 1912 a 2018.

Fue la única vez que tuvo la posibilidad de movilización de masas, ─aptitud tradicional─ unida a estructuras subordinadas con capacidad combativa propia, pero principalmente porque su Comisión Militar y determinados miembros de la Dirección, y militantes en cualquier parte, tuvieron la voluntad política para impulsar un proyecto político-militar de carácter ofensivo. La Sublevación Nacional, quién quiera que haya visto sus planes y mapas concretos de su realización elaborados en el transcurso de 1985, esté o no de acuerdo con ellos, puede llegar a inferir, que se trataba de una Insurrección Popular disfrazada.

¿Se puede ignorar estas realidades del Partido Comunista en este acercamiento a la historia del FPMR? No, como no se puede analizar una parte, de cualquier tema o cosa material, ignorando que pertenece a un todo. De otra manera no se podría comprender el curso ulterior de los acontecimientos.

     Los detractores de la Sublevación Nacional surgen de inmediato, o estaban allí desde siempre, como parte inamovible de la tradición no violenta ni armada de este partido. Y estaban en todos lados, en todas las estructuras del partido, excepto en su aparato militar conducido por la Comisión Militar. Para no pocos de ellos, la Sublevación se trataba de millones de gentes copando las calles en un paro sostenido donde la autodefensa de masas no superaba el empleo de petardos, bombas de ruido y piedras. Otros, como quedaría demostrado posterior a la crisis del PC de fines de 1986 y 1987, estaban políticamente mucho más cerca de la solución negociada conducida por la DC. Lo más revelador para la historia son los documentos escritos. (Ver memorias de Luis Corvalán, Orlando Millas, Santiago Arcos, Alejandro Toro Herrera, entre otros) Con relación a ese proyecto de Sublevación, el Secretario General, el primer hombre del PC “expresó sus dudas al respecto”, para otros de su mismo nivel de dirección era “voluntarismo” puro. (Corvalán, Memorias Pág. 351) La mayoría no dejaría testimonios de tal posición, y no siempre fue evidente, en numerosos casos era solapada. En muchas ocasiones por puro desconocimiento del tema desconfiaban de los oficiales, jefes y combatientes, arguyendo temores ante una supuesta militarización de la política. En general la mayor parte de los militantes “civiles”, nunca “tocaron” ni tuvieron vínculos con los hombres y mujeres de las estructuras militares del PC. No pocos simplemente no conocieron, al menos, una información balanceada y objetiva del tema militar en la política, la propuesta de una experiencia concreta de cómo este asunto militar cursaba en un país bajo una dictadura como la chilena. Con tal diáspora y sin contar con las principales autoridades unidas férreamente tras un proyecto de tal complejidad donde el PC era eje principal, tan sólo por esto, sus posibilidades de éxito eran relativas desde sus propios orígenes.

     El verano de 1985 fue un hervidero de preparación del FPMR tal cual ocurriría en el TMM. La dinámica de los movimientos internos comienza a ser cotidiana, no bien se nombran jefes intermedios o de grupos, para luego volver a su reorganización. Esta constante acompañaría al Frente a todo lo largo de su vida. En muy poco tiempo se produce un crecimiento vertiginoso en número de sus integrantes, en extensión territorial y capacidad combativa. Son muy pocos los años de enfrentamiento para lograr la madurez necesaria de jefes y combatientes y la subsiguiente estabilidad de la organización. De 1983 a 1988 el Frente y las estructuras militares del PC vivieron obligadamente en un dinamismo permanente y de tensiones extremas que le restaron capacidad y eficiencia en el cumplimiento de sus misiones. En esto último, la acción permanente de los aparatos represivos jugaría un rol principal.

     Desde 1984 ya existen los primeros detenidos, y poco a poco los aparatos represivos comienzan a conocer las nuevas estructuras y a influir directamente en la estabilidad de la organización. El golpe más serio fue la desarticulación de la jefatura de la capital al finalizar el año 84. El método para superar estos golpes generalmente fue el de la promoción de un subordinado de la misma estructura, o el rápido traslado de algún jefe de otra región del país, provocando una cadena constante de reacomodos que no tenía fin. El Frente nunca creó una estructura, un equipo dedicado exclusivamente al trabajo de información y seguimiento de la actividad de los aparatos represivos, con y hacia la organización. Son las jefaturas de cada estructura golpeada las responsables de la investigación y seguimiento de cada caso. La propia jefatura del Frente, de igual manera en la Comisión Militar, se analizaba cada suceso de manera puntual. No existe por tanto ningún registro o archivo específico, o un jefe en particular que dé seguimiento al trabajo enemigo. Todas las cartas que enviaban los presos con los antecedentes de su detención y de los interrogatorios de los torturadores de la CNI o Carabineros, no han sido ubicadas, o simplemente fueron destruidas. La reconstrucción necesaria de estos hechos, sobre todo los relacionados con las probables traiciones o los “captados” y compelidos a colaborar, se ha tornado un trabajo complejo, segmentado por cada jefe que pueda recordar dichos temas.

     El Estado de Sitio en 1985 produjo una evidente disminución en la actividad de la oposición en términos generales, principalmente en todos aquellos que actuaban de forma pública. El Frente continuó su accionar en una nueva campaña. En los primeros días de marzo, en la Población Yungay un grupo operativo expropia por la fuerza un camión de pollos y los reparte a una población que los recibe con gratitud y entusiasmo.  Esta acción, la primera en su tipo, fue filmada y quizás por esta misma inusual filmación, (posteriormente se reeditarían este tipo de expropiaciones) pasaría a engrosar la lista de operaciones emblemáticas de la organización. Hasta hoy se puede ver vía Internet. De la misma manera causaría gran impacto el rescate de Fernando Larenas realizado el primero de junio desde una clínica donde permanecía custodiado por Gendarmería. Acción compleja y ejecutada con un mínimo de hombres, con sorprendente precisión y cumplimiento exitoso de la misión. La operación de mayor impacto negativo en lo político y profundamente dolorosa en lo humano, fue la muerte de una joven combatiente, por la detonación anticipada de una carga explosiva. Ocurrió el 14 de mayo en la Municipalidad de Lo Prado. Se trataba de tres municipalidades donde dejaban cargas explosivas, luego se avisaba a las autoridades para que desalojaran los edificios. En la Municipalidad de Conchalí retrasaron el aviso y la carga explota con gente civil aún dentro de la instalación. Mueren tres personas y provoca numerosos heridos. Nunca supimos de alguna investigación en el Frente con relación al caso. Existe la opinión entre varios entrevistados, que el estallido en ambos casos ocurrió por desperfectos técnicos en los mecanismos que activan la espoleta detonante. La Comisión Militar a instancias de la Dirección del PC, ordenó al FPMR no repetir sabotajes de ningún tipo donde pudieran provocarse víctimas inocentes.

     Los actos sindicales por el primero de mayo de ese año 85 se debieron hacer en locales cerrados. El Estado de Sitio viene a levantarse recién a mitad de junio. No obstante, el FPMR por enésima vez realiza un apagón nacional en conmemoración del día internacional de los trabajadores. Cinco grandes apagones se realizarían en lo que restaba de año, tres tienen relación con protestas nacionales, con similares características a las conocidas. Todas las actividades de este tipo se intensifican en torno a la jornada de septiembre, llena de fechas simbólicas: protestas poblacionales de manera sostenida por dos días, apagón nacional, sabotajes múltiples en el país, los estudiantes secundarios y universitarios participan en sus propias protestas diurnas, en numerosos casos pobladas enteras, siempre con grupos previamente organizados, realizan asaltos masivos a grandes supermercados y carnicerías principalmente en Valparaíso y en la zona sur y sur poniente de Santiago. Incluso pobladores guiados por grupos organizados intentan ataques de Tenencias de Carabineros en La Castrina y en La Pintana frustrados por la rápida actuación de apoyo de las Fuerzas Especiales de Carabineros movilizadas para tal efecto. El último trimestre de ese año 85 termina con idénticas características, el FPMR multiplica sus sabotajes en vías férreas, toma de trenes, ataques a cuarteles de carabineros, en uno de esos sabotajes al museo de esa institución muere un joven combatiente de la organización. Radio Santiago y dos agencias de prensa son controladas por grupos del Frente, y difunden proclamas de la organización. La última protesta de ese año ocurre el 4 y 5 de noviembre en Santiago y otras ciudades del país, numerosos heridos y presos, en algunos lugares se extiende hasta el 7 de noviembre, 4 asesinados por las balas de las patrullas que en las noches disparan desde lejos hacia poblaciones y barricadas distantes.  Cada acción se iba incorporando a un constante aprendizaje de la población y a los jefes y líderes de las organizaciones populares. El TMM recoge y sistematiza los sucesos en cada lugar donde hay movimientos de tropas y el actuar de los pobladores. Son datos que nacionalmente organizados, van conformando en la práctica la idea de la Sublevación Nacional

     No obstante, todo lo descrito, se estaba aún muy lejos para contar con la capacidad necesaria para desestabilizar al régimen. Las acciones del Frente por sus propias características era fácil contabilizarlas y conocer sus resultados. En muchos casos los datos sobre las acciones en los barrios, en las calles, incluso los paros en centros laborales llegaban distorsionados a la dirección del PC. Según el segundo jefe nacional del TMM, Andrés, “El Hermanito”, afirma que algunas direcciones locales y regionales “inflaban” su participación aumentando número y calidad   del accionar de tipo combativo. La jefatura paralela del TMM por su propia vía obtenía información más apegada a la realidad. Independiente a esta contradicción, todo lo obrado todavía estaba muy lejos de la idea de las acciones prefiguradas en el Plan de la Sublevación elaborado ese mismo año por una comisión especial del PC al más alto nivel. Al menos esa fue la impresión de algunos de los jefes del FPMR que asisten a una reunión de carácter extraordinario, realizada a fines de año en el litoral central, donde se enteran del Proyecto de Sublevación y reciben la idea de las acciones del propio Frente dentro del plan nacional.

     En noviembre de 1985, según algunos participantes, la jefatura del FPMR ampliada se reúne en una casa de verano en el litoral del centro del país. Están los principales jefes de las estructuras organizadas hasta ese entonces por el jefe del Frente. Todo era mucho más complejo que la pura y simple sostenibilidad en el tiempo y la extensión de las protestas precedentes. Había una fundamentación política sustentada en la incorporación de todos los sectores sociales, concentraba su llamado en el papel de los trabajadores, la clase obrera; hasta ese minuto sus líderes sindicales eran protagonistas de las convocatorias, pero con mínima o nula expresión combativa en sus centros de trabajo. Hasta ese momento los trabajadores peleaban en sus poblaciones. Otras de las fundamentaciones complejas y poco probables, era la neutralización o división de las Fuerzas Armadas ante esta ola nacional de un pueblo sublevado.  Muchos de los oficiales del PC sabían que esto podía ocurrir probablemente si esas FFAA recibían golpes contundentes que resquebrajaran su moral combativa. No necesariamente había que derrotarlas en combates tradicionales ni con fuerzas combativas convencionales y superiores. Las experiencias de Cuba y Nicaragua, independiente a sus singularidades, en ambos casos las fuerzas enemigas no habían sido derrotadas en combates abiertos ni físicamente destruidas. Pero en las dos revoluciones los golpes en el terreno combativo habían sido determinantes en su capitulación provocada principalmente por las mayorías insurrectas o sublevadas.

No pocos de los jefes y oficiales quedaron boquiabiertos cuando miran, en mapas previamente preparados, las grandes flechas dibujadas con perfección que salían de conocidos sectores populares combativos hacia nudos e intersecciones de carreteras de primera importancia, y también hacia los centros administrativos y políticos en diversas áreas de la capital. No se trataba de encerrarse, como hasta ese momento, dentro de las poblaciones o en sus periferias inmediatas. Era un salto superior en capacidad de conducción y en decisión de las masas organizadas. Y todo el que había estado cerca o en las poblaciones, sabía lo difícil que era sacar al poblador de la seguridad de sus calles. No pocos de los oficiales que miraban todo aquello, al momento imaginaron las enormes dificultades para organizar puestos de mando y conducción y sus sistemas de comunicaciones…, de qué manera organizar a los díscolos pobladores, en su mayoría jóvenes trabajadores o estudiantes sin ninguna disciplina; los esquemas de la lucha regular los asaltaban a cada paso.  Para esa idea planteada había que tener mayor capacidad de fuego que las armas caseras. Y más que un problema de carácter técnico, muchos sabían que se trataba de un asunto de convencimiento político para provocar un salto en los siempre cambiantes y poco ortodoxos milicianos y combatientes populares, que indudablemente eran la mayoría. Las misiones combativas concretas tenían relación con proteger a las columnas o áreas sublevadas, impedir con sabotajes y emboscadas el traslado de las fuerzas represivas. Una buena parte de esas acciones eran en precisos puntos por donde debía trasladarse el enemigo desde sus bases permanentes. Y el escenario eran las ciudades principales del país, concentrando los esfuerzos en la capital. Era una lucha de tipo insurreccional urbano, aunque nadie ni en ninguna parte puso tal calificativo. Era “Sublevación Nacional”.

     Indudablemente la capacidad real del Frente en esos precisos momentos, en todo orden de cosas, estaba muy lejos de las necesidades del proyecto de sublevación.  A pesar de ello, el jefe del Frente estaba convencido de su real posibilidad. Se trataba de trabajar y tomar todas las medidas necesarias para poco a poco ir adquiriendo capacidades más acordes con el proyecto, su entusiasmo lo basaba en el increíble salto dado por el pueblo organizado y por el propio Frente en menos de dos años. Raúl Pellegrin tenía confianza no sólo en las masas populares, también en la capacidad del partido, en su propia estructura y en la viabilidad de ese proyecto. Conociendo sus debilidades, sabía que era lo más avanzado que el país tenía para acabar con la dictadura. Desde ese momento, sería un convencido defensor y propulsor de la Sublevación Nacional…, no obstante, en ese minuto no podía prever el curso tan distinto que tomaría la sublevación imaginada.

     La Alianza Democrática por su lado no se queda en las Bases del Acuerdo Nacional de agosto del año anterior, la burguesía tradicional está consciente de la capacidad creciente de movilización que tienen los comunistas. En agosto de este 1985, con gran fanfarria de los medios de difusión afines, presenta el Acuerdo Nacional para la transición a una plena democracia. (Prensa del 27 de agosto 1985) La cúpula de la Iglesia, el nuevo embajador estadounidense y no pocos sectores de la derecha pragmática lo alientan, apoyan o son parte. Es la continuidad del sistema, del modelo económico. Está plagado de promesas en lo social, aún incumplidas. Las demandas mayores están en el sistema político. Es el regreso a un gobierno con un presidente de la República y la totalidad del Congreso electos por votación popular. Numerosas otras peticiones y exigencias acompañan este proyecto para garantizar dicho esquema. Con el mismo propósito incluye unas cuantas reformas a la Constitución del 80. Contiene medidas inmediatas para asegurar el proceso electoral propuesto, (ley electoral y sus registros electorales) y un plebiscito que legitime todas las propuestas enunciadas. No hay ninguna amenaza al sistema, ni promesas de justicia por todo el barbarismo acaecido.

Su drama principal: No reconoce el proyecto del dictador que pretende gobernar hasta fines de 1989 y mediante plebiscito, continuar hasta fines de siglo. Y ante esto, el dictador no podía obrar de otra manera, en su alocución por el aniversario del once de septiembre, el “Acuerdo Nacional” es rechazado. El 24 de diciembre de ese año 85 el Cardenal Fresno, como abanderado del “Acuerdo”, le presenta el documento al dictador; este con una de sus frases para “el bronce”, le señala: “Demos vuelta la hoja”. A moros y cristianos no les deja otra alternativa.

Termina 1985 y se intensifica la lucha política, social y combativa de los sectores populares en las protestas de septiembre, octubre y noviembre plagados de acciones combativas de la más diversa índole. Recrudece la represión donde también caben políticos del Acuerdo Nacional. (8-IX) Los EE. UU. y su embajador, sin aún darle certificado de defunción a Pinochet, apoya este proyecto sin ambages. La DC llama a movilizarse, pero de forma pacífica. Sin decirlo, para presionar al dictador necesita la capacidad de movilización de los partidos del MDP, principalmente de los comunistas.

     Desde este minuto en adelante se juega la partida decisiva en el tablero político del año 1986. Imposible su desglose en esta breve historia del FPMR. Los jefes de la organización de tanto en tanto reciben la información política de su jefe quién de manera permanente evalúa los acontecimientos en la Comisión Militar. No obstante, la concentración principal de los esfuerzos de la jefatura del Frente es cumplir con la misión planteada. En ese momento ya aparecen sectores de la derecha del PC abogando por reconocer el Acuerdo Nacional independiente a que no estén invitados. La izquierda reunida en torno al MDP con el PC en su centro, no lo adhiere ni lo rechaza, lo crítica por ser excluyente y no reconocerlos como protagonistas del proceso que se vive en Chile. En declaración pública de agosto de 1985 (Solicitada en Revista Análisis) mantiene la triada de toda la oposición desde sus orígenes: Fuera Pinochet, no a la Constitución del 80 y Asamblea Constituyente.

     En ese fin de año, la cuenta política del PC de diciembre y la del verano de 1986 a sus militantes, le dan un notorio impulso a la Sublevación, sitúa en el centro de los esfuerzos principales el papel del partido en la creación de las condiciones para la Sublevación Nacional. Se refiere al trabajo del propio partido que ayuden a madurar las condiciones subjetivas para la sublevación, considerando que, a esas alturas, estaban creadas las de carácter objetivo, dando cuerpo y contenido a una “situación revolucionaria”. Concepto o metodología de la teoría revolucionaria del leninismo aplicada a la realidad concreta del país en ese preciso momento. (Pleno de enero de 1985) Como era de esperar, de inmediato tendría sus detractores. Los informes políticos y principalmente el del Pleno 85 precisan sus contenidos y aclaran aspectos de esta “situación revolucionaria”. Aquí se considera que no necesariamente debían estar presente todos y cada uno de sus contenidos descritos en la teoría, para luego concluir en el papel imprescindible del trabajo político y combativo de los comunistas si se pretendía salir exitosos de esta “situación” que no era otra que sacar al dictador y poner fin a su dictadura. Llama a cada sector del Partido a jugar y cumplir con las tareas que les corresponden, define líneas muy específicas de trabajo tanto en lo político, en la movilización y en lo combativo. En estos tres documentos señalados, a partir del Pleno de enero del 85, (realizado en Buenos Aires en diciembre del 84), es donde se consolida el concepto del año 1986 como el “decisivo” para terminar con la dictadura.