Este año se cumplen 40 años de la aparición en la escena política nacional del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. en distintos lugares, múltiples y diversos colectivos se preparan para conmemorar esta fecha a través de actos, homenajes,
encuentros y actividades que resaltan el rodriguismo como adquisición de rebeldía en contra del modelo.
Como Centro de ideas Teniente Edgardo Lagos, CITEL, queremos hacer un aporte al rescate de la memoria colectiva, entregando algunos ensayos y opiniones de algunos combatientes. Esperamos y estamos convencidos que los procesos sociales avanzan en la medida que reconocemos nuestra historia, nuestros aciertos y nuestros errores. Pensamos que la organización, unidad y lucha son pilares fundamentales para ir forjando la nueva patria que queremos.
Dejamos en esta pagina un documento que preparó un grupo de combatientes rodriguistas, que tiene como finalidad ir buscando caminos de encuentro.
El Rodriguismo algo más que 40 años
Escribir de la irrupción del FPMR el 14 de diciembre de 1983 requiere un ejercicio de memoria que a veces se desdibuja por las fechas emblemáticas, así como por un conjunto de acciones históricas, (emboscada al tirano, desembarco de armas de Carrizal, ataques a cuarteles, apagones, rescate de Fernando Larenas, secuestros, fugas espectaculares desde las cárceles del régimen entre otras acciones).
Los principales actores de las acciones y el apoyo a la lucha del pueblo chileno contra la dictadura, fueron mujeres y hombres que llevaban años resistiendo a la dictadura, son ellos los sujetos impulsores del nacimiento del Rodriguismo, en ellos podemos encontrar una categoría muy amplia de militantes en su gran mayoría de la juventud comunista (JJCC) y viejos cuadros del PC, su composición principal eran pobladores de los barrios populares de Santiago, Valparaíso, Concepción y otras ciudades que se irían incorporando en un desarrollo amplio de la lucha a nivel nacional. La columna central estaría compuesta por la militancia del interior del país a la que se sumarían los oficiales graduados de las academias militares de Cuba y fogueados en la triunfante revolución Nicaragüense, en la lucha guerrillera Salvadoreña y en las FARC de Colombia.
Si bien es cierto el Frente nace oficialmente aquel 14 de diciembre de 1983, su historia se remonta a septiembre del año 80 con el nacimiento de la política de rebelión popular de masas (PRPM) del PC, de inmediato inicia la implementación de la tarea militar, por parte de la jota nace el “Frente Cero”, es en este punto donde nacen los encargados de esta tarea, que incluía, las primeras acciones combativas para la época, primeros grupos de tres o más compañeros encargados de acciones audaces, con cortes de calle con barricadas de fuego, cadenazos para cortar la luz, inicia la instrucción muy básica en manejo de explosivos y uso del primer armamento, paralelamente salen al exterior los primeros jotosos de los barrios populares a instrucción militar de 6 u 8 meses, los cuales empezarían a regresar en el año 82 para incorporarse al grupo central de la jota en Santiago, así como de unidades de Valparaíso y Concepción, otros se desplegarían en comités locales y regionales de la capital.
Pero quienes eran estos primeros combatientes, en su gran mayoría eran pobladores, trabajadores de la construcción, mujeres y hombres de los trabajos de emergencia creados por la dictadura el PEM y el POJ, estudiantes, estibadores en los puertos, mineros en el norte, campesinos y mapuche en el sur, los miles de desempleados que dejaron de patear piedras en las calles para incorporarse activamente a las protestas populares. También empieza a ser notoria la presencia de la mujer en algunos de los grupos operativos. también va surgiendo la logística necesaria para sostener el paulatino desarrollo de las primeras acciones que se irían multiplicando con el ascenso de la lucha. La participación en la tarea militar no solo se limitaría a combatientes de primera línea, también estarían los colaboradores y ayudistas, que serian la columna vertebral de las nuevas estructuras que surgirían en los años posteriores.
En medio de la crisis económica el jueves 19 de agosto de 1982 escasas cuadra de la Moneda donde sesionaba la dictadura en el centro de Santiago irrumpe la primera “marcha del Hambre” miles de pobladores enfilaron por el paseo Ahumada gritando consignas «¡Pan, trabajo / justicia y libertad!», y «¡Se va a acabar, se va a acabar / la dictadura militar!», pero no solo se marcho ese día, esta inédita manifestación para la época, fue acompañada de pequeñas acciones de sabotaje menor, bombas de ruido en el mismo centro de la capital, cortes de luz en las poblaciones en la noche con pequeñas cargas y cadenazos, otras explosiones se sintieron en diferentes puntos de la capital, el componente militar se incorporaba a la lucha multifacética de miles de chilenos.
Se marca un punto de inflexión entre la resistencia a la dictadura, durante casi una década donde la tónica era el secuestro, la tortura, la desaparición de miles de cuadros obreros y mujeres que dieron vida al gobierno de la unidad popular a la cabeza del compañero Salvador Allende, proyecto que sería derrotado con un violento golpe de estado el 11 de septiembre de 1973, siete años después vendría el cambio radical y revolucionario, se pasaría de la resistencia a la acción directa contra la dictadura, el uso de la violencia como arma contra la opresión, nacería el “Combatiente”, embrión primario del Rodriguismo.
Poco a poco y en algunos casos radical, nuestra militancia fue cambiando, alejándonos del trabajo juvenil en los centros culturales, peñas folclóricas, en las manifestaciones en el centro de la capital, las fiestas y paseos a la costas que servían de pretexto para el trabajo político, fueron quedando atrás, no había que quemarse con actividades públicas, esa era la orientación, nuestras vestimentas también fueron pasando de la ropa artesanal a algo más formal. Nuestras conductas cotidianas tendrían una nueva impronta, sin darnos cuenta iríamos incorporando nuevas formas de relacionarnos con nuestro entorno, vivíamos una constante dualidad, tratando ser los mismos en la población, en el trabajo o en los lugares donde estudiábamos, pero a la vez, nacía en nosotros la vida conspirativa, con nuevos comportamientos y códigos, del estudio político pasamos a sumar el estudio del entorno para el chequeo y contra-chequeo, para estar atento a los posibles seguimientos del enemigo en nuestras tareas operativas y vida cotidiana.
Pasamos a tener una nueva rutina estudiando y chequeando objetivos del enemigo que se podían atacar, como de dependencias publicas, líneas eléctricas, transformadores, líneas férreas, cuarteles policiales, objetivos económicos etc, ante nosotros nacía un nuevo sujeto el del “Combatiente de plena disposición combativa”, el de las 24 horas al servicio de la revolución, todo se empezó a normar (las medidas de seguridad), no trasnochar, no más fiestas, ni alcohol, el deporte y la preparación física debía ser permanente, el estudio metódico del arte militar, claro con las restricciones de la semiclandestinadad. Teníamos pocos cuadros en principio con conocimientos técnicos, en el manejo de explosivos y mecanismos de tiempo como espoletas, pero ya teníamos nuestras primeras armas, serían un tesoro para la época (algunos fusiles AK, una submetralladora MP-40 y algunos revólveres con solo algunas balas), este pequeño arsenal se rotaban entre los primeros grupos, nace el armamento casero como granadas y cargas explosivas con mecanismos de tiempo, fueron más de dos años de aprendizaje y construcción.
El año 1983 sería uno de los más intensos en esta etapa primaria, supondría un cambio cualitativo tanto en el ascenso de la lucha política, la protesta social y la incorporación del elemento militar. Los que estábamos en la tarea militar aquel año nos poníamos pantalones largos, ese verano a plena luz del día en la feria de la población “La Victoria” aparecían combatientes con armas largas y cortas en un mitin armado, en el “comando del pueblo” estaría presente la silueta de una mujer con su pañoleta roja (Comando Lautaro de la fuerza central de la JJCC). El 24 de marzo de 1983 se lleva adelante la Segunda Marcha del Hambre, más grande que la primera y con mucho más acciones del Frente Cero, decenas de bombazos, cortes de luz y acciones de propaganda, muchas de nuestras acciones empezaron aparecer en los diarios de la época como “atentados terroristas”, claro sumadas a las que realizaba el MIR, nuestros hermanos de otra organización que realizaba acciones directas contra la dictadura.
Cada acción de protesta tenía el esfuerzo de ser acompañada por acciones de sabotaje y propaganda menor, donde una parte importante de la jota estaba comprometida con los encargados del Frente Cero. El 11 de mayo de 1983 se convoca a la primera protesta nacional, donde se coordinan acciones de la fuerza propia a nivel nacional que cada día son mas extensas, los nuevos cuadros que salieron a estudiar el año anterior regresan a incorporarse a la lucha, con más conocimientos militares y nuevos contingentes salen a prepararse al exterior. Poco a poco se iría construyendo una nueva estructura, con apoyos logísticos, casas de seguridad y nuevos medios para el combate a la dictadura, hasta el momento el uso de explosivos serían nuestras principales armas, cada día se adquiría más experiencia combativa, no éramos muchos, pero constituíamos un número considerable de cuadros en las tres principales regiones del país, Santiago, Valparaíso y Concepción, cada día más compartimentados, más fogueados, con más conocimientos técnicos, junio y julio, nuevas protesta nacionales, nuevas misiones de la tarea militar. En esos meses de protestas populares en ascenso, nuestro contingente de la tarea militar era casi exclusivamente del interior del país, pero también en esos meses ingresarían nuestros primeros oficiales formados en Cuba y fogueados en la revolución Sandinista.
Al calor de acciones cada día más complejas como sabotajes, ataques a algunos cuarteles como el de la Población “La Victoria”, ataque a la embajada Honduras en Santiago en apoyo al revolución Sandinista, ataques al metro de Santiago, voladuras de algunas torres de alta tensión durante ese año, todas acciones que serían mas cotidianas en cada jornada de protesta. Con este escenario se encontraría Jose Miguel y los compañeros oficiales encargados del formar la nueva estructura de la fuerza militar propia, el FPMR.
Ya en septiembre y octubre los que constituíamos el Frente Cero, dejamos atrás la militancia de la jota y del partido como conocíamos hasta el momento, seguíamos siendo comunistas pero dependientes de una estructura de nuevo tipo, la fuerza militar propia del partido, el ejercito del pueblo el FPMR, con un nuevo sujeto político, “El Rodriguista”, nacido al calor de la tarea militar, que incorporaría nuevos elementos en su desarrollo, ya éramos combatientes de nuevo tipo a tiempo completo, eramos internacionalistas, más guevaristas que con mirada soviética, la dictadura era un escollo que no solo queríamos remplazar por otro gobierno donde mandaran los mismos de siempre, ya pensábamos en la toma del poder, en un ejército del pueblo.
Así nace Rodriguismo aquel 14 de diciembre de 1983, continuidad de luchas anteriores, horizonte de lucha de los que se enfrentan al capitalismo y los gobiernos neoliberales de turno, el Rodriguismo es militancia política y lucha permanente, es presente y futuro para una patria buena y justa.
Luis Vega, diciembre de 2023
Porque me hice Rodriguista
Debido al círculo familiar que me rodeaba, de muy joven comencé a interesarme por los problemas de la clase trabajadora. Yo admiraba a mi abuelo un militante del Partido Comunista de Chile, mueblista, dirigente poblacional y dirigente deportivo, supo con su ejemplo y explicaciones, educarme en la problemática de la lucha de clases.
Mi primer aporte a la causa del proletariado fue ayudarle al abuelo a repartir el diario El Siglo, asistía a las concentraciones en compañía de mis tías, esto me fue dando la categoría de simpatizante. Cada vez que ocurría un hecho político de envergadura, ahí estaba el abuelo explicándome, con su comentario simple y preciso.
El viernes 4 de Septiembre de 1970, día de las elecciones, mi abuelo estuvo pendiente de las noticias en la radio, en la noche cuando la votación ya era favorable a Salvador Allende, en el barrio era todo alegría, la mayoría de los vecinos celebrando, el abuelo puso la bandera chilena en la casa, cuando Salvador Allende se dirigió al país, el abuelo puso la radio más fuerte y se junto un grupo de vecinos a escuchar las palabras del presidente elegido por el pueblo.
Al otro día la alegría se sentía en la gente, la mayoría de los vecinos estaban contentos y hablaban del futuro que favorecería a los trabajadores.
Con el gobierno de la Unidad Popular (UP), en la Escuela nos daban el medio litro de leche, en la casa leía la revista infantil Cabro Chico, la Firme y los libros Quimantu, mi madre me enviaba a guardar puesto en las filas para obtener los productos básicos, que eran acaparados por la derecha, para producir desabastecimiento.
El martes 11 de septiembre de 1973, en la mañana me dirigí a la Escuela, cursaba ese año el séptimo básico, se tocó la campana y formamos, la directora se dirigió a nosotros y nos dijo: Hoy no habrá clases, diríjanse a sus casas sin pasar a ningún lado porque algo malo está pasando en el país. Todos partimos rumbo a nuestros hogares, en el camino se veían camiones con militares en su interior, yo pensaba ¡se armó la guerra con Argentina!. Llegue a la casa y mi abuelo estaba escuchando la radio. Me explico que los milicos querían derrocar al presidente Salvador Allende.
Escuchaba los discursos de Allende donde el presidente explicaba los sucesos desde el Palacio de la Moneda. De la casa de mi abuelo observábamos como fuerzas del Ejército, Armada y Carabineros que actuaban coordinadamente rodearon la Universidad de Concepción. Para luego ingresar al recinto, lo allanaron y detuvieron a un número no determinado de personas, fue acallada la radio de la Universidad de Concepción.
No me acuerdo con exactitud qué día se normalizo la Escuela, pero, ya faltaban algunos profesores, que no vimos más. A finales de Octubre de 1973, fue detenido mi abuelo, fue subido a un camión militar y trasladado al Estadio Municipal de Concepción, donde permaneció por espacio de 50 días más o menos, llego con problemas auditivos, no escuchaba, le habían practicado la tortura.
Uno de mis tíos, vivía en Arica, ocupaba el cargo de secretario regional de las Juventudes Comunistas y miembro de su Comité Central. Es tomado prisionero con su esposa embarazada, la tía salió en libertad pero perdió su bebe, mi tío paso a ser detenido desaparecido.
Mi familia sufrió todo el peso de la dictadura, el otro tío y su familia, tuvo que emigrar a la República de Argentina, mi padre pasa a la clandestinidad. La casa del abuelo, donde vivíamos fue allanada cuatro veces; dos por militares, una por marineros y una por investigaciones, de los cuatro allanamientos fui testigo presencial. Cuando fueron los militares por primera vez en la noche (más o menos a las 21:30 horas), sentí un profundo rencor al escuchar, como se comunicaban por radio y aludiendo al abuelo decían “el pájaro está enjaulado”. La segunda vez que fueron los militares sucedió más o menos a las 07:00 horas, fue más violento que el anterior ya que en esta oportunidad nos dieron con golpes de culata a mi hermano y a mí, confundiéndonos “supuestamente” a uno por mi padre y al otro por el tío.
Bajo el clima de terror que se vivía en el país, igual, en la casa se sintonizaba la emisora clandestina escucha Chile de radio Moscú,
Un día, a principios de 1975, pocos minutos antes que comenzara el toque de queda, llega a la casa del abuelo, mi padre. Esa noche no había conseguido una casa de seguridad donde alojar, tomó algunas medidas de seguridad elementales (dejó sin pestillo una ventana y durmió con ropa), al otro día, apenas se levantó el toque de queda, encaminamos rumbo a la estación de ferrocarriles. Acompañaba a mí padre, por si lo arrestaban; mi misión era comunicar a la familia si se producía el nefasto arresto. ¡Todo salió bien! me dijo. Dile a tu mamá, que burlé a estos “conchas de su madre”, el tren se alejó. Me sentía contento y triste a la vez, contento porque mi padre no había sido arrestado y triste porque se iba y quedaba la incertidumbre, de volverlo a ver. Este fue mi primer trabajo relacionado con la lucha clandestina.
El tren, llevaba rumbo a Santiago. Pasó como una semana y mi padre, en una acción planificada, salta la cerca de la embajada de Colombia en Santiago y pide asilo. Logrado esto, es enviado a ese país y luego a la República Democrática Alemana (RDA).
A mi madre, se le hacía pesada la situación económica, por lo que decide mandarle una carta a mi padre, donde le comunica la imperiosa necesidad de que nos mande a buscar, la respondió positivamente y comenzamos a realizar los papeles en el Comité Inter-gubernamental de Migraciones Europeas (CIME) con resultados positivos, en Marzo de 1976 mi hermano y yo, viajamos a la Republica Democrática Alemana (RDA), mi madre se quedó con mi hermano menor.
La lucha antifascista contra el régimen de Pinochet se encontraba organizada casi en todo el mundo. En la RDA se canalizaba a través del Comité Chileno Antifascista (CCHAF). Ingreso a las filas de las Juventudes Comunista de Chile (JJCC).
Al poco andar, y tras ser destacado en la Jota (JJCC), ocupo el cargo de encargado de educación, a la vez me estimularon regalándome la camisa amaranto, orgullo de todo joven comunista en ese entonces.
Representando a las Juventudes Comunistas de Chile, participo en diferentes trabajos voluntarios, con el objetivo de juntar fondos para la lucha al interior de Chile.
En el CCHAF juvenil creamos una Brigada de rayados integrada por jóvenes comunistas y Socialistas, a la cual llamamos Brigada Salvador Allende (BSA). Realizamos varios murales, mientras se pintaban se realizaba un discurso político donde se aclaraba la situación de represión que ocurría en Chile.
A principios del año 1978, llega a la ciudad donde yo radicaba, un compañero de la dirección de la jota y pide una entrevista conmigo, en dicha conversación, me aclara la forma en que el partido ve la salida de la dictadura en Chile.
…El partido ve la salida de Pinochet, por medio de una insurrección, pero ésta depende del complemento entre dos crisis; la crisis política al interior del gobierno y la crisis política en las Fuerzas Armadas.
Se trata, entonces, de apostar por un alzamiento masivo que impida que el grueso de las Fuerzas Armadas Chilenas se anime a un derramamiento de sangre. Como se estima que algunos sectores del Ejército resistirán y que las masas se apoderaran de los símbolos físicos del poder, como canales de TV y cuarteles.
El partido valida la existencia de una Fuerza Militar Propia (FMP), que cuando llegue el momento, defienda al pueblo…
Al estar yo de acuerdo con lo expresado anteriormente, me plantea la necesidad de ir a otro país a prepararme militarmente.
El fascismo había calado hondo en mí, ya que mi familia sufrió todo el peso de la dictadura, en estas circunstancias el derecho a la defensa es una obligación moral histórica. Por eso fue de conciencia mi decisión de aceptar la tarea militar que me planteaba el Partido Comunista de Chile.
A la tiranía de Pinochet, había que combatirla con las armas y para eso debíamos prepararnos.
En el camino fui entendiendo que el fin del fascismo no sería fruto de una sola batalla ni de la acción de un solo sector de las fuerzas opositoras, sino el resultado de una sucesión de luchas grandes y pequeñas de todo el pueblo hombres y mujeres.
Con la formación militar regular que recibí, la misión internacionalista y la experiencia de los pueblos que han llegado al poder, la idea anterior, la fui fundamentando más.
Estando en el cumplimiento de la misión internacionalista en Nicaragua, a varios compañeros, nos toman el juramento Rodriguista, una de la estrofa decía:
PROMETO, luchar día a día por superarme, para ser digno hijo de esta tierra y de los principios que dieron origen al FPMR, pues veo en el Rodriguismo los más altos valores patrios y humanos, y en nuestra organización, al guía y conductor de la auténtica liberación nacional.
Este era mi segundo juramento militar que hacía, el primero en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba y este por mi patria, en ambos casos para mí fue un compromiso de honor que hacía con el pueblo cubano y con mi pueblo, fueron dos momentos muy solemnes que terminaron con la afirmación; si incumplo este juramento caiga sobre mí el odio y el desprecio del pueblo.
Esto para mi tenía un alto valor simbólico y ético, pase a engrosar las filas del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, me hice Rodriguista.
Gaston Palma, Diciembre 2023
Hijo de Obrero
Soy uno de tantos compañeros, compañeras y Familias que lucharon por defender a esta revolución de las garras del Imperialismo, mi nombre Wladimir Inostroza Espindola, hijo de un obrero de la Construcción, el cual a cumplió 97 años de vida y de una asesora del hogar, que tiene hoy 85 años de vida, ambos vivos, nací en Barrancas lo que hoy es Pudahuel.
Al año de vida mis padres juntos a cientos de otras familias que venían de varios sectores de Santiago en busca de un lugar donde vivir, en especial los que vivian a la orilla del Zanjón de la Aguada.
En la madrugada del día 30 de octubre de 1957, se dirigen a las chacras denominadas la Feria; localizadas en lo que hoy es la Comuna de Pedro Aguirre Cerda. Se toman dichas chacras. Esta toma fue bautizada como “La Victoria”; la primera en Chile y quizás en el mundo, surge en un contexto de las malas condiciones de trabajo en el campo, lo que trajo también como consecuencia la inmigración a la ciudad de Santiago, y que ponen la vivienda en el centro de la problemática social de ese entonces .La razón fundamental que desata la Toma es en especial la miseria que se agrupaba en campamentos denominados poblaciones callampas, otra razón eran las reiteradas promesas no cumplidas, hechas por el presidente de la época a los pobladores, para la solución a sus problemas de viviendas. La situación de precariedad de la salud y otros problemas, llevaron a los pobladores a darse cuenta que la única alternativa para su solución estaba en la decisión tomada. Así fue que 1200 familias que vivían hacinadas, reunieron los pocos enseres que tenían y se dirigieron a los terrenos anteriormente mencionados; dando origen a uno de los lugares más significativos para la historia social de nuestro país: La Población La victoria.
Recuerdos que al momento del golpe militar tenía 17 años edad y cursaba el segundo año medio; toda mi infancia y adolescencia la viví en la población la victoria, donde éramos todos una sola familia llena de solidaridad de amistad muy comprometidos con el acontecer político de esa época tan precaria, donde los rayados se hacían con cal preparadas con tunas por su resina pegajosa que ayudaba a pegar en las pocas paredes del sector y sus alrededores. Pude conocer y disfrutar del gobierno popular el medio litro de leche, la distribución de los alimentos por la JAP. Ver como los pobladores comenzaban a cambiar las fonolas por el zinc en sus techos, comenzaron a aparecer los zapatos y zapatillas en mis amigos y sus familias; decíamos las marraquetas eran mucho más sabrosas con un poco de queso o quizás mortadela los que podían, era una época de fervor poblacional mi padre casi no pasaba en casa siempre en actividades partidarias; además fue destinado a trabajar al sector pesquero en la Ciudad de Iquique. Recuerdo que una vez en un acto del partido que se realizó en la victoria estuvieron presentes Salvador Allende y Pablo Neruda, nosotros con mis primos y otros muchachos, les dimos la mano a ambos, después del acto comentábamos que Neruda parecía un gigante con sus manos de gigante. Éramos felices a pesar de nuestras miserias, nuestras calles de tierras al igual que nuestras casas, estábamos disfrutando de este gobierno del pueblo y senos vino la noche; desde la Victoria sentíamos los cañonazos en la moneda, No podíamos creerlo, el fascismo se estaba apoderando del gobierno y masacrando al pueblo; desde los primeros días pudimos constatar las garras del terror en nuestra población, desde un helicóptero disparaban a los pobladores y los allanamientos no se hicieron esperar. Comentar que en esa fecha yo no participaba de ninguna organización política; comenzaron a desaparecer compañeros y compañeras, todos conocidos en especial de mi padre; de él no sabíamos nada, estuvo desaparecido por cerca de dos meses en Iquique, después supimos que estaba en Pisagua. Lo operaron el día 13 de septiembre en el hospital de Iquique y el 15 se lo llevaron a Pisagua detenidos como un político muy peligroso, (obrero de la construcción toda su vida y dirigente sindical). Estuvo preso 3 años en varios campos de concentración, incluyendo la penitenciaria y cárcel pública de Santiago. Lo condenaron a 25 años de presidio; fue expulsado del país el año 1976. Y exiliado a Dinamarca.
Estando mi padre detenido me acerco a los pocos compas de la jota que quedaban en la población y comenzamos el trabajo popular en ayuda a nuestros pobladores y sus familias. Creo que desde ese instante abrace la lucha por la Dignidad del ser humano. Y en el calor de este bregar conocí el Rodriguismo, el cual me acerco y me enseño como realizar este camino más efectivo, me enseño la disciplina, el valor de la familia, la consecuencia (la mejor forma de decir es hacer), la humildad, la entrega sin límites, la hermandad, el respeto por nuestras compañeras y compañeros, el aprender constante el respeto por nuestros mayores y sus experiencias, lo dañino del sectarismo y el doble discurso. Creo que una de las cosas más importantes aprendidas es la responsabilidad en cada tarea que emprendemos, tanto partidaria, familiar, de amigos y de trabajo.
Lamento que muchas de estas enseñanzas en muchos de nosotros hoy la vemos de forma tan simple, tan sin importancia, tan vacía. Los llamo a todas y todos a retomar estas enseñanzas de vida del Verdadero Rodriguismo, por supuesto partiendo por mi persona.
Donde estemos debemos ser y hacer. Saludo a las Compañeras y compañeros que a pesar de todas las pasadas siguen en la lucha. Permítanme rendir un homenaje a un hombre consecuente y revolucionario de tomo y lomo; a mi padre, que a sus 97 años sigue abrazando la causa de los humildes.
Un abrazo fraterno
Wladimir Inostroza, diciembre 2023.
Joven de la generación de los 80
Hablar de rodriguismo y hacer una constatación de lo que significó, me referiré a los momentos o detalle de situaciones que me marcaron en la vida. Dentro de las situaciones, hay varias que con los años se ven más nítidas, las cuales trataré de relatar con el mayor detalle.
Hace cincuenta años se producía el golpe militar, que a mis ojos de niño vi sin comprender en profundidad las implicancias para toda una generación. Ese día una vieja momia, vecina nuestra, gritaba “hasta aquí les llegó, ahora cagaron marxistas” y otros garabatos más. Mi madre al igual que muchos vecinos comenzaron en una frenética carrera de quemar todo lo que podría ser usado para ser inculpado de subversivo. Las emisoras transmitían himnos militares y luego comenzaron a emitir bandos, parecía una película de guerra. Por la tarde pasaron algunos amigos de mi padre, bordeando el toque de queda, a despedirse y nunca más los volví a ver. Dos dias después llegaron unas tías a informarnos que mi padre había sido detenido y trasladado a un campo de concentración. Mi madre embarazada de mi hermana menor se puso a llorar junto a sus hermanas. Mis tías le dijeron que nos fuéramos a casa de mi abuela. Mi madre nos indicó que pusiéramos en un bolso lo necesario. Yo tenía un bolso pequeño. Le dije “estoy listo”, mi madre al revisar que había puesto dentro del bolso encontró mi par de guantes de box que me habían regalado, y me pregunta ¿para qué llevas eso? Y le dije con mi inocencia, “si nos paran los milicos me los pongo y les pego”. No sé si esa respuesta mía fue la que determinó finalmente que mi madre en llantos decidiera no emprender el viaje donde mi abuela, y quedarnos a esperar la liberación de mi padre, cosa que sucedió dias después, puesto que no le encontraron nada de que acusarlo, sólo de ser delegado sindical.
Dias después del golpe militar, caminando de la mano con mi madre escuchamos un fuerte ruido y la vereda parecía que temblaba, miramos hacia la calle y vimos con asombro el avance de un tanque Sherman con un milico con boina que apuntaba la ametralladora punto cincuenta. Aún recuerdo el rostro de los transeúntes que caminaban y observaban este monstruo bélico, con cara de terror. Nadie dijo vienen los salvadores o libertadores, por el contrario, sus rostros revelaban el terror. Rápidamente nos fuimos a casa.
Otro momento que veo con claridad, fue años más tarde. Salí de mi trabajo en mi hora de colación y pasó una marcha, en la cual iban un par de amigos los cuales me invitaron a sumarme. Cuando me incorporé a la marcha me dijeron que el objetivo era ir a la cárcel a pedir la libertad de los presos políticos. Sobre el aire sobrevolaba un helicóptero policial al cual la mayoría le gritaba epítetos. Al llegar a una esquina, un carro policial se interpuso y la marcha viró. En la mitad de la cuadra algunos de los manifestantes comenzaron a gritar frente a una casa “esa casa es de los chanchos, esa casa es de los civiles”. Algunos tiraron un par de piedras al frontis de la casa, que mí me pareció una soberana tontera. Cuando la marcha iba llegando a la próxima esquina y yo a unos veinte metros de allíl, escucho una fuerte ráfaga de disparos, al voltear a mirar que era lo que pasaba, observé un hombre de civil disparando una subametralladora y detrás de él saliendo unos seis hombres más disparando pistolas y revólveres desde la casa que era acusada de ser una casa de la policía política de Pinochet (después se supo que era del sicar, servicio de inteligencia de carabineros). Como la mayoría de los jóvenes corrimos y con mis amigos nos ocultamos en la mampara de una casa. Desde ahí observamos con impotencia como golpeaban y detenían a los manifestantes. Había sido una encerrona.
Mi reflexión fue y sigue siendo, con panfletos o con carteles no podemos combatir a estos barbaros, de alguna manera había que prepararse para combatirlos en el mismo plano.
Los primeros dias de noviembre de 1983 un supuesto terrorista había sido abatido (luego se demostró que fue un falso enfrentamiento) por las fuerzas de orden y seguridad. Su cuerpo presentaba múltiples disparos, en su mano le habían puesto un arma. Habían acribillado a Víctor Hugo Huerta, secretario regional del partido comunista.
Sin saber la cacería que estaba ocurriendo, junto a un par de compañeros de mi base, salíamos a pegar afiches y propaganda de las JJCC, en contra de la dictadura. Una mañana mientras trabajaba en una tienda, se acercó una mujer muy elegante, era una compañera de mi base que me informaba que la CNI había capturado a la compañera del secretario de la jota junto a un par de decenas de militantes comunistas, así que por mi seguridad y la de todos quedaba descolgado. Un par de dias después un padre desesperado por el secuestro de sus hijos se inmoló frente al asombro de transeúntes, exigiendo la liberación de sus hijos secuestrados. Era Sebastián Acevedo.
Casi al mes de aquella razzia fascista, un miércoles 14 de diciembre cerca de las 22:00 la zona y gran parte del país quedó a oscuras. Después se sabría por la prensa que se habían volado torres de alta tensión, dejando a oscuras a la mitad del país. Por un comunicado se supo que un nuevo grupo llamado Frente Patriótico Manuel Rodríguez se adjudicaba tal operación de sabotaje. Mi reflexión fue que por fin nacía una fuerza que le hacía frente a un enemigo que actuaba con total impunidad. Con los meses nos fuimos enterando a través de cada acción y sus comunicados que este naciente grupo se definía como el brazo armado del pueblo.
Durante los primeros meses del 84 me sumé a una base de la jota, durante algún tiempo sin tener contacto con la dirección, planificamos y desarrollamos una campaña de propaganda. Cada semana en horas de la noche y toque de queda salíamos a rallar las paredes con consignas en contra de la dictadura. También hicimos múltiples volantes, que eran bastantes artesanales y los lanzábamos en liceos, universidades, centros productivos y poblaciones. Nos preparábamos ideológicamente estudiando unos librillos de Marta Harnecker. Luego de unos meses logramos tomar contacto con la dirección de la jota, se estaba reorganizando después de las últimas detenciones. Nos sentíamos parte de una orgánica que crecía día a día. En las atenciones políticas fuimos conociendo de la política de rebelión popular. Y de las nuevas formas de combatir la dictadura. Nos convertimos en una unidad de combate y nuestra primera misión fue cortar el transito con una barricada incendiaria un día de jornada de protesta. Habíamos realizado la exploración, estudiado las vías de escape, el enmascaramiento. Solo tuvimos un detalle, la llama que iniciaba el fuego se apagó por lo que tuvimos que regresar y cumplir la misión pues nuestra acción era parte de una operación mayor de movilización y tenía como objetivo obstaculizar el desplazamiento de las fuerzas represivas.
Al poco tiempo recibimos un casete betamax con el documental la ofensiva final de Nicaragua. Salimos convencidos que la lucha frontal era el único camino posible y nos juramentamos cumplir con el deber, siendo mejores cada día y cuidarnos de no caer detenidos. Comenzamos a convertirnos en combatientes. Tiempo después los integrantes de esa pequeña unidad de combate fuimos asumiendo distintas tareas. Algunos cayeron detenidos, otros buscados, algunos se prepararon en cursos en otros países, otros asumieron responsabilidades mayores, algunos pasaron al frente. En fin, somos parte de una generación que creemos que solo con organización, unidad y lucha podremos alcanzar la liberación. El frente fue un referente que marcó nuestra generación.
A cuarenta años de aquel histórico 14 de diciembre de 1983, sabemos que la lucha de resistencia contra la dictadura comenzó el mismo once de septiembre, con el presidente Allende defendiendo la moneda, con los combatientes del GAP resistiendo junto a él, en los cordones industriales, en las poblaciones, con los compañeros del MIR resistiendo dignamente frente a fuerzas superiores. La lucha clandestina fue un aprendizaje cotidiano, la resistencia de los familiares de los secuestrados desaparecidos y de los prisioneros políticos, los curas y pastores consecuentes que brindaron solidaridad a los perseguidos, las primeras acciones audaces fueron marcando un camino.
El frente fue parte de la línea política de rebelión popular impulsada por el partido comunista de chile para terminar con la dictadura. Mostró que se puede luchar contra fuerzas superiores con audacia. Que cada esfuerzo vale la pena, nuestros hermanos que cayeron en la lucha, así como los que han fallecido en estos años son ejemplo que cada hombre o mujer tiene un lugar en la lucha.
En homenaje a Víctor Hugo Huerta, Sebastián Acevedo, Tatiana Fariña, Ricardo Rivera, Gonzalo Fuenzalida, Héctor Ramírez, Noé Bascuñán, Angélica Rojas, Víctor Rojas, Nicolás Jara, Juan Peñaipil, Carlos Pinto y a todos nuestros heroes y martires, así como a todos quienes hicieron posible la lucha de resistencia, a los miles de ayudistas anónimos, a quienes faciltaron sus casa, a quienes alimentaron y dieron cobijo a aquellos que eran perseguidos.
…” La patria esta tan mal, Manuel la pondrá en pie
Doblegando la noche sin gloria
Elevando al hombre hasta su historia,
Ayudando al pueblo en la victoria
Con la urgencia de su dignidad” …
Felipe García, diciembre de 2023.
EL APAGÓN QUE DIO LUZ AL FPMR
A Manolo le gustaba escuchar las historias del apagón del 14 de diciembre del ‘83, fecha en que había salido a la luz pública el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Siempre se preguntaba cómo es que los combatientes habían logrado realizar aquella acción de impacto nacional, imaginaba lo difícil que debió haber sido coordinar las acciones de los grupos operativos clandestinos que actuaron, el apoyo logístico entre ciudades y puntos tan distantes como Santiago, Valparaíso y Concepción, sin comunicaciones instantáneas y todo en medio de un control del que tanto se vanagloriaba la dictadura de Pinochet.
En esa época Manolo estaba en una escuela de instrucción militar del Ejército Popular Sandinista en una zona del norte de Nicaragua llamada Apanás en el departamento de Jinotega, participando en un entrenamiento de guerra irregular de varias semanas de duración.
Cuando terminó el curso, él y los demás chilenos, la mayoría combatientes de la guerra de liberación de ese país, y luego asesores militares en la formación del ejército, nacido después del triunfo revolucionario del 19 de julio de 1979, fueron repartidos en los Batallones de Lucha Irregular identificados con el diminutivo de BLI.
Muchos compatriotas se desplegaron en esas unidades de combate en plena montaña, enfrentando a las bandas de contra revolucionarios financiadas por el gobierno de Estados Unidos de la época, presidido por Ronald Reagan. Entre los participantes de ese curso estaban los jóvenes José Valenzuela Levi y Juan Waldemar Henríquez, futuros jefes rodriguistas en Chile, ambos asesinados junto a otros diez combatientes del FPMR en la llamada Matanza de Corpus Christi, ocurrida los días 15 y 16 de junio de 1987.
A mediados de diciembre, en un descanso de las tropas de su batallón, durante el amanecer, uno de los oficiales nicaragüenses llegó buscando alegremente a Manolo, y como eran amigos, delante de toda la tropa le dijo emocionado: –Oye chileno, escuché en una radio que tus compañeros están volando pija en Chile, hicieron un apagón eléctrico total y dejaron sin luz a Pinochet. ¡Felicitaciones camarada!. Manolo, al escuchar esto se sorprendió primero y luego se puso muy contento.
Las noticias que llegaban desde Chile casi siempre estaban relacionadas con algún acto terrorista de la dictadura militar en contra de los chilenos, y no de las luchas que daban en la resistencia, como la noticia que acababa de recibir. Y como siempre lo hacía Manolo, se preguntaba, ¿qué estoy haciendo aquí en esta selva tropical?, si debería estar allá en Chile. ¿Por qué me dejaron todavía aquí?. Pero órdenes son órdenes, se decía finalmente.
Ante las preguntas de los demás soldados y a pedido de su amigo oficial, que lo había presentado como combatiente del Frente Sur en la guerra contra el dictador Somoza, Manolo pintó en el suelo con un tizón algo así como un mapa de Chile para explicar a los soldados cómo era su patria. Contó lo largo que era Chile, el país de Salvador Allende.
Les habló del desierto de Atacama, del continente Antártico, de dónde estaba la capital, de la Cordillera de Los Andes y el Océano Pacífico. Habló del frío, de la nieve, de los mapuche.
Ustedes en realidad son como una isla entonces –agregó un joven soldado. Tienen cordillera y mar, y el desierto y la nieve Antártica por los otros lados.
Algún día, pensó Manolo, cuando estuviera en Chile buscaría a un combatiente que hubiera participado en ese apagón para que le explicara con detalles cómo se las habían arreglado para hacer esa acción. En ese momento, el llamado a formación del jefe de la columna lo sacó de sus pensamientos. Era tiempo de que las tropas del BLI reiniciaran su marcha.
Estaba en una guerra en plena montaña defendiendo la revolución sandinista y debía volver a pensar en los contra anti sandinistas, que era el enemigo que ahora tenía al frente.
Pero años después ese momento soñado había llegado. Estaba ahora en el ’85, se encontraba clandestino y por fin en Chile.
No lo habían destinado inicialmente al Frente, ni tampoco al Trabajo Militar partidario, sino que los jefes lo habían mandado a pensar y crear un Grupo de Apoyo Central partidario. En todo caso a Manolo, ese puesto privilegiado le permitiría tener una visión más general de las luchas que se desplegaban en todo el territorio nacional y además reunirse con muchos combatientes.
Pensó que tarde o temprano se encontraría con más de alguno hubiera estado en ese apagón del ‘83 y que, tal vez, estaría dispuesto a contar lo vivido en esa experiencia.
Para Manolo, su próxima meta, después de haber entrado a Chile, era llegar a trabajar en algo más concreto, más combativo, donde las papas quemaran.
Para eso, estaba claro que el camino correcto no era reclamar ni hablar mucho, sino acometer la tarea encomendada con alta calidad, para que su mando se viera obligado a dejarlo en Chile y destinarlo a un grupo operativo. –Me tengo que hacer necesario aquí, mierda, –pensaba Manolo todo el tiempo.
En una oportunidad, caminando por la Alameda de Santiago, Manolo escuchó decir a un compañero que iba junto a él, de chapa Alberto, y futuro jefe del equipo de Apoyo Central que estaba formando, indicando con su mano en dirección a la Iglesia de San Francisco, que precisamente ese lugar era donde se había juntado con el jefe del Frente, Benjamín era el nombre con que lo identificaba Manolo. Se juntaron, según lo que contaba Alberto, para luego subir a un sector de La Reina Alta y poder observar cómo se iba apagando la luz en la capital el día 14 de diciembre del 83, a partir de las diez y media de la noche. Manolo se quedó callado para que le siguiera contando la historia que tanto le interesaba conocer desde que estaba en Nicaragua.
Alberto dijo que había sido muy impresionante para él, ver como poco a poco Santiago se iba quedando a oscuras, hasta que fue total. No se veía prácticamente nada, compañero –agregó–. Qué manera de estar contento el jefe, los golpes a las torres habían sido a la hora precisa. Luego, él le siguió contando que con una radio portátil se informaban del impacto que había producido la acción en todo el país, que marcaba entre otras cosas, el nacimiento del Frente.
El apagón del ‘83 fue un gran golpe a la dictadura y un estímulo a la lucha popular.
Luego, el jefe lo había dejado solo mirando la oscuridad de Santiago, ya que debía confirmar la normalidad de todos “los torreros y torreras”, como empezaron a llamar a los que hacían el delicado trabajo de derribar torres para los apagones.
–¿Tú estabas metido en el apagón? –le preguntó Manolo.
–Espérate, o no te cuento nada, –respondió Alberto muy serio.
En este lugar conocí a un compañero que era oficial como tú Manolo, continuó diciendo Alberto, lo supe después que desapareció, cuando lo siguieron los malos, y hubo que esconderlo y sacarlo del país. Era muy simpático ese compañero, no sé si decir valiente o medio loco.
Días antes del apagón, ya nosotros teníamos todo estudiado, sobre todo la parte de la misión que nos correspondía a nosotros y cuando solo faltaba el material para botar las torres, me mandaron a recoger el explosivo. Y llegó este compañero del que te hablaba, venía caminando por plena avenida Alameda con una caja de cartón al hombro, de esas para las frutas, amarrada con una pitilla. Me habían indicado que me encontraría con un hermano de como treinta y tantos años con barba, una chaqueta café y una caja de frutas en el hombro izquierdo como señal de normalidad, simulando que era un vendedor de feria.
Alberto siguió con el relato, era el jefe que coordinaba dos grupos en esa acción, tenía que asegurar la logística y apoyarlos en todo, pero no podía ir directamente a las torres porque debía encontrarse con el jefe Benjamín, tenía que comprobar los resultados de la acción y luego dar la señal de normalidad. Es decir, confirmar que todos los torreros y torreras estaban es sus casas y sin problema.
Pero esa comprobación tenía que ser realizada personalmente, como siempre ordenaba Benjamín, no porque otros lo dijeran, él mismo debía cerciorarse y dar la seguridad al Jefe de que nadie había caído preso.
–¿Pero entonces tú no botaste una torre compadre? –interrumpió Manolo. Después de su pregunta, nunca más pudo olvidar la cara que puso Alberto y lo que le dijo en ese momento. –Para que te quede claro, botar torres no es tirar y abrazarse, la cosa no es tan fácil y uno no puede andar mandándose las partes de que lo hizo solo. Ahí, Manolo pudo sentir que él estaba de verdad molesto. Hay todo un trabajo antes de poner la carga y botar la torre, donde participan muchos compañeros.
Se notaba que Alberto no quería seguir hablando, solo atinó a decir que el Frente no era una organización de superestrellas sino de personas comunes y corrientes y que había que estar dispuesto a hacer lo que se les ordenara. Con qué clase de oficial me mandan a trabajar, –dijo Alberto, mirando enojado a Manolo, ahora solo falta que me digas que tú ganaste solo la guerra en Nicaragua.
Con el tono de esas palabras, Manolo se sintió avergonzado, agachó la cabeza y luego pidió disculpas. Esto me pasa por huevón, se dijo para sus adentros.
–Bueno hermano, discúlpame –dijo Manolo– pero y ¿qué pasó con el compadre de la caja que me estabas contando? –insistió, con la esperanza de que Alberto siguiera con su relato.
Alberto lo miró como lo hacía su padre cuando él lo hostigaba pidiendo algo. Tenía más de cuarenta años cuando se conocieron y Manolo como veintiocho.
Él nunca había salido de Chile, toda su formación la había adquirido en la lucha del interior.
Para alegría de Manolo, Alberto siguió con la historia. –Apareció el compadre con su cajita y nos metimos a la iglesia, hay que persignarse me dijo y lo hizo, Alberto también tuvo que hacerlo. Luego, me dio un informe político delante de todos los santos en voz baja –dijo Alberto– explicándome que si yo era cristiano no me molestara por el lugar del encuentro.
Y que en la cajita de plátanos ecuatorianos venían los materiales para la fiesta del apagón. Al mirar la caja –siguió Alberto– me entró un temblor de repente, no imaginaba que el compañero transportaría el explosivo de esa manera y reconozco que después me vino el susto.
–¿Se asustó el jefecito? –preguntó Manolo en voz baja.
El problema no es el susto –replicó Alberto–, sino que jamás me hubiera esperado que el compadre me entregara los explosivos para volar las torres adentro de una iglesia, y más encima ubicada en plena Alameda Bernardo O’Higgins.
Me impresionó tanto la forma en que se comportaba este jefe que yo adopté esa costumbre –dijo. Este compañero me citaba a reuniones solo para estudiar política.
Se reía cuando yo le decía que pensaba que los vínculos clandestinos eran solo para hacer algo concreto y no para puro hablar.
Sonriendo me recalcaba que la preparación política también era algo muy importante.
–Tú Manolo debes hacer lo mismo con tus subordinados –agregó. Alberto me iba explicando los conceptos de la lucha clandestina, y antes de eso yo pensaba que me las sabía todas.
Alberto en lo que más hacía hincapié, era que nada reemplazaba el aspecto humano, el compañerismo de los combatientes de la resistencia y que hacíamos como pueblo contra la dictadura.
El jefe tenía algunos deberes que no podía delegar. Alberto se había hecho en la resistencia diaria y estaba impresionado con la forma de ser del compañero de la caja de plátanos, del que nunca supo ni su nombre.
Venía de una guerra, igual que Benjamín, sabía mucho de los métodos de conspiración. Podría haber mandado a alguien con el explosivo, o dejar las cosas en algún lugar para que Alberto las recogiera, pero siempre prefería hacerlo él mismo.
Alberto era un compañero obrero, militante de muchos años en el Partido Comunista.
Y como trabajador de la construcción, él sabía hacer de todo. Murallas, gasfitería, plomero, jardinero, matarife, artesano, minero, vendedor de cuanta cosa existía, gustador de buen vino tinto. Un verdadero maestro chasquilla chileno, además de buen panadero y …. cantante de botillería, como Manolo le decía.
Antes de partir, Alberto le detalló a Manolo el largo trabajo que había que hacer antes de llegar a la torre.
Para que un joven como tú trepe el enfierrado y ponga las cargas, –dijo–, hay muchas, pero muchas horas de pega previas, y muchos combatientes y ayudistas de distintas edades colaborando, hombres y mujeres. Nunca olvides que la gloria es de todos, no solo del torrero.
–Bueno, –dijo Alberto–, hasta aquí no más llega la conversa. Ya te tocará participar en un apagón, pero por tu bien aprende primero. Recuerda que debes tener tu buzón telefónico hecho por ti mismo, hazlo como te indiqué. Y se fue.
A Manolo le sirvió mucho esa conversa, sobre todo para aprender cómo se hacía un buzón telefónico. Tenía tantas cosas por aprender de la lucha clandestina y de los compañeros del interior. Ya llevaba dos meses en Chile y los buzones siempre se los daban hechos, y Alberto le había comentado que eso era peligroso.
Tiempo después Manolo tuvo la oportunidad de participar en un apagón, directamente en una torre y con una jefa mujer, que era mucho más exigente que Alberto y salió bien parado gracias a sus enseñanzas.
Alberto cayó preso el año ‘87, también lo habían detenido para el golpe del ‘73.
Murió de una larga enfermedad a finales de los ochenta, lo soltaron de la cárcel solo para morir. Trabajaba con él en el Sur cuando lo detuvieron. No entregó a nadie, ni nada. Manolo se enteró por la prensa de su libertad condicionada, era muy peligroso visitarlo, pero igual lo pensó. Desistió de intentarlo porque pensaba que de seguro el viejo lo estamparía a garabatos por irresponsable.
Manolo salió a caminar por las calles de Santiago en busca de su propio buzón telefónico “cortado”, como se decía en esa época de clandestinidad y lucha. Era muy necesario para tener una infraestructura personal segura.
(*) Del libro “SOMOS TRANQUILOS, PERO NUNCA TANTO…” 1° Edición, Ceibo Ediciones 2014 y 2° Edición Editorial Latinoamericana 2020.
Autor José Miguel Carrera Carmona, Santiago de Chile, diciembre 14, 2023.
Retazos de Vida
Final de 1981 recién egresado de IV medio, cuando creíamos que tal licencia servía para algo, son tiempos complicados para mi familia, problemas de trabajo para mi padre, hombre de poca educación formal, pero gran corazón y mucha escuela de vida, nunca acepto participar de lo que él llamaba la humillación a los trabajadores, los programas laborales municipales de la dictadura, el PEN y el POJH, con un puesto en la feria libre se sentía mejor, generaba unas lucas y no faltaba la fruta ni la verdura en casa.
Apoyado por mi madre que, con una mano maravillosa en la cocina, además seguro con algunos dotes de magia ya que con muy poco conseguía poner a diario en nuestra mesa platos de comida que para mí y mis 5 hermanos más mi Viejo, era cercano a un humilde banquete (pantrucas, porotos con rienda, guisos de acelga con papas fritas, charquicán de cochayuyos, sopas de pan. De postre manzanas cocidas con canela, no siempre ya que el gas era caro, manzana rallada con merengue y también frutitas solas, entre otras maravillas), nunca falto nada, según la mirada que da la perspectiva del tiempo.
Lo anterior solo es reflejo de la mayor parte de la clase trabajadora de Chile, tratando de salir adelante, en mi entorno más cercano amigos, muchos de ellos aficionados a la lectura, buenas conversaciones las de esos tiempos, con buena cuota de humor y acidez al momento político que vivíamos, me invitaron a participar en algunas actividades de las JJCC, al igual que mi madre en las JJCC, con muy poco hacíamos mucho, fabricábamos panfletos con papel roneo, en rigor no era el papel el importante sino el mensaje. Plantillas extensil y prensa de impresión artesanal que cumplían precariamente su función, con esta experiencia, cuando me preguntaron si podía colaborar con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, pensé, ¿Por qué no? A decir verdad, una experiencia de alto nivel de stress, era curioso ayudaba a un movimiento político con mucho peso en la época, sin embargo, solo conocí a 2 personas uno de ellos un gran amigo hasta hoy y otro que pude conocer poco ya que partió tempranamente siendo una víctima más de dictadura. Mi aporte consistía en guardar y cuidar de armas de diferentes características, entre ellas pistolas, revólveres, fusiles, ametralladoras, lanza cohetes, cohetes y un tambor lleno del explosivo amongelatina, el que había que cambiar su posición cada 6 a 8 horas según me indicaron, esto me producía un estado nervioso permanente. Este pequeño arsenal estaba en mi pieza de la casa de mi familia, otro elemento que agregaba nerviosismo, creo hasta el día de hoy que ese pequeño aporte fue necesario e importante, un granito de arena muy necesario, ¿sino somos nosotros quién?, había que ponerse la camiseta y lo hice.
Luego cerca de un año con esta colaboración más o menos, mi vida dio un giro, me fui a estudiar y trabajar al extranjero. Se hicieron los traslados correspondientes y mantuve el contacto con mi amigo que también se encontraba en el extranjero viendo nacer a su tercera hija.
Eugenio, diciembre de 2023.
Ser mejor ser humano
El golpe de estado fue devastador para todos. En nuestra familia el repliegue fue un poco más suave, ya que recién hacia un año que habíamos llegado a Santiago desde Temuco y recuerdo que mi papá dijo que él no se “alumbraría” (debió usar otra palabra), por lo tanto, ya en el departamento no se hicieron reuniones del PS, y mis hermanos mayores que militaban en la jota estaban estudiando en la U en Temuco. Por lo tanto, cuando llegó el golpe, lo sufrimos en la intimidad y mis hermanos de Temuco se tuvieron que volver a Santiago expulsados de la U.
Como niño vi el sufrimiento de mis padres y la rabia por lo que estaba ocurriendo. Mi viejo era calderero en el hospital Roberto del Rio, no lo exoneraron, pero lo dejaron en la puerta. Fueron años de muchas privaciones, pero seguimos adelante.
El año 79 en la televisión mostraban imágenes de un pueblo que se revelaba con todo, mostraban en las calles de Nicaragua como se luchaba contra la dictadura de Somoza, hasta alcanzar la victoria. La alegría era inmensa y también se sentía la rabia por qué acá eso no pasaba.
Termine la enseñanza media el año 80, constitución nueva y a enfrentar el futuro. Entre trabajo, estudio y los amigos fue madurando la reflexión. Nos amanecíamos en la esquina tomando vino, leyendo, jugando ajedrez y también fumando marihuana. También leímos autores humanistas, la biblioteca de la casa fue responsable de nutrir un pensamiento crítico y abierto. Luego vinieron las conclusiones. Creo que lo que más me marco fue cuando leí por vez primera el Manifiesto Comunista y las obras de Lenin. Luego vino entender la dialéctica y los clásicos del marxismo.
Mientras tanto en Chile la cosa económica se ponía muy mala para el pueblo, y comenzaron las primeras muestras de descontento con las protestas.
Había dejado los estudios de Análisis de Sistemas inconclusos, trabajaba de junior en una agencia de viajes y podía ver en directo la gran diferencia que existía entre los que tenían mucho y el pueblo que trabajaba para subsistir.
Las conversaciones se fueron tornando cada vez más agudas, con un amigo que estudiaba en la U. de Chile. Nos habíamos conocimos en la esquina. Ya el tema comenzó a ser otro. ¿Qué hacer? Nos íbamos al Peda a tirarle piedras a los pacos, pero después quedábamos con la sensación de que era inútil y sólo nosotros sufríamos en estas batallas desiguales.
Hasta que una hermosa noche se cortó la luz en todas partes, luego aparecieron proclamas de un grupo que decía ser el brazo armado del pueblo. Nos sentimos inmediatamente representados e identificados. Recuerdo que llegaba mi amigo con el Siglo, donde se aprendía a hacer panfletos, barricadas y también otras cosas. Nos aprendimos el himno de la Jota que venía en la contra tapa y no militábamos. Un día fuimos a un acto a Lo Hermida, debe haber sido a fines del 84, era verano, hasta que llegaron los pacos y mi amigo me dice “nos vamos”, yo le respondo “pero si recién se está poniendo bueno”, me miro y me dijo “nos vamos ahora”. Obedecí. Después de esa tarde la cosa cambio… Tuvimos una conversación en donde me planteo que la cosa era muy sería y no tenía vuelta atrás y si la cagaba el mismo se encargaría de “romperme los huesos por cagón”, que no debía preguntar, ya que entre menos supiera era mejor para todos. Sentía un poco de miedo, tenía miedo de no estar a la altura de lo que venía. Pero era para lo que me había estado preparando políticamente.
El año 85 entre al Peda, pera ya no a tirar piedras. En la facultad de Filosofía se movía la cosa, recuerdo que la bienvenida a los cachorros estuvo a cargo de la Andrea Palma, estaba esperando guagua y nos recibió con mucha cordialidad, casi ternura. Lo bueno de entrar a la U, fue que tenía motivos para alejarme de mis amigos de la esquina, salir todos los días sin despertar ninguna sospecha de la familia y la alegría de mi mamá cuando me corte el pelo y me veía llegar todos los días antes de las 10 de la noche. Realmente había cambiado. Mis amigos me reclamaban que ya ni el fin de semana me juntaba con ellos, así que invente una polola que vivía por la Villa Olímpica y entonces me iba a pololear, pero en realidad me iba a la casa. Fue tan creíble este cuento que cuando conocí a mi compañera, una amiga le dijo que se cuidará de mí porque ya tenía polola.
Y así entre acción y acción nos fuimos curtiendo, supimos del dolor por la muerte de los compañeros, recuerdo a Fernando Villalón, era un niño cuando murió por una explosión en un departamento en la Villa Portales. Es el costo de ser dignos.
Luego vino el año decisivo, me case, deje la U y de lleno a trabajar para sostener a mi familia que comenzaba a crecer. El trabajo tenía una ventaja, me daba leyenda para estar en cualquier parte de Santiago, era cartero.
Hoy han pasado los años y el sentir el Rodriguismo me ha acercado a lo mejor del ser humano, es más, es una obligación que siento, es querer estar a la altura de cualquier compañera o compañero Rodriguista.
Daniel, diciembre de 2023.
Memoria combativa: Un ataque con cohetes y granadas a un comando del ejercito
El 18 de noviembre de 1985, un destacamento del FPMR, compuesto por cinco combatientes, realiza una audaz y temeraria operación. Por uno de los sectores del perímetro del Aeródromo de Tobalaba, los hermanos rodriguistas atacan con lanzacohetes y lanzagranadas las instalaciones de Comando de Aviación del Ejército.
«Con esta operación el Frente se propone iniciar golpes a la infraestructura y equipamiento militar de las Fuerzas Armadas, porque hasta ese momento los objetivos de ataque a las fuerzas enemigas habían sido solo a los pacos, tiras y la CNI», señala Javier, combatiente rodriguista partícipe de acción.
«Fue una operación muy bien preparada y con mucha mística Rodriguista. Nos acuartelamos toda la noche en una casa de seguridad muy cercana al lugar. Mientras preparábamos y repasábamos cada una de las misiones individuales y colectivas», detalla Alexis hermano rodriguista miembro del destacamento.
Fue en la madrugada de ese 18, y tras tres meses de preparación de la unidad de combate, que los cinco jóvenes darían inicio a una acción sin precedentes, al ser un objetivo militar y donde también se guardaban los helicópteros de carabineros.
«Sabíamos que era la misión más importante del Frente hasta ese momento. Debíamos darle con todo a aquellos, que ocupando los mismos helicópteros que atacaríamos, allanaban poblaciones masivamente y reprimían a los pobladores de forma permanente»
Instantes antes de salir a cumplir la misión los combatientes rodriguistas recuerdan un momento que reforzó la mística de la operación. «Cuando ya estábamos casi listos, llegan 2 miembros de la Dirección Nacional del FPMR, entre ellos el Huevo Nordenflycht, a darnos las palabras de confianza y a dejarnos la disposición combativa lo más en alto posible», recuerda Alexis.
Tras los discursos y el parte operativo, los cinco jóvenes se aproximan a las instalaciones militares, ubicadas en la comuna de La Reina, dando inicio al ataque.
«La operación fue un éxito. Atacamos el aeródromo por 3 flancos diferentes con granadas fusiles y lanzacohetes. Duro muchos minutos y luego nos fuimos por Arrieta hacia abajo».
Terminado el ataque, que según información oficial al menos un helicóptero fue dañado producto de la operación, el destacamento sale del lugar. Momento que se topan con efectivos militares, y tras ello se dirige a la casa de seguridad dispuesta, en forma desafiante, dentro sector.
«Nos encontramos con milicos en la pasada los cuales, sabiendo quienes éramos, bajaron sus fusiles y se hicieron los lesos al ver que nuestro poder de fuego y disposición era entregar la vida si era necesario. Volvimos a la casa de seguridad, no salimos del cerco y vimos el operativo de las fuerzas de seguridad tomando desayuno y felices por haberlos golpeado tan certeramente», comenta Alexis.
«Esta es una operación que marca una nueva impronta en nuestro accionar, al colocar como objetivos a instalaciones militares y con mayor poder de fuego del que se estaba usando hasta ese momento», recuerda Javier.
Cuatro años después Roberto «Huevo» Nordenflycht, caía combatiendo en las mismas instalaciones militares del Aeródromo de Tobalaba, en una operación que contemplaba un nuevo ataque al Comando de Aviación del Ejército.
Alexis y Javier, diciembre de 2023
Campamento de instrucción, cuna de combatientes
En mi adolescencia, octubre de 1969 comienza la participación en el local del PC de la ciudad de Victoria, luego la campaña presidencial para llegar con el compañero Allende a la moneda trabajamos con alegría con fraternidad mucha mística a fines del 69 forman la base Joven Guardia y comienza mi militancia (mi familia es comunista).
El gobierno popular fue una etapa donde aprendimos a tener conciencia y responsabilidad de las tareas.
Por estudios soy trasladado a Chillán, pronto asumo como secretario político de la base del INSUCO. Vibrábamos con las actividades, trabajos voluntarios y carnavales.
En las vacaciones de invierno de 1973 tuve la posibilidad de participar en una escuela de cuadros en la ciudad de Talcahuano.
El 10 de septiembre del mismo año junto a otro jotoso viajamos a Santiago para ser alumnos de la escuela nacional de cuadros. Deberíamos presentarnos en el local del Comité central de las juventudes comunistas de chile, ubicada en calle República. Al producirse el golpe de estado, tuvimos que hacer lo posible para retornar a nuestros hogares. Una odisea que nos tomó varios dias llegando recién a Chillan el día 20 del mes de septiembre.
Ese mismo mes iniciamos el trabajo clandestino y en el mes de diciembre realizamos acciones de propaganda. En enero de 1974 junto a 11 jóvenes comunistas fuimos detenidos y salvajemente torturados por a lo menos 8 días. Estuvimos en manos del S.I.M. (servicio de inteligencia militar del ejército de chile), para posteriormente ser trasladados desde ahí a la cárcel de Chillán. Después de 11 meses recluido, salí en libertad ya que era el menor de los detenidos, tenía 16 años.
Me reintegré al trabajo clandestino. Dentro de las principales tareas políticas estaba el reclutamiento de nuevos militantes y liderar las incipientes luchas sociales.
Estando en el comité de cesantes de nuestra población Vicente Pérez Rosales, tenemos las primeras señales de la necesaria lucha armada para derrotar al dictador. A pesar de ser reconocidos comunistas tres compañeros del MIR encabezados por Patricio Suazo (asesinado por la C.N.I. en años posteriores) nunca concretamos nada, pero el tema estaba planteado y la inquietud era cada día mayor.
Al poco andar en una bilateral con el secretario regional me planteo si estaba dispuesto a ser parte del trabajo militar, no lo pensé mucho, solo le dije “vamos de inmediato”. Me comunico mi primer curso de instrucción militar. Estaba contento por fin salía de lo monótono que se estaba haciendo la lucha contra la dictadura.
Junto a varios compañeros organizamos nuestra primera pequeña fuerza militar de Chillán. Desarrollamos varias acciones todas con éxito. El ánimo era otro me sentía renovado lleno de valor y entusiasmado, era otro mundo. El trabajo militar llegó un poco tarde, pero llegó.
Lo que se veía tan lejano estaba con nosotros, el Frente. Me propusieron la tarea que más me comprometió, que era realizar un campamento para instruir a militantes en los temas militares, en un sector cordillerano. Tenía que apoyar el trabajo de la logística y aseguramientos. Llegué al lugar quince dias antes de los combatientes, que días tras días iban arribando de manera secreta a nuestro secreto campamento, sin levantar sospechas para los habitantes del lugar.
Un día me ordenan que debo bajar y encontrarme con un pequeño contingente de compañeros que venían a recibir instrucción. Bajé con una carretilla con mi leyenda de obrero de la construcción. Al encontrarme con el grupo, procedimos a poner en la carretilla las armas y medios explosivos que nos servirían para la instrucción, debidamente enmascarados en una caja de mercadería. Comenzamos la larga caminata hacia el campamento. Comenzando a anochecer comienzan a pasar ambulancias y pacos. No entendíamos nada, en mi interior pensaba que nos habían descubierto. Mis nuevos compañeros de armas esperaban una respuesta mía y la decisión fue continuar la marcha. Después de un largo rato estábamos frente a una patrulla de carabineros armados con fusiles y apuntando su linterna hacia el grupo de jóvenes, uno de ellos nos dice “Alto, ¿para dónde van?”, el único que debía hablar fui yo, le dije “estamos construyendo una cabaña más arriba”, como indicaba mi leyenda. Luego le pregunte “¿qué pasó que anda tanta ambulancia?” El paco me contestó “hubo un accidente de un camión de militares” (el cual se encontraba volcado al lado del camino), “que pena lo que paso“ le dije, por dentro pensaba cuántos menos mejor. El paco le dice suboficial mayor a cargo, que el grupo va subiendo a unas cabañas y le pregunta si nos detiene, a lo que su jefe le dice “eres huevon, o te haces, deja que sigan su camino, que nos importa para donde van”, nosotros escuchamos esto, obviamente sin reírnos en su cara. Y el paco se da vuelta y nos dice con rabia “continúen”. Cuando llegamos al área para levantar las carpas ya era muy tarde, y al sacar nuestra caja de “mercadería” para guardar en un barretin, observamos con asombro que con la caminata y el movimiento la caja se había roto y en una esquina asomaban dos cañones de unas subametralladoras. Las que no hubiese pasado una inspección visual si hubiera apuntado con la linterna el paco.
El participar en ese campamento constituyó una gran experiencia y nos impulsó a realizar con mayores conocimientos y decisión las tareas que vinieron. Luego con los años, tres de mis compañeros cayeron en distintas tareas, un costo que cuesta entender.
Después de este exitoso campamento en las barbas del enemigo, nos preparamos para realizar otro, pero esta vez correspondía a los compañeros del partido, también termino muy bien con un balance positivo y con el nacimiento de un bebé de una compañera de la logística que estaba embarazada y no nos avisó. La tuvimos que bajar de urgencia, nació un bebe que fue un varón, el campamento se llamaba Víctor Hugo Huerta, y en honor a ese gran compañero la compañera le puso ese nombre a su hijo.
Terminados los campamentos viene una reestructuración del trabajo militar y soy trasladado a la ciudad de Concepción para componer el mando zonal que dirigía todo el trabajo militar en esta región. Fue importante ya que pude conocer grandes combatientes tanto hombres y mujeres con una admirable entrega y capacidades, me impresionaba como eran capaces de dejar sus trabajos incluso de carácter académico para entregarse de lleno a las tareas militares.
Por esas cosas de la vida llegué donde el compañero Max, del cual aprendí a comprender las tareas siempre bajo el prisma político, era un gran viejo cuadro del partido y me enorgullece haberlo conocido. En esta dirección trabaje en un periodo con el viejo Pablo, un hombre con mucha experiencia en el trabajo militar que acompañado al conjunto de las tareas creo que logré la formación que permitió que en el año decisivo me fuera de encargado del trabajo militar de masas del área sur, que contemplaba desde la provincia de Malleco a Chiloé. Aun cuando estábamos contra el tiempo fuimos capaces de desarrollar acciones en cada una de las provincias, apoyar el trabajo de instrucción y formación de cuadros militares, lo que posibilitó ir dando la estructura en toda el área al Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
A fines de 1986 y por problemas de seguridad soy trasladado a esta misma tarea en el área correspondiente entre Rancagua a Linares, uno de los elementos notables de esta área fue darme cuenta que el trabajo militar ya tenía bastante experiencia habían desarrollado acciones de distinta índole y el partido tenía mucha más comprensión del trabajo militar que en otros sectores donde había estado.
Con cierto grado de incomprensión en este mismo año se divide el Frente, después de mantenerme alrededor de meses en el Frente, retorno a la estructura orgánica del Partido donde seguimos luchando para que el componente militar y la riqueza que ese había alcanzado no se perdiera y sirviera para la histórica y necesaria liberación de nuestro pueblo.
Concluyó que hoy más que nunca debemos ser capaces de vaciar nuestras experiencias dirigidas fundamentalmente a las masas juveniles ya que sería nuestro deber histórico prepararlas para un futuro que de punto de vista de un desarrollo capitalista tengan las herramientas para actuar y defenderse de este enemigo histórico del proletariado.
¡Aún nos queda patria ciudadanos! Mil veces venceremos
Aurelio Candía, diciembre de 2023.