Introducción.
La conmemoración de los cincuenta años del Golpe de Estado en Chile que arrasó con el proyecto de la Unidad Popular liderado por Salvador Allende, ha tenido ribetes de excepcionalidad, tal cual lo fue esa inconclusa proeza de la Vía chilena al socialismo. En el país septiembre estuvo plagado, como nunca, de eventos del más diverso tipo y en múltiples escenarios y plataformas. Los trabajadores, sus organizaciones y partidos protagonistas fueron los más genuinos y activos participantes. El gobierno se inclinó por un acto principal cerrado intra palacio, donde sobresale la presencia de destacados mandatarios de países del área, mientras, como tenues guiños de un pasado que se hace presente, una multitud de manifestantes -sin autorización- marcha por las calles de la capital para luego ser reprimidos por la misma institución policial participante de los sucesos ocurridos cincuenta años atrás. En el plano internacional no fue menor el recordatorio. Algunos gobiernos replicaron actos centrales y se multiplicaron por doquier eventos políticos y culturales rememorando la impresionante solidaridad prestada por determinados países y sus instituciones a los cientos de miles de perseguidos y exiliados chilenos resultado de la barbarie cometida por las FFAA.
Múltiples razones deben existir que expliquen esta sostenida y porfiada recuperación de memoria en tan diversos lugares, por tantos hombres y mujeres de Chile y el mundo. Las singularidades del proyecto, único en la historia de lucha de los pueblos, estimulan a hurgar su pasado. Los hacedores de ese entonces mantienen viva y a flor de piel el orgullo del protagonismo, no obstante, una mayoría de los actuales partícipes, pasado cincuenta años, no fueron testigos de esos hechos. Tal vez y precisamente son estos cincuenta años, la vida misma transcurrida en una sociedad en esencia organizada en dictadura, lo que obliga a revisar la práctica, el legado de éxitos y fracasos de aquella proeza. Los horrores sufridos por miles de hombres y mujeres participantes de aquella aventura, la mayoría sin militancia partidista, no cabe duda, es motivo principal que compele a no olvidar jamás.
- El proyecto popular, una singularidad.
El proyecto popular derrotado en 1973, desde sus orígenes, formas de organización y realización dentro de la legislación vigente en el país, es un acontecimiento único en Nuestra América y está profundamente enraizado en la historia de las luchas de clase de Chile. Entre otros, sus principales partidos políticos protagonistas, el comunista y el socialista, son producto y resultado de esta centenaria historia. ¿Como entender el triunfo en 1970 de esta sin impar experiencia socialista que logra obtener la presidencia del país, si no es hurgando en un dilatado, arduo e intricado camino de formación? En una mirada parcial pero necesaria de su historia, desde los inicios del pasado siglo XX, los comunistas sientan las bases de un estilo del quehacer político, dentro o en los límites de las normas institucionales vigentes de la sociedad capitalista chilena, en cada período de contiendas electorales previo al triunfo de 1970. Demostraron una convicción y estoicismo legendario al regresar, una y otra vez, a este camino de participación institucional luego de sufrir, junto a trabajadores organizados, persecuciones y matanzas en las cuatro primeras décadas del siglo pasado. De la misma manera regresarían posterior a su exclusión por diez años del sistema electoral vigente (1948-1958), manteniendo desde la clandestinidad el vínculo con gremios y sindicatos de trabajadores organizando o promoviendo huelgas y manifestaciones diversas en conflictos de la época, otra de las principales formas de lucha de este partido. La participación -sin resultados positivos- de sus líderes como candidatos en elecciones presidenciales a lo largo de toda su historia, donde está su propio fundador, Luis Emilio Recabaren, son muestras elocuentes de tal convencimiento.
Por su parte el Partido Socialista, se forja. -al menos en sus prolegómenos- de numerosas organizaciones preexistentes en la década de los 20, de carácter gremial, variados partidos políticos y grupos nacientes con apellidos socialistas, sindicatos diversos de trabajadores y empleados, organizaciones de intelectuales, y destacados militares jóvenes con idearios igualitaristas y populares, todos finalmente aglutinados precisamente en torno a un candidato presidencial, uno de las más relevantes de entre los militares pro socialistas, Marmaduque Grove, exactamente para las emblemáticas elecciones presidenciales de diciembre de 1932, que marcarían el término del período de inestabilidad y crisis de gobernabilidad que vivía el país desde 1924. Apenas 4 meses después de que este candidato perdiera esas elecciones, se funda el Partido Socialista en abril de 1933, que aglutinaría a tan variados grupos y organizaciones, todos tras una aún muy poco definida corriente político ideológica de carácter “socialista”. Salvador Allende participa en la fundación de este partido, que en 1944 llegaría a ser su Secretario General.
Del regreso a la estabilidad gubernamental del país en 1932, en lo adelante se vive un largo periodo de cuarenta años, hasta 1973, donde a manera de saltos y plagado de múltiples acontecimientos políticos que lo frenan o estimulan, se va gestando la insólita vía chilena al socialismo, denominación acuñada posteriormente por el propio líder Salvador Allende. Son cuatro décadas de ensayo y error, con la formación de cambiantes coaliciones de partidos políticos populares y de sectores medios, que se construyen y destruyen desde 1936 con un invariable y sostenido propósito: Obtener el poder ejecutivo del país, desde donde, con la participación mayoritaria del pueblo organizado, se lograrían paulatinas transformaciones de la sociedad chilena. Siempre en los marcos de la legalidad y normas vigentes de la República de Chile, período caracterizado por una relativa paz social, y por la existencia de un estado protector, conocido como Estado de Compromiso.
En las elecciones del año 1952 por primera vez Salvador Allende, apoyado por una magra coalición de partidos, encabeza una candidatura francamente de izquierda, donde obtendría escasos resultados. No es hasta las elecciones de 1958 y de 1964 que se va consolidando la unidad socialista-comunista más otras agrupaciones políticas y una notable mayoría de organizaciones del pueblo organizado, que, sin éxito en esos comicios, pero en un creciente y sostenido desarrollo, llegan a la emblemática contienda electoral de 1970 donde finalmente, después de casi 20 años, triunfa el candidato popular. En esencia, se habían empleado -por un largo periodo- los instrumentos de la propia democracia liberal burguesa, sostén de la sociedad capitalista, para un proyecto francamente declarado como revolucionario y socialista, sabiendo sin duda que debía enfrentar duros combates y enfrentamientos por venir, pero siempre evitando una guerra fratricida. Se trataba de construir, sin plazos establecidos, el socialismo por vías pacíficas, ideario erigido sobre la supuesta subordinación a la Constitución de la República, por todas las fuerzas políticas en pugna, al igual que los componentes del Estado, donde las FFAA juegan un rol determinante.
- Protagonismo.
Desde fines del siglo IXX, y especialmente en el XX, plagada esta la historia de Chile de luchas de los trabajadores por sus derechos y demandas en contra de una aberrante explotación a manos de una oligarquía centenaria. Los partidos políticos populares son parte intrínseca, consustancial con la existencia, formación y lucha de esas organizaciones sindicales, con la formación sucesiva de grandes centrales unitarias. FOCH, CTCH, CUT, donde cada una en su periodo de vida, permanecen íntimamente enlazadas con partidos políticos obreros, encabezando décadas de lucha reivindicativa, soportando matanzas, prisiones y persecuciones que cruzan la existencia de estas poderosas organizaciones. Aunque con idénticos conflictos reflejo de las contradicciones entre sus propios partidos políticos, enfrentarían cada marcha, cada huelga o choques con las fuerzas represiva por la defensa de sus miembros a lo largo de este dilatado periodo que conducirían hasta lograr el Gobierno Popular. Son parte inseparable y sostén del proyecto allendista.
Las numerosas campañas electorales durante tanto tiempo, donde se suman las dedicadas a las elecciones parlamentarias, llegaron a tener un papel principal en la vida militante y en las posibilidades de triunfo de los candidatos del pueblo. Los escases de recurso obligaron a trabajar por sus postulantes, que sobrepasaba de lejos su carácter puramente propagandístico, hasta llegar a los enfrentamientos callejeros contra opositores o con la propia policía. Familias enteras, desde que nacían sus hijos, durante 30 años formaran parte de este empeño colectivo. El triunfo de 1970, catapultó a limites incalculables la participación de jóvenes, mujeres y pueblo en general a la defensa y construcción del proyecto popular. La violenta reacción de una fronda oligárquica sorprendida y sus grupos paramilitares, no se haría esperar, tal cual ocurriría con los partidos mesocráticos, que en su vaivén político terminarían en una franca oposición al gobierno recién electo de Salvador Allende. El imperialismo norteamericano pasmado ante un hecho inaudito, no podía permitir su éxito. Su ejemplo sería nefasto para sus intereses en toda la región. La pelea dura acababa de comenzar.
Los mil días que duraría el sueño por una sociedad radicalmente distinta a la preexistente, fueron de una lucha sin cuartel y en todos los terrenos. Se trataba de nacionalizar el cobre y otras riquezas fundamentales, emprender una reforma agraria para acabar con los latifundios, nacionalización la banca y el crédito, y hasta crear una nueva Constitución. Reconocía a la salud, la educación, el trabajo y la vivienda como derechos básicos. Terminaría con los monopolios en manos de pocas familias, hasta la creación de un Área de Propiedad Social con la nacionalización de numerosas empresas de carácter estratégico, donde sobresalen las de propiedad norteamericana. En política exterior se definía por el no alineamiento en la Guerra Fría, y con un preciso carácter antimperialista. Una revolución pacífica, con un manifiesto y declarado camino al socialismo. Un hecho “Insólito”, como lo calificaría tiempo después el propio Fidel Castro. Comenzaba así una guerra sórdida, para luego ser manifiesta y en todos los planos por frenar y derrotar al proyecto popular. En esa misma medida el pueblo y sus organizaciones se incorporarían a la construcción y defensa de ese sueño que podía ser realidad.
El gobierno con sus múltiples estructuras, ministerios e instituciones subordinadas, fue el primero en readecuarse, innovar y crear para enfrentar la infinidad de novísimas tareas que exigía el proyecto, en las múltiples áreas involucradas en los cambios y en todo el país. Este solo hecho nodal, obligó a incorporar a decenas de miles de personas para tamaña empresa. Número considerable, pero no es mayoría relevante. En la propia medida que se desarrollan los acontecimientos, el pueblo organizado en sus gremios y sindicatos, en las áreas rurales, en el estudiantado, en los barrios populares, y en su infinita variedad de organizaciones culturales, deportivas, religiosas, sociales de mujeres, de jóvenes, se van integrando en las múltiples tareas que obliga la escalada de la confrontación y agresión por la contrarrevolución y las medidas aplicadas al país por el imperialismo norteamericano.
Son verdaderas “batallas” como fueron calificadas, donde miles de chilenos lucharon por asegurar la producción y control de sus fábricas y centros laborales del más diverso tipo. De igual manera ocurriría con los estudiantes por la defensa y creación de un nuevo sistema educacional, y sobre todo por la incorporación masiva de estos en trabajos voluntarios a lo largo y ancho de todo el país, intentando solucionar cada contra medida tomada por la reacción. Épica fue la resistencia y organización de un transporte alternativo para paliar los efectos de una sostenida huelga de los camioneros financiada desde los EEUU. Los campesinos organizados fueron los protagonistas de la reforma agraria. En poblaciones, barrios populares y campamentos, se organizan sus habitantes para controlar la distribución ordenada de alimentos que escasean boicoteados por sus productores y grandes distribuidores.
A la par y al mismo tiempo, no pocas y nuevas organizaciones de trabajadores, campesinos y estudiantes, luchan en distintos ámbitos por profundizar la revolución sin considerar las normas institucionales que frenaban los cambios. En el ámbito laboral destaca la formación de los conocidos Cordones Industriales en áreas fabriles del país, con objetivos nacionalizadores y de control popular de esos centros, cuestión que superaban ampliamente la nacionalización limitada propuesta por el Gobierno Popular. En los ámbitos poblacionales y campesinos, se reproducía y crecía esta tendencia por radicalizar el proceso a través de otorgarle mayor protagonismo a los trabajadores, desconociendo y sobrepasando la institucionalidad constitucional a la que se subordinaba el Gobierno Popular.
No es el objetivo, polemizar sobre estas diferencias que son parte de la historia de la lucha popular en Chile, sólo que ahora tendrían un significativo papel, al manifestarse en plena instauración del proyecto popular. Es el propio Golpe de Estado quien trunca el desarrollo de esta concepción, desmonta estas organizaciones, encarcela y tortura a sus miembros y por ende desaparece el conflicto. No obstante, son miles de chilenos los que son parte de esta épica, protagonistas como todos, donde sus hijos o familiares estarían en cualquiera de los múltiples actos conmemorativos realizados a lo largo de todo el país.
- El Golpe y sus víctimas.
El Golpe de Estado ha quedado en la memoria nacional y en bastos espacios internacionales, como uno de los acontecimientos más atroces ocurridos en América Latina en la segunda mitad del siglo XX. No hay justificación alguna que explique la sostenida violación de los derechos humanos a cientos de miles de chilenos o chilenas encarcelados, exiliados, expulsados del país, exonerados de sus trabajos, relegados, asesinados, mucho menos a los torturados, mujeres violadas, niños robados… y la inhumana y cruel desaparición de más de tres mil chilenos, de los cuales aún queda un tercio por conocer su paradero.
La demostrada subordinación constitucional del proyecto popular, la convicción del propio presidente Allende, y de los lideres de los partidos de la UP, especialmente del P. Comunista, acerca de la convicción que las FFAA respetarían la Constitución de la República, sumado a una resistencia a sobrepasar la legislación burguesa aún vigente, asuntos que le traerían al gobierno acidas críticas de los sectores y partidos que exigían una rápida profundización de la revolución, desmantelan toda justificación asida a un ilusorio y maquiavélico Plan Z, donde el Gobierno Popular y sus huestes armadas, asesinarían a los oficiales de las instituciones de las FFAA, para construir en enigmático régimen comunista.
La reacción del imperio no se dejó esperar. Desde antes del triunfo popular la CIA apoyó a los grupos de ultraderecha que asesinaron al jefe de las FFAA que se declaraba abiertamente constitucionalista. Y continuaron con olas de sabotajes en el país. Los archivos desclasificados sobre estos episodios revelan la expresa voluntad del gobierno norteamericano de emplear todo su aparato de inteligencia para derrotar a un gobierno elegido bajo las reglas de la democracia burguesa liberal. No se podía dejar los destinos de un país en manos de un pueblo irresponsable, declararía uno de los máximos personeros del gobierno de los EEUU. En toda la agenda imperial contra el gobierno de Allende, estuvo la CIA, las FFAA, la oposición política, con la particular colaboración de la Democracia Cristiana, el principal partido de centro de ese entonces.
- La Actualidad
No menos impacto tiene el cincuentenario, por haber sido Chile el primer país en construir, luego del golpe, un modelo de sociedad neoliberal donde el libre mercado es rector y base de su funcionamiento. No fueron los militares sus autores, estos crearon las condiciones de represión y control de la sociedad, mientras se imponía un modelo nacido en Chicago, con todos los costos resultado de un cambio que desfavorecía a los sectores populares. Los propagandizados derechos de tiempos de la U.P, vivienda, salud, educación, trabajo, dejaron de ser, para convertirse en mercancía, y el ciudadano protagonista de esos años pasaría a ser “un libre” consumidor.
Los herederos políticos e ideológicos de la dictadura, en la cima del poder veneran al tirano y sus hazañas, al haber impedido la supuesta construcción del comunismo en Chile. La concentración de la riqueza los anima y los lleva a querer convencer al mundo, que todo el horror vivido en dictadura es una construcción propagandística, se trataría de una ficción, aunque las pruebas sean irrefutables. Las mentiras las reiteran una y otra vez empleando todos los medios propagandísticos en su inmensa mayoría bajo su control. Negacionismo le han denominado a esta conducta, los que luchan por mantener viva la memoria de aquella crueldad.
La democracia liberal burguesa es una entelequia que únicamente se le venera, si su existencia y labor responde a los intereses del poder establecido. Por tal razón, una vez derrotado Salvador Allende y su vía pacífica, la democracia chilena pasaría a ser “protegida”, como la caratularon los hacedores del proyecto neoliberal que en esencia existe hoy en Chile.
Consideraciones finales.
La ‘Vía Pacífica al Socialismo’ era tal cual…, pacífica…, y es exactamente este carácter lo que la hace tan singular y atrayente hasta hoy. Y es esta misma singularidad quien le proporcionó un peligro y debilidad mayor. ¿Qué sería de los intereses de la gran burguesía, los grandes capitales nacionales e internacionales y de los propios EEUU, si se llegara a lograr y reproducir esta revolución de empanadas y vino tinto como la caratuló Salvador Allende?
La conmemoración ha sido de impacto por mantenerse viva las aspiraciones de una sociedad como la soñaros miles de chilenos, por volver por sus derechos, por ser personas protagonistas y no meros objetos de consumo de la sociedad en que viven.
La conmemoración ha sido multitudinaria y abarcadora, porque sus protagonistas han sabido pasar el relevo de los hermosos momentos vividos de euforia colectiva en actos multitudinarios, en trabajos colectivos, en permanente lucha por la pura dicha de ser consecuentes en la defensa y construcción de un sueño.
¿Ingenuidad del proyecto popular al tener la esperanza de que un mundo mejor es posible? ¿Continúa hoy la dicotomía de Revolución o Reformismo? ¿No los exterminaron a todos por igual? ¿Nos hundiremos en la magia-trampa del consumismo y banalidad en un mundo posmoderno donde no caben la solidaridad ni los sueños por una sociedad justa, con igualdad de oportunidades, donde el ser humano debe ser eso: “ser”, y no mercancía?
La conmemoración ha sido gigantesca, porque así son los reclamos de hoy, revitalizados por miles de jóvenes chilenos que salieron a las calles en un día reciente de octubre de 2019. La gesta triunfadora de la Unidad Popular en 1970 y su posterior derrota, con el liderazgo indiscutido de Salvador Allende, aún tiene mucho que enseñar.
Luis Rojas Núñez.